XXXVIII

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Ahora había que volver, regresar a Londres. A la ciudad, al trabajo, a la locura, a los estudios. La idea de dejar atrás la calma de East Sussex y sumergirse de nuevo en la vorágine de su vida cotidiana lo llenaba de una extraña melancolía.

Louis sabía que, al volver, tendría que enfrentarse a la realidad de su vida: las presiones, las expectativas, y sobre todo, el peso de su pasado. Había algo aterrador en regresar a un entorno donde las sombras del trauma lo acechaban, y la perspectiva de enfrentar a sus demonios nuevamente le causaba un nudo en el estómago.

Harry, como siempre, notó su inquietud. Durante su último desayuno en la playa, mientras las olas rompían suavemente en la orilla, Harry alcanzó la mano de Louis, entrelazando sus dedos. —¿Estás bien? —preguntó, su voz suave y comprensiva.

—Solo... no quiero que esto termine —murmuró Louis, mirando la espuma blanca que se desvanecía en la arena. —No quiero volver a la realidad.

—Lo entiendo —respondió Harry, apretando su mano. —Pero lo que hemos construido aquí no se va a desvanecer solo porque regresemos a Londres. Puedes llevarte esto contigo.

Louis sintió una oleada de calidez en su pecho al escuchar las palabras de Harry. Había algo reconfortante en la certeza de que no estaba solo, que podía contar con alguien que lo apoyara mientras navegaba por sus miedos. Pero, aun así, la ansiedad lo envolvía como una manta pesada.

Mientras empacaban sus cosas, Louis reflexionó sobre cómo había cambiado en tan poco tiempo. El Louis que llegó a East Sussex era un chico asustado y herido, pero ahora, gracias a Harry, había comenzado a vislumbrar la posibilidad de una vida diferente, una donde el amor y el deseo no estuvieran teñidos de dolor.

Al subir al auto, sintió que la emoción lo embargaba. No sabía qué les depararía el futuro, pero algo en su interior le decía que estaba listo para enfrentar lo que viniera, siempre y cuando Harry estuviera a su lado. Y aunque sabía que el camino podría ser difícil, había una chispa de esperanza que ardía en su corazón.

El trayecto a Londres transcurrió sin problemas. Pasaron las dos horas en silencio, escuchando la radio mientras ambos asimilaban lo que habían vivido esa semana. Los recuerdos de sus risas, de los momentos compartidos, y de las conversaciones profundas llenaban el aire, creando una atmósfera nostálgica.

—¿Sabes que te amo, verdad? —suelta Harry de repente, justo cuando ve el cartel que indica que han llegado a Londres.

Louis se quedó momentáneamente sorprendido, su corazón dio un vuelco. La sinceridad en la voz de Harry era inconfundible, y sus palabras resonaron en su mente, dejando una calidez que lo envolvió por dentro.

—Sí... lo sé —respondió Louis, sintiendo cómo una sonrisa se dibujaba en su rostro. —Yo también te amo.

Harry giró la cabeza hacia él, sus ojos brillaban con un destello de alegría. Era un momento simple, pero cargado de significado. Ambos habían recorrido un largo camino, y esa declaración era un paso más en su viaje juntos.

—A veces me asusta lo rápido que todo ha cambiado —admitió Louis, volviendo su mirada hacia la carretera. —Siento que estoy aprendiendo a amar de nuevo, y es... nuevo para mí.

—No tienes que tener miedo —dijo Harry, su voz firme y reconfortante. —Estoy aquí, y no voy a ir a ningún lado. Lo que estamos construyendo es real.

Louis asintió, sintiéndose aliviado al escuchar esas palabras. La promesa de Harry lo llenaba de esperanza y le daba la fortaleza que necesitaba para enfrentar el futuro. A medida que se adentraban en la ciudad, la familiaridad de Londres comenzó a abrazarlos, pero Louis sabía que ahora había algo diferente en su vida: tenía a Harry a su lado, y eso lo hacía sentir que podía enfrentar cualquier cosa.

Al llegar al departamento, Harry ayudó a bajar las cosas de Louis y de Theo mientras el omega alimentaba al pequeño niño. La calidez del hogar lo envolvía, y el aroma de la comida que había preparado Louis llenaba el aire, creando una atmósfera acogedora que contrastaba con la agitación de su regreso a la ciudad.

Una vez que dejó todas las pertenencias en sus respectivos lugares, Harry caminó hacia Louis, quien estaba meciendo suavemente a Theo en sus brazos, una expresión de amor y ternura iluminando su rostro. Sin poder evitarlo, Harry se acercó, tomando a Louis de la cintura y acercándose a su nuca, depositando un beso suave en su piel.

—Estaré al lado, vecino. Solo por si me necesitas... —susurró Harry, su voz cálida y reconfortante.

Louis sonrió, sintiéndose agradecido por la presencia de Harry en su vida. Sabía que ambos necesitaban espacio para aclimatarse al torbellino de Londres, pero también se dio cuenta de que tener a Harry cerca le ofrecía una sensación de seguridad y tranquilidad.

—Gracias, Harry. Realmente lo aprecio —respondió Louis, mirando a Theo, quien ya comenzaba a mostrar signos de sueño. —Creo que Theo necesita un poco de descanso.

Harry asintió, comprendiendo la necesidad de que el niño se acomodara después de un viaje largo. Se alejó un poco, pero no sin antes lanzar una última mirada llena de complicidad y cariño hacia Louis.

—Si necesitas algo, no dudes en llamarme —dijo Harry antes de dirigirse a su propio departamento.

Louis se sintió aliviado y emocionado al mismo tiempo. A medida que mecía a Theo, su mente se llenaba de pensamientos sobre el futuro, sobre lo que significaba tener a Harry en su vida. El camino por delante podía ser incierto, pero al menos ya no estaba solo.

El vecino: Bajo el Mismo TechoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora