XV

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Después de que Theo cayera dormido, Louis lo acomodó con cuidado en la cama, asegurándose de que estuviera bien arropado antes de levantarse. Se frotó los ojos, sintiendo el cansancio acumulado, pero también una ligera sensación de alivio. Había dado un paso importante al alimentar a su hijo, aunque todavía le costara asimilarlo.

Se dirigió hacia la puerta, notando la mirada de Harry mientras lo observaba en silencio, como si supiera exactamente lo que estaba pensando.

-Voy a prepararte un té -dijo Harry suavemente, adelantándose a cualquier objeción que Louis pudiera tener.

Louis asintió, demasiado agotado como para discutir, y se dejó guiar hasta la sala de estar. El sonido de la tetera comenzando a hervir llenaba el aire mientras Harry se movía con calma por la cocina, preparando todo con precisión. Louis se sentó en la mesa, mirando distraídamente hacia la ventana, sintiendo cómo poco a poco su cuerpo empezaba a relajarse.

Harry regresó con una taza de té caliente y la colocó frente a él.

-Aquí tienes, algo para tranquilizarte un poco -dijo con una sonrisa suave.

Louis lo tomó entre sus manos, dejando que el calor de la taza se filtrara en sus dedos. Cerró los ojos un momento, inhalando el aroma del té, mientras el vapor subía lentamente hacia su rostro.

-Gracias, Harry -murmuró, abriendo los ojos y mirando a su compañero con sinceridad-. Por estar aquí.

-Siempre -respondió Harry, su voz firme, pero cálida.

Louis tomó un sorbo, sintiendo cómo la calidez del té comenzaba a calmar sus nervios.

-Yo... em... quiero que sepas la historia de todo esto, de por qué estoy así, por qué me comporto de esta manera -Louis bajó la mirada, sus dedos jugando con el borde de la taza mientras su voz se desvanecía por un momento. El peso de sus palabras parecía estarle costando.

Harry, que estaba sentado frente a él, observó cómo el omega se recogía en sí mismo, como si dudara de si debería continuar. Los ojos verdes de Harry brillaban con una mezcla de preocupación y ternura. Sabía que Louis estaba lidiando con mucho, que cargar con todo eso solo no debía ser fácil, pero también sabía que no podía forzarlo a hablar si no estaba listo.

-No tienes que -dijo Harry suavemente, inclinándose un poco hacia adelante, intentando ofrecerle el espacio para decidir por sí mismo. No quería que Louis se sintiera presionado. Su tono era tan suave y lleno de comprensión que casi hizo que Louis se derrumbara allí mismo.

Louis apretó los labios, sintiendo una mezcla de alivio y frustración. Quería contarle todo a Harry, quería soltar todo el peso que llevaba sobre sus hombros, pero no estaba seguro de si podría soportar ver cómo cambiaba la forma en que Harry lo miraba una vez supiera toda la verdad. Los recuerdos, los miedos, las traiciones... todo seguía ahí, una herida abierta que nunca terminaba de sanar.

-Lo sé, pero... quiero. Quiero que entiendas por qué a veces no... no puedo ser la persona que debería ser contigo, o con Theo -Louis alzó la vista, sus ojos brillando con una mezcla de dolor y vulnerabilidad-. No es justo que estés aquí, ayudándome, sin saber... lo que pasó.

Harry se mantuvo en silencio, dándole el espacio que necesitaba. Sabía que este era un momento crucial, uno de esos en los que las palabras podían marcar la diferencia entre seguir cargando con el dolor solo o dejar que alguien te ayudara a llevarlo.

-Louis, no tienes que explicarme nada si no estás listo -repitió Harry con un tono cálido, casi paternal-. Estoy aquí porque quiero estar, no porque necesite saber todo. Solo quiero que estés bien.

El silencio llenó el aire durante unos instantes, y Louis tragó saliva. Podía sentir las lágrimas acumulándose en la parte trasera de sus ojos, pero se negaba a dejarlas caer. Era agotador, estar atrapado entre el miedo de confiar y el deseo de dejarse llevar.

-Gracias -murmuró, casi en un susurro, tomando un sorbo más de su té para calmarse.

Harry sonrió, levantándose lentamente de su asiento para no romper la tranquilidad del momento. Acarició suavemente el hombro de Louis en un gesto de apoyo silencioso antes de comenzar a recoger los platos vacíos.

Louis se quedó observando la escena, preguntándose cómo alguien tan generoso como Harry había llegado a su vida en un momento tan oscuro.

-No creo estar listo, y sé que necesito ayuda para poder estarlo... -murmuró Louis, con la voz temblorosa mientras dejaba la taza de té a un lado. Sus manos se aferraban a la tela de su camiseta como si de esa manera pudiera anclarse a algo, cualquier cosa, en medio del torbellino que sentía dentro de sí. Sus ojos seguían fijos en el suelo, incapaz de mirar a Harry directamente.

-Aunque no estoy preparado para... em... ir a un psicólogo... -continuó, tragando saliva como si las palabras se le quedaran atrapadas en la garganta-. Yo-yo no quiero que alguien me juzgue.

Harry frunció el ceño, su corazón apretándose ante la vulnerabilidad de Louis. Sabía que para alguien que había pasado por tanto, la idea de abrirse frente a un extraño debía ser aterradora. Lo entendía más de lo que Louis podría imaginar. Se acercó lentamente, sentándose a su lado en el borde del sofá, pero manteniendo una distancia respetuosa.

-Nadie te va a juzgar, Lou -dijo Harry con suavidad, llamándolo por el apodo que le había empezado a usar para acortar la distancia entre ellos-. Y mucho menos un profesional. No es su trabajo juzgar, es ayudarte, escucharte, guiarte... a tu ritmo. Nadie te va a presionar a hacer o decir nada que no quieras.

Louis asintió ligeramente, pero la ansiedad aún se reflejaba en su postura rígida. Sabía que Harry tenía razón, pero sus miedos eran difíciles de ignorar. Había sido juzgado antes, había sido traicionado antes. ¿Qué garantía tenía de que abrirse a un extraño no lo expondría a lo mismo?

-Lo sé... lo sé en teoría, pero no puedo evitar sentir que si hablo de todo... si revivo todo eso... -Louis hizo una pausa, las palabras temblorosas-, será como si todo volviera a doler igual que antes. Y no sé si puedo soportarlo otra vez.

Harry extendió la mano, dudando un segundo antes de posarla suavemente sobre la de Louis. El contacto era ligero, pero lleno de calidez y apoyo.

-No tienes que hacer esto solo, Lou. Sea que decidas hablar con un profesional o no, yo estaré aquí. No voy a ninguna parte. Y tampoco tienes que hacerlo todo de una vez. Podemos ir paso a paso... como te sientas cómodo.

Louis miró por primera vez hacia Harry, sus ojos brillando con emociones encontradas. El miedo seguía allí, pero la presencia de Harry, su paciencia, le daban un respiro.

-Gracias, Harry -susurró, sus dedos relajándose levemente bajo el toque reconfortante-. Solo... gracias por no rendirte conmigo. Por ser el extraño más amable de la tierra -terminó Louis, con una sonrisa cansada, pero genuina.

Harry rió suavemente, su mirada cálida mientras apretaba levemente la mano de Louis.

-No soy un extraño, soy tu vecino -respondió Harry, inclinándose un poco hacia él, con un toque de humor en su voz.

Louis soltó una risa suave, apreciando el intento de Harry por aliviar la tensión. Había algo reconfortante en su presencia, algo que lo hacía sentir más seguro, menos solo, incluso en medio de su caos interno.

-Bueno, el vecino más amable, entonces -corrigió Louis con una ligera sonrisa, sintiendo que, aunque el peso en su pecho no se había ido por completo, tal vez no tendría que cargarlo solo por siempre.

El vecino: Bajo el Mismo TechoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora