XL

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—Mhm, omega, deja de moverte —dice Harry entre sueños, su voz un murmullo bajo y adormilado. La luz del amanecer se filtra suavemente a través de las cortinas, dibujando patrones en la cama deshecha y el rostro de Louis, que está inquieto, incapaz de encontrar la paz del sueño.

—No puedo dormir —responde Louis, pasando una mano por su cabello desordenado. Se siente un poco culpable por molestar a Harry, pero la inquietud en su interior no lo deja descansar. La ansiedad y el desasosiego lo han mantenido despierto durante horas, y ahora su mente está llena de pensamientos que parecen no tener fin.

—Omega... —Harry murmura de nuevo, esta vez con un tono más de queja que de reproche—. ¿Por qué no simplemente te acurrucas conmigo?

—Porque quiero hacerme un té —informa Louis, tratando de sonreír, aunque siente que su energía es escasa. El gesto se siente un poco más forzado de lo que le gustaría, pero lo intenta.

—Ya voy yo —dice Harry, aún con los ojos cerrados, mientras se levanta despacio de la cama. Louis observa cómo su alfa se estira, los músculos de su torso definido brillando con la luz del sol. Sus rizos desordenados caen sobre su frente mientras se desplaza hacia el baño, y Louis siente una punzada de afecto al verlo tan relajado, tan familiar.

—No, no es necesario. Te dejaré descansar —responde Louis, aunque su voz suena un poco insegura. No quiere que Harry se sienta obligado a levantarse solo por él.

—Louis, —responde Harry, ya más despierto y mirándolo con un aire de determinación—. No voy a dejar que te levantes solo a hacer té. Tú te mueves más que un pez en una sartén, y no quiero que te tropieces. Además, es tu turno de dejarme cuidarte.

Harry se acerca a Louis, aún descalzo, y le acaricia suavemente la mejilla con la yema de los dedos, como si fuera una porcelana frágil. Esa pequeña muestra de afecto provoca que el corazón de Louis se acelere y un cálido remolino de emociones lo envuelva.

—Está bien, está bien —cede Louis, sintiéndose un poco más tranquilo bajo la mirada amorosa de Harry—. Pero solo un té, y luego volvemos a la cama.

—Trato hecho —Harry sonríe, su expresión iluminándose. Louis se siente más liviano al ver la alegría en su rostro, como si el mundo fuera un poco más brillante con esa simple sonrisa.

Louis se dirige a la cocina, sus pies descalzos haciendo un suave ruido contra el suelo de madera. Abre la alacena, buscando su té favorito, mientras Harry lo sigue de cerca, con pasos silenciosos. La familiaridad de sus movimientos crea una atmósfera íntima que Louis aprecia profundamente.

—¿Cómo te sientes esta mañana? —pregunta Harry, cruzando los brazos mientras observa a Louis. Hay una mezcla de curiosidad y preocupación en su mirada.

—Un poco mejor, creo —Louis responde, aunque no puede evitar que una sombra de duda cruce su mente—. Pero a veces, mi cabeza no deja de dar vueltas.

Harry asiente, su mirada comprensiva.

—Sabes que puedes hablarme de cualquier cosa, ¿verdad? Estoy aquí, siempre.

—Lo sé —responde Louis, sintiendo que la calidez de las palabras de Harry lo envuelve—. Solo necesito un poco más de tiempo para procesarlo todo.

Mientras el agua hierve y el aroma a té comienza a llenar la cocina, Louis se permite un momento de tranquilidad.

—Eres mi todo, Louis —dice Harry suavemente, acercándose un poco más—. Nunca olvides eso.

Louis siente una sonrisa genuina aparecer en su rostro mientras se pierde en la profundidad de los ojos de Harry. Tal vez, solo tal vez, podría encontrar la paz que busca si se permite aferrarse a esos momentos de amor y cuidado.

El vecino: Bajo el Mismo TechoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora