29. ¡Está enamorada!

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Estaba cansada, muy cansada.

Hacían ya dos horas en la que habíamos llegamos al centro comercial en busca de vestidos para el baile.

Sí, Adriana e Isabelle me habían convencido a venir por aquí con ese propósito.

La única que faltaba en encontrar uno era yo. Simplemente no me gustaban los que veíamos en las tiendas. Agradecí por haber escogido esta mañana llevar mis Converse, de lo contrario no estuviera por aquí.

Cruzamos de una tienda a otra, estaba a punto de seguir avanzando cuando mis ojos quedaron impresionados por unos tacones preciosos de color blanco. Bien, el color blanco no se veía muy espectacular en los tacones pero este en especial, eran fabulosos.

Me detuve en seco y busqué la entrada de la tienda para luego adentrarme a ella. Isabelle y Adriana me siguieron, era mi turno de buscar.

─Esos zapatos, los quiero ─dije cuando tenía uno en mano.

─¿Estás loca? ─preguntó Isabelle─ ¿Dónde se ha visto que primero se compran los zapatos y luego la ropa?

¿Por eso estoy loca? ¿Qué hice mal?

Por supuesto, era ella la que sabía de moda, ropa, qué se yo.

─Primero buscaremos el vestido ─dijo tranquila Adriana, a comparación de Isabelle─ y estoy de acuerdo con ella ─respiró profundo y siguió─. Nunca, escucha bien, nunca se compran los zapatos primero. ¡Por Dios! Estamos en el siglo veintiuno. ¡Reacciona, mujer!

Llevé la mano libre a mi cara por la frustración. ¿Tanta dramatización por un par de zapatos?

Las próximas horas seguíamos buscando lo mismo, en aquel centro comercial. Me había rendido en buscar porque, bueno, ya no estaba con todas mis energías y estaba anocheciendo fuera. Cuando pensé que todas las esperanzas se habían perdido, encontré un hermoso vestido color rojo. Sí, quede impresionada con el vestido, en especial con el color, encajaba a la perfección con mi piel, y también a mi cuerpo. Era sencillo, no lo voy a negar, pero me encantaba. Isabelle decidió acompañar el vestido con un pequeño cinturón color café.

Antes de que Isabelle me dejara en casa, ella me contó que Dylan le invitó al baile, por lo que supuse, ahora ella estaría muy feliz. Me preguntaba si ellos llegarían a tener alguna relación amorosa.

En medio de la noche, estando en casa, me encontraba haciendo los deberes. ¿Por qué? Simple, porque yo nunca he querido hacer los deberes en el día de mi cumpleaños, es decir, ¿quién lo hace?

Eran pasadas las once, casi medianoche y yo seguía haciendo deberes.

Me faltaban dos párrafos para terminar el tema cuando mi celular vibró constantemente dando a entender que era una llamada entrante. Sonreí al leer el nombre: Leila.

Hace tiempo no conversaba con ella. Me fijé la hora y puse los ojos en blanco. Faltaba solo un minuto para que sea fecha de mi cumpleaños, cuando no.

─Hola, Leila ─dije cerrando mi libro.

─¡Emma! ¡Officialmente tienes diecisiete años! ¡Y a un año de ser legal! ─rompí en carcajadas por sus palabras.

Bien, ya era trece de septiembre, mi cumpleaños. Y oficialmente tengo diecisiete, como bien había dicho Leila.

─Feliz cumpleaños, hubiera preferido darte un abrazo también, pero por ahora, será sólo por llamada.

─Muchas gracias, al menos no me has olvidado como creí ─mentí. Sabía a la perfección que ella no se olvida de nadie o nada tan fácilmente.

─Nunca lo olvidaría, y bueno, ¿qué es de tu vida? ¿Qué se siente cumplir diecisiete?

¿Por qué siempre preguntan lo mismo? No es como que se sienta bien envejecer cada año, no para mí.

─En realidad allí, en donde te encuentras, sigo teniendo dieciséis, ¿recuerdas los cambios de horarios? ─por unos segundos estuvo en silencio y luego volvió a hablar.

─Lo sé, aquí son las once, pero sabes que no espero mucho, así que perdóname si te desperté.

─Oh, no, para nada. Estaba despierta.

─Bueno, mamá te manda saludos y besos de una cumpleañera a otra ─percibí una sonrisa de parte de ella.

─¡Dile que también le deseo un feliz cumpleaños! Claro, en una hora se lo dirás, ¿no?

─Por supuesto, esperame un momento ─se escuchó por la línea un golpe y luego un grito diciendo: ¡Mamá! ¡Emma no olvidó tu cumpleaños y te manda saludos!

Sonreí al escuchar sus palabras e imaginé cuál sería la reacción de parte de la señora Colton.

Dejé mi cuaderno en el escritorio y apagué la luz, dirigiéndome a la cama para acostarme.

─He vuelto ─dijo después de mucho tiempo esperando.

Sí, ella es así. Siempre cuando hablabamos por teléfono, por casualidad, ella recordaba que tenía cosas que hacer o decirles algunas cosas a sus padres y siempre hacía que yo la espere por unos momentos. Una vez esperé por unos quince minutos. Bueno, en realidad, estaba escuchando música por lo que no me importó en lo más mínimo la espera.

─Y dime, ¿cómo te va en la escuela? ─Pregunté.

─Normal, ya sabes; deberes, exámenes, experimentos, más exámenes... ¡No sé por qué estudio si para trabajar en McDonald's no se necesita el bachillerato!

Empezamos a reírnos por sus inconscientes palabras. Ella normalmente es rara, pero bueno, algo debemos de haber tenido en común para que nos llevemos tan bien.

─¡Ni sabes lo que me dijo Kyle! ─mencionó el nombre de su novio y prosiguió segundos después─ ¡Dijo que estaba gorda! ¿Puedes creerlo?

Puse los ojos en blanco. Yo no entendía a esta pareja. Ellos podrían estar peleando, matándose, incluso hasta no hablarse por horas pero seguían juntos. No lo entiendo y pensándolo bien, creo que nunca lo haré.

─¡Es decir, si aprecias al menos un poco a tu pareja nunca deberías decirle eso! ¡Él no me aprecia!

─Sabes que lo hace ─dije. Y en ese mismo instante volví a mi ex-pasatiempo favorito. Ayudarla en su situación amorosa.

Típico: puedes ayudar a tu hermano, hermana, amiga, vecina, prima, sobrina... inclusive hasta tu propia mascota en sus situaciones amorosas menos a ti mismo.

─Bien, no hablemos de él. Me prometí esta mañana que no hablaría de él por ningún motivo.

─Tú lo mencionaste, yo no ─dije a la defensiva.

─Lo sé, lo sé. Cuéntame de ti, ¿al fin alguien quién pueda iluminar tu pequeño corazón de Cupido oscuro?

Sí, para ella, mi nombre era Cupido oscuro. Ridículo, lo sé.

─Bueno, en realidad...─dudé en si era bueno o no contarle sobre Louis.

─¡Oh por Dios! ¡Has conocido a alguien! ─gritó.

Aleje lo más que pude mi celular para que no dañara mi sistema auditivo.

─Dímelo todo y con lujos de detalles ─después de decir eso, se escuchó nuevamente un golpe y escuché otro grito de parte de ella: ─¡Mamá! Emma conoció a un chico. ¡Está enamorada, al fin!

Menuda conversación me esperaba.

Lo que siento por ti.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora