3. Llegada a Houston.

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Pasamos aproximadamente tres horas en el avión cuando recién escuché a la azafata decir que en los próximos diez minutos, ya estaríamos en Texas. La verdad no me emocionaba tanto, creo que más tiempo he pasado en aeropuertos y aviones que en mi propia ciudad natal.

* * * *

Después de aterrizar y esperar para recoger nuestro respectivo equipaje, un hombre bien vestido de traje llevaba un cartel que decía: "Familia Johnson". Sonreí porque no era la primera vez que veía esto.

Me acerqué a mi padre que llevaba un carrito con todas las maletas y le dije: ─¿Del trabajo? ─Lo dije tan bajito que creo que sólo él pudo escucharlo, él solamente asintió con la cabeza.

─¿Familia Johnson? ─dijo el hombre... Era alto y muy simpático. ¿Cuánto tendrá? ¿Treinta? ¿Más?─. Mi nombre es José y los llevaré a su nuevo hogar... Acompañenme, por favor ─y nosotros lo seguimos.

Subió las maletas al auto y entró al coche, en unos minutos ya estábamos en una de la autopistas de Houston, Texas.

En el trayecto, me perdí en un mar de pensamientos, distraída observando cada detalle de esta nueva ciudad.

Definitivamente aquí no era como en Miami, y por supuesto, tampoco sería como mi ciudad natal, Nueva York.

Sin embargo, mamá había dicho que el clima aquí era, más o menos, similar que al de Nueva York. Dijo que en invierno las temperaturas eran relativamente bajas, y no tenía punto en comparación al clima de Florida. Allí siempre estaba soleado, incluso hasta podía llover por minutos y el sol seguía teniendo el mismo efecto. Creo que debido a que he pasado varios meses allí, mi piel se encontraba como cualquier otra nativa de dicho lugar.

Cuando llegamos, vi que era una casa parecida a la anterior, era de dos pisos; su fachada me era familiar, y llegué a la conclusión de que la casa que tenía muchas similitud. Cuando entramos, me sorprendí el encontrarme con la casa amueblada y muy bien equipada, diría yo.

El chofer amablemente se despidió y se retiró de la casa... Claro, antes bajó las maletas y ayudó a mi padre para que las metiera a nuestro nuevo hogar.

─Hogar dulce hogar ─dijo papá mientras se sentaba en un sillón que desde lejos se veía muy cómodo.

─Ojalá después de unos cuántos meses no nos estén botando y cambiando a otra ciudad ─dije un poco molesta.

La verdad es que ya estaba cansada. Mucho cambiábamos de casa, de todo, y para mi no era muy fácil encontrar amigos que pudieran soportarme o yo soportar a ellos... En resumidas palabras, no era buena haciendo amigos.

─Emma ─dijo mamá con tono de reproche, desde la otra puerta. Creo que estará en la nueva cocina, no lo sé todavía.

─Déjala ─dijo papá─. Ya hablaré con ella después. Ahora creo que nos vendría bien que comamos algo ─mira su reloj─. Son casi las cuatro de la tarde... Necesitamos comer. Pediré pizza. ¿Está bien? ─yo no dije nada, me molesta que siempre cambiemos de casa, de amigos, pero el sí seguía con el mismo trabajo de siempre.

Durante el almuerzo, no dije ni una sola palabra. Sólo de vez en cuando me miraba mi padre y fingía que su vista estaba dirigidas detrás de mí. Yo sólo mantenía mi cara seria, en todo momento. Debía admitir que era de las personas que cuando debía esta seria, no lo estaba. Agradecí internamente, poder estarlo ahora.

Cuando terminé de comer me levanté y di las gracias. Ellos también hicieron lo mismo. Lavé el plato que ocupé y me dirigí hacia las escaleras.

Lo que siento por ti.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora