Perdí la noción del tiempo, y había perdido la cuenta en el quinto vaso, habíamos encontrado un lugar en el que los cuatro pudieramos estar solos. Dylan con frecuencia nos traía vasos con ese líquido rojizo. No sabía cuál bebida sería, pero era mejor que la cerveza. Estaba segura.
Dylan había dicho que eso era mejor que la cerveza y él tenía razón. Cuando lo probé -la cerveza- sentí náuseas, pero con la bebida que estábamos tomando, no sentía nada similar. No sabía de qué exactamente era el sabor, pero gracias a mis papilas gustativas, supe que era sabor a fresa y no era tan amargo como la anterior.
La última vez que había visto mi reloj eran casi las ocho de la noche.
─Quiero bailar ─le susurré al oído de Louis. La música estaba en volumen muy elevado, por lo que si quería hablar con él, tendría que gritar, pero decidí hablarle por el oído para que sólo él escuche.
─Bailaremos, entonces ─dijo dándome de su mano.
Fuimos a la pista improvisada en medio del patio y cuando encontramos un espacio, empezamos a bailar al ritmo de la música.
Puse mis manos alrededor de su cuello y él las llevó a mi cintura. Me atrajo hacia si para estar mucho más cerca.
Estuvimos así por unos minutos, luego de dos canciones más, me sentía cansada y con mucha sed. Bien, embriagarse no era buena idea, pero aquí lo único que repartían eran alcohol, por no olvidar el hecho de que era gratis. Podría ir a la cocina y coger un vaso y servirme un poco de agua, pero no estaba en mi casa, no podía hacerlo.
Apoyé mi cabeza en su hombro, ya que la canción era lenta. No sabía cómo nos veríamos bailando pero era lo menos que me importaba ahora mismo.
Mis fosas nasales percibieron el olor a su fragancia y sonreí ante la sensación. Lo abracé fuerte y él también apretó su agarre de mis caderas. Busqué sus ojos con la mirada y cuando los encontré, sonreí. Mi vista viajó de sus ojos verdosos a sus labios, dos veces seguidas. Sus ojos tenían un brillo diferente, no sabía el por qué, pero me pregunté si era por la poca iluminación en la que nos encontramos.
Su vista cayó a mis labios y me mordí el labio inferior por la anticipación. Joder, quería besarlo y lo haría.
Me acerqué a él, cerrando mis ojos. Sus labios se encontraron con los míos y nos besamos. Desde mi punto de vista, era un beso desesperado. Puse de mis manos a cada lado de sus mejillas para así poder explorar su boca de una manera más fácil. Estaba a punto de alejarme, cuando sentí una punzada en mi labio inferior. Oh, él no lo había hecho.
Louis acababa de morder mi labio.
Me alejé lo suficiente para mirarlo directo a los ojos. Él tenía una sonrisa pícara por la acción que había hecho, sus ojos tenían un fuego que sabía exactamente lo que significaba.
─Tú... ¿acabas de morderme? ─levanté una de mis cejas para fingir el estar ofendida o que no me hubiese gustado de alguna manera. A pesar de su acto, yo estaba feliz y ligeramente ruborizada. Nunca nadie me había mordido el labio. Y que Louis lo haya hecho conmigo, no lo vi como algo malo... todo lo contrario, lo encontré como algo travieso.
─Sí ─asintió y rozó su nariz con la mía.
─¿Por qué? ─pregunté, curiosa por saber.
─Porque eres mía.
─¿Lo soy? ─mi voz sonó desinteresada, exactamente como quería que saliera.
─Sí, lo eres ─se acercó y me besó de vuelta.
Siguió besando mi piel cálida, por mi mandíbula e hizo un camino hasta mi cuello.
Instintivamente moví de mi cuello hacia el lado opuesto, para que así él pueda tener más accesibilidad, por su parte él no desaprovechó la oportunidad.
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Lo que siento por ti.
Lãng mạnEmma Johnson, una adolescente con tan sólo dieciséis años, que después de pasar toda una vida trasladándose de ciudad en ciudad, tendrá que soportar otro cambio más en su vida. Aunque para ella, ya se ha hecho un ritual mudarse, ya no quiere seguir...