No decidía si debería bajar o no, era sábado a las siete de la mañana, día de mi cumpleaños.
Mientras estaba con aquel dilema, tocaron la puerta.
Al abrirla, Lily junto a mis padres, traían consigo una pequeña mesita de madera con el desayuno. Me cantaron en coro feliz cumpleaños y luego mamá me regaló una cajita en la que de seguro abriría más tarde. Papá mencionó algo de que había dejado mi regalo en el primer piso, dando la excusa de que era muy pesado para subirlo. Y Lily... bueno, ella me felicitó con un abrazo a pesar de que noté que estaba algo disgustada, pero no le di importancia. Hoy es mi cumpleaños y nadie podrá estropearlo.
Al bajar, mamá me dijo que sería mejor que abra el regalo que ella misma me había dado.
Rompí el pequeño envoltorio y luego abrí la pequeña caja. Fue extraño porque nunca me habían regalado algo tan diminuto, es decir, me habían regalado joyas y todos los accesorios que una chica normal tiene, pero les dije que no deberían gastar más en esa clase de regalos. Bastante ya tenía y no todos los usaba, algo que al parecer no les era de mucha importancia a mis padres.
La sorpresa que me llevé al abrirla, me dejó impactada. Era un lindo llavero con dos llaves a juego, primero pensé; soy muy joven para que me regalen una casa, además de que no puedo vivir sola ya que ni sabría cómo sería vivir sola y tampoco trabajo, lo descarté de inmediato y luego de mi estúpida suposición me imaginé un auto. Mis pensamientos fueron volando recordando cada vez que decía que me gustaría tener un auto. Un auto mío, de mí propiedad.
Levanté la miraba y me encontré con mamá y papá cerca de la puerta principal, prácticamente, casi caigo por haber bajado las escaleras que nos separaban de manera rápida.
Al llegar a la puerta abracé a cada uno de ellos dándoles las gracias. Bien, no sabía lo que sería, pero me imaginaba un auto. Mi primer auto.
─Díganme que es lo que pienso ─dije sujetando las llaves como si mi vida dependiera de ello.
─Tu madre dio la idea, al principio, no sabía si sería buena idea, pero luego... ─con su dedo índice señaló alrededor─. Estamos en una generación en la que jóvenes como tú, tienen un automóvil para poder transportarse de un lado a otro, entonces dije: ¿por qué no darle esa prioridad a mi hija? ─sonrió y salió por la puerta para estar fuera.
Entonces, no estaba soñando, esto era real, lo es.
Mis ojos quedaron impactados al ver el coche de color blanco en la cera de mi casa, no sabía mucho de autos, pero apostaría a que era una vagoneta, es decir, es casi idéntica al que tenía Leila.
Agradecí muchas veces que después de la tercera vez, perdí la cuenta.
Papá y mamá entraron a casa cuando me dejaron con el auto. Abrí la puerta del conductor y me senté en el asiento sujetando el volante. Escuché abrirse la puerta principal de la casa y Lily salía de ésta. Cuando llegó a mi lado, abrió la puerta del pasajero para luego sentarse casi como yo lo había hecho.
─¡Felicidades tienes un auto! ─dijo queriendo bajar el vidrio de su lado, pero como no le puse contacto no servía. Genia, pensé─. Dylan y yo escogimos el color. Yo quería que fuera negro, pero él me convenció. Me está gustando la idea de tener alguna clase de familiar con la que me lleve bien. ¡Qué lastima que no sepas conducir! ─abrió la puerta mientras yo me quedé sin palabras porque ella tenía razón─. Adiós.
Sonrió por última vez y entró a la casa.
Me quedé perpleja al pensar, ¿por qué no se me vino a la mente eso? Ni siquiera tengo licencia de conducir. Debe de ser normal, ¿no? Quiero decir, yo aprenderé a conducir pero ya había avanzado... tenía mi auto.
Me sobresalté cuando algo impactó con el vidrio que supuse era el que quedaba detrás mio. Giré en dirección del ruido y me sorprendí al ver a James inclinado viendo mi auto. Sonaba bien decir que era mío.
─Lindo coche ─dijo con voz ronca.
─Gracias ─dije bajando del auto y cerrando la puerta.
Ya hacía mucho tiempo que no entablabamos una conversación, y a pesar de que es mi vecino, sólo lo veía en algunas ocaciones en la escuela.
─¿Es tuyo? ─dijo dándole golpecitos. Asentí emocionada. Bien, ahora estaba actuando extraño─. Entonces, ¿por qué no damos una vuelta por el barrio?
─No creo que sea buena idea ─dije mirando su perfil, ya que él estaba dandole vueltas al auto para observarlo.
─¿Es nuevo? ─preguntó.
─Así se ve ─dije metiendo un poco de mi cabello detrás de mi oreja.
Él me miró y sonrió de un lado. Bueno, creo que fui muy obvia.
─Lo siento... No quise decirlo de esa manera... Sonaba mucho mejor en mi cabeza ─dije mirando el césped del jardín y ni bien terminé de hablar me di cuenta de lo estúpida que había sido─. Sólo, olvídate de lo que dije.
Suspire y luego subí la mirada nuevamente para ver su cara y él estaba sonriendo coqueto.
─No te preocupes, entonces, ¿por qué no lo había visto antes?
─Me lo dieron hoy ─sonreí tan emocionada que pensé que lo había notado.
─¿Por qué? ─preguntó acercándose.
─¿Siempre le haces tantas preguntas a las personas? ─pregunté curiosa, él hacía muchas para responderle todas.
─Sólo si esa persona me agrada ─sacó las llaves del auto que las tenía en manos─. Vamos a dar una vuelta, ¿qué dices?
─Lo siento, hoy no puedo.
─Si lo dices por el baile, eso es en la noche. Tienes toda la tarde para prepararte ─sonrió, pero no era una sonrisa normal, no. Era de súplica, algo que no entendía. ¿Sería normal?
¿Por qué viene hoy y me invita a dar una vuelta? ¿Qué trama?
─¿Entonces? ─preguntó queriendo una respuesta.
─Hoy no, lo siento ─dije. Me acerqué y le saqué mis llaves de su mano─. Otro día, luego hablamos.
Lo dejé sólo, de pie en mi jardín. Entré de inmediato a casa, cerré la puerta y luego me acerqué a la ventana más cercana. De ahí, lo observé algunos segundos. Él seguía allí, apoyado de un costado en mi auto. Luego sacó su móvil y sonrió al haber leído lo que sea que haya leído. Miró una última vez en dirección de mi casa y yo instintivamente me escondí en el pilar. Esperé algunos segundos y luego volví a mirar por la ventana. Pero él ya se había ido.
─Ahora quieres con el vecino, ¿eh? ─salté del susto al escuchar a Lily que estaba sentada en los últimos escalones de la escalera con sus manos sujetando su cabeza. No la había escuchado bajar. En serio, ¿quién le enseñó ese vocabulario?
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Lo que siento por ti.
RomanceEmma Johnson, una adolescente con tan sólo dieciséis años, que después de pasar toda una vida trasladándose de ciudad en ciudad, tendrá que soportar otro cambio más en su vida. Aunque para ella, ya se ha hecho un ritual mudarse, ya no quiere seguir...