33. Lo que somos.

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Habían pasado al menos media hora desde que entramos en la autopista, él no había dicho palabra alguna desde entonces. Mi curiosidad estaba en el punto más elevado, y cada minuto se me hacía eterno. Para mí, era casi imposible ubicarme, a pesar de que ya serían un mes desde mi estadía aquí, aún no podía ubicarme, sólo a cada algunas millas leía los carteles en los que decían los nombres de las carreteras, las salidas y hasta los puntos cardinales. Llegué a la conclusión de que nos acercabamos en la dirección sur, es decir, era lo que indicaba y también no podía ser más obvio si en cada cierto lugar habían letreron exageradamente de un tamaño visible indicándonos por dónde ir.

Después de avanzar y haber pasado South Houston, estábamos en la avenida Gulf Fwy y nos dirigimos en dirección recta hasta que doblamos a mano derecha en la salida 8B, entonces todo estaba claro.

Estábamos cerca del mar, muy cerca porque llegaba a escuchar los sonidos que emitían las olas y fue entonces que desde el momento en que había entrado al auto, dirigí mi vista hacia él.

Louis estaba concentrado en la tarea de conducir, de manera tranquila y despreocupada. Su cabello se encontraba relativamente desordenado y me contuve con la urgente sensación que tenía de pasar mis dedos para arreglarlo de alguna manera. Bajé mi vista lo suficiente, para apreciar su perfil y me detuve en cuanto me concentré en sus labios. La manera en la que siempre me sorprende con sus besos era una perfecta manera de poder olvidarme de todo lo que me rodea a mi alrededor, son en esos momentos en los que sólo somos él y yo.

Louis se percató de mis miradas y volteó para mirarme a los ojos.

Sonreí y sentí cómo mi corazón palpitaba continuamente y como el rubor subía a mis mejillas por haber sido muy obvia desde el principio, me devolvió el gesto y bajé mi vista a mis dedos entrelazados.

Dirigí mi vista por la ventana, en un momento en el que sabía que tendría que enfrentar tarde o temprano su mirada. Me sorprendí por el haber estado cerca de un semáforo, lo que daba a entender que estábamos en una zona urbana. Se detuvo en el semáforo rojo y sentí su mirada en mí.

─No me molesta que estuvieses viéndome ─susurró─. No cuando sé que yo haría lo mismo, es decir, eres preciosa, ¿por qué no darme algunos minutos para apreciarte?

Sonreí tímida y lo miré a los ojos. Atrajo su mano derecha y entrelazo sus dedos con mi mano izquierda. Su caricia de alguna manera, en la cual no sabía exactamente qué, había despertado algo en mí, pero siendo sincera no lo sabía.

─Eres demasiado hermosa... lo sabes, ¿no es cierto?

Sonrió y dejó un escaso beso en mi mano para luego seguir conduciendo.

Seguíamos en silencio hasta que llegamos a un estacionamiento y luego aparcamos. Me di un tiempo en mirar a nuestro alrededor. No habían muchos autos, hasta donde observé sólo eran dos pares de éstos y una motocicleta aparcada un poco lejos de donde había estacionado Louis.

Bajó en un movimiento rápido y luego rodeó su carro para abrir la puerta a mi lado. Hizo una elegante reverencia, para que yo bajara dándome una de sus mano y así sujetarla mientras bajaba.

Sonreí ante su gesto, para luego agarrar mi pequeño bolso y bajar un poco mi vestido ya que éste estaba más arriba de lo usual.

─Espera un momento ─se dirigió a la parte trasera del auto─, sólo necesito sacar algunas cosas e iremos.

Cerré la puerta para hacer tiempo y él llegó a mi lado con una especie de cobija. Funcí el ceño y el sonrío. Lo miré y negó con la cabeza.

─No, preciosa ─dijo─, no dormiremos aquí. Sólo estaremos frente al mar ─llevó la cobija a su otra mano y con la otra libre, me ofreció la mano─. Ven, valdrá la pena.

Lo que siento por ti.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora