XXXIII

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Louis no sabe en qué momento se quedó dormido, pero el llanto de Theo lo despierta abruptamente, y la luz del sol que entra por la ventana golpea su rostro. Parpadea, desorientado, y suspira mientras se sienta en el borde de la cama, tratando de reunir las fuerzas necesarias para ponerse de pie. Sus pies descalzos se arrastran lentamente por el suelo, dirigiéndose hacia la cocina.

Cuando llega, se encuentra con la escena de Harry sosteniendo a Theo en brazos. El niño ya está calmado, sus pequeñas manos aferradas a la camiseta de Harry mientras el alfa lo mece suavemente, de espaldas a Louis. Harry se mueve en la cocina, preparando algo en silencio, y el aroma familiar de chocolate y menta llena el ambiente, pero esta vez hay algo distinto en el olor.

Es más intenso, amargo, como si llevara consigo el peso de una angustia contenida. Louis lo percibe inmediatamente, sabe que no es un cambio en la comida, sino en Harry. La dulzura característica del aroma de su alfa ahora tiene un tono pesado y denso, como un reflejo de las emociones que ambos intentan esconder.

Louis cierra los ojos un momento, sintiendo una punzada de culpa en su pecho. Ayer, la ira y la frustración lo habían cegado, pero ahora, en el silencio de la mañana, solo queda el rastro amargo de su pelea. Observa cómo Harry mueve su cuerpo sin voltearse, en un intento por no invadir el espacio de Louis, aún respetando su decisión de dormir solo, sin decir una palabra.

Cuando Harry finalmente se dio vuelta, la culpa golpeó a Louis con fuerza. Ya no estaban allí esos ojos brillantes ni la sonrisa que solía iluminar el rostro de su alfa. En su lugar, había ojeras profundas que contaban la historia de una noche sin descanso, quizá porque se había quedado despierto, esperando a que Louis regresara a su lado. O tal vez, porque la preocupación lo había mantenido en vela, intentando comprender en silencio el enojo de Louis sin presionarlo.

Harry lo miró por un segundo, sus labios formaron una sonrisa breve, apagada, que se desvaneció tan rápido como había aparecido. Sus manos temblaban un poco mientras sostenía a Theo, ajustándolo contra su pecho, como si necesitara anclarse a algo en medio del desasosiego. El aroma amargo, tan inusual en él, seguía impregnando el ambiente, mezclándose con el suave aroma a desayuno que había estado preparando.

Louis tragó con dificultad, sintiendo cómo el peso de sus palabras y su actitud de la noche anterior se le hacía insoportable. En ese instante, comprendió que su enojo no solo había herido a Harry, sino que también había apagado esa luz en él, la misma que siempre le había dado fuerza y consuelo.

-Lo siento,- susurra Louis, apenas encontrando su voz.

-Está bien, no importa,- responde Harry, pero su tono es bajo, casi sin emociones. Apaga el fuego de la cocina y, en silencio, sirve el desayuno en un plato. Louis nota los huevos revueltos, su favorito, y entiende que Harry los había preparado especialmente para él, porque sabía que el alfa no los comía.

Harry suspira, apartándose de la mesada con una calma pesada. Se aleja, y su voz, distante, llena el espacio entre ellos mientras murmura: -Iré al pueblo por un par de cosas.-

Antes de salir, se inclina sobre Theo, que está en su corralito, y le da un beso suave en la cabeza. -Nos vemos luego, mi lobito,- le murmura con ternura. Sin mirar atrás, se dirige a la puerta, dejando a Louis con el peso de la culpa y el aroma del desayuno que no puede ni pensar en probar.

Ahora estaba solo, de nuevo. Y el peso de la soledad se sentía más que nunca, como si lo aplastara bajo el silencio de la casa.

Louis se sentía un completo imbécil. Harry le había dado todo: le daba el espacio que necesitaba, no lo presionaba, no lo juzgaba, solo lo apoyaba y cuidaba de él, con una paciencia infinita. Harry entendía que Louis era capaz de cuidar de Theo, pero también sabía que él necesitaba tiempo y calma, y, para no abrumarlo, tomaba la iniciativa en muchas cosas, incluso en las que Louis no pedía ayuda.

Harry era el padre de Theo también. Tal vez no de la forma en la que cualquiera imaginaría, pero eso es lo que estaban construyendo. Cada risa compartida en la orilla, cada caricia en la cabeza del pequeño, cada esfuerzo por ser el pilar que ambos necesitaban, era una prueba del amor y dedicación que Harry había puesto en ellos.

Louis se sentó en la mesa, mirando el plato de huevos que Harry había preparado especialmente para él, y una sensación de remordimiento lo atravesó. Se dio cuenta de cuánto estaba tomando por sentado y cómo, en su propio dolor y frustración, estaba descuidando al alfa que tanto había hecho para brindarle un hogar seguro y lleno de amor.

Suspiró, llevando una mano temblorosa a su rostro. Harry se había ido al pueblo, dándole el espacio que parecía necesitar. Louis sabía que, al regresar, debía encontrar las palabras adecuadas para expresar lo que no había sabido decir antes.

Harry no había dormido. Ese alfa había pasado la noche en vela, preocupado, tal vez más de lo que Louis quisiera admitir. Porque hacía cinco días que Louis no hablaba realmente con él, no le explicaba nada, ni siquiera la razón por la que evitaba meterse al mar. Cinco días en los que Harry había tenido que adivinar, tratando de entender lo que Louis no podía o no quería decirle.

Y Harry merecía una explicación.

Porque ese alfa había planeado todo con cuidado, unas vacaciones de una semana solo para ellos, para que pudieran relajarse, reconectar, crear nuevos recuerdos juntos. Harry había puesto su corazón en cada detalle, queriendo que esos días fueran inolvidables. Él buscaba unirlos, en cuerpo y alma, y había tenido una razón especial para organizar todo esto: tenía la intención de pedirle a Louis ser oficialmente su novio.

Dios. ¿Cómo pudo olvidarlo?

Harry era su novio ahora. Su pareja, su compañero. Alguien que había demostrado, una y otra vez, que lo amaba de una manera genuina, cuidando de él y de Theo sin pedir nada a cambio, sin condiciones. ¿Cómo había sido tan ciego?

Louis sintió cómo la culpa se aferraba a su pecho, un peso incómodo que lo hacía respirar con dificultad. Había sido injusto con Harry, alejado y frío, atrapado en sus propios miedos y dudas, pero ahora lo veía claro: el alfa había estado dándole todo de sí mismo, sin pedir nada. Harry había aguantado su silencio y su distancia, lo había respetado sin cuestionarlo, porque así era él, paciente y amoroso.

Con un suspiro, Louis miró la puerta por la que Harry había salido hace unos minutos. Recordaba la sonrisa suave de Harry, la misma que lo llenaba de calma, y el modo en que lo miraba como si fuera lo único en el mundo que importaba. Recordaba las noches en que Harry le susurraba que estaba bien, que él estaba allí, hasta que ambos caían dormidos abrazados, en paz.

Louis llevó una mano a su rostro y se frotó los ojos, como si con eso pudiera aclararse. No podía seguir siendo tan distante. Harry había hecho un esfuerzo enorme al planear este viaje, un esfuerzo por construir algo juntos, por darle a Theo y a él la familia que tanto necesitaban. ¿Y él qué había hecho? Había dejado que sus propias inseguridades y miedos los separaran.

Tomó una decisión. Hoy mismo le hablaría a Harry. Iba a contarle lo que sentía, todo lo que había guardado y las razones por las que evitaba meterse al mar. Harry se merecía saberlo, se merecía su confianza.

El vecino: Bajo el Mismo TechoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora