34. Entrenamiento.

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Dos semanas. Dos semanas habían pasado desde que Louis y yo, oficialmente, eramos pareja. Mi felicidad era reflejada y notada a todas horas y todos los días. Me encantaba la idea pasar tiempo con él. Después de la noche frente al mar, y luego de su declaración, nos quedamos a apreciar nuestro panorama, por lo que fueron algunos veinte minutos más y luego partimos hacia nuestras casas. Me dejó en la mía y él esperó a que estrase a mi casa, sólo para asegurarse de que su novia llegara sana y salva.

La primera semana, fue maravillosa. Prácticamente no habían muchas tareas por hacer, sólo tuve un examen de historia, pero después de todo, casi toda la jornada del día, la pasaba al lado de Louis. Esa misma semana, junto a mi nuevo auto, salíamos a lugares alejados de la ciudad para que él me enseñase a conducir. No era una experta aún, pero con un profesor como él, lo llegaría a ser algún día. Los primeros días me indicó lo que debía y no, hacer cuando conduciera. Recuerdo cuando dijo que como era mujer, y porque el deber lo llamaba a él, tenía que informarme que estaba prohibido hablar por teléfono mientras estaba conduciendo, rotundamente prohibido, también maquillarse en el trayecto e incluso besarse con el novio, a no ser que sea él, claro. Dijo que siempre podía esperar hasta que estacionemos en un lugar en el que no recibamos multas y en aquel lugar, podíamos besarnos lo que quisieramos. Me enseñó también las direcciones, el cómo manejar el volante y cuál era el freno y el embrague.

La segunda semana fue casi igual a la otra, a diferencia de que ya había entrado a una escuela para aprender a conducir, y a pesar de los discusiones muy poco profesionales con Louis, y que prácticamente se quejó porque no pasaríamos tiempo en mi auto, mientras él me enseñaba por algunas horas y nos pasabamos otras besuqueandonos, llegamos al acuerdo de que él sería quién me llevaría a dicho lugar. También, habían empezado los entrenamientos del equipo de baloncesto. Al parecer todos los lunes, miércoles y viernes, entrenaban. Lo acompañé el pasado miércoles porque sí tenía tiempo en asistir. El lunes, al profesor de física se le dio la fantástica idea de darnos un informe exageradamente extenso para el día siguiente, por lo que se me hizo imposible acompañarlo.

Con respecto a nuestros amigos, al lunes siguiente en el almuerzo, para la semana en que Louis y yo estábamos juntos, no se sorprendieron mucho el que le dijeramos que oficialmente eramos pareja. Dylan dijo un comentario sobre que ya era hora, por la forma en la que según él, yo lo desvestía con la mirada a Louis, cosa que no era cierto.

Durante los últimos días, yo molestaba a Isabelle y a Dylan con comentarios sobre su amistad y lo muy lindo que serían siendo pareja. Isabelle se sonrojaba cada vez que tocaba el tema y Dylan, él sólo era... él. Pero a pesar de todo, sabía que ellos llegarían a formar una pareja.

Estaba segura que Isabelle sentía alguna pequeña envidia respecto a mi relación con Louis, pero no era porque yo esté con él, sino porque ella estuvo enamorada de Dylan por muchos años y no había pasado nada entre ellos. En cambio conmigo, no pasó ni dos meses y ya éramos pareja.

Hoy era viernes. El día transcurrió de manera rápida cosa que agradecía internamente. No había pasado nada interesante en las últimas horas. Eran al menos las seis y media de la tarde y me encontraba con Isabelle, sentada en la banca del público con mirada directo a la cancha en donde Louis y Dylan estaban entrenando.

Era mi segundo día aquí, esperando a Louis para que acabara su entrenamiento y como el pasado miércoles la pasé, un poco sola, pensé que a lo mejor podía decirle a Isabelle que me acompañe y así ella también podía apreciar al chico que le gusta, cómo se ejercitaba. Ella permanecía todo el tiempo nerviosa y yo simplemente me perdía observando cómo Louis hacia ejercicio.

Bien, ver hombres con sus poleras empapadas en sudor no era lo más adecuado para apreciar, pero si se trataba de la persona que te gustaba, y aun más cuando era tu novio el quién estaba allí, y que algunas veces se descuidaba del entrenador para mandarme algunos besos o guiñarme el ojo, hasta incluso al final de la jornada se quitaba la camiseta y yo disfrutaba de la vista a pesar de que no eran muchos los minutos que fuesen.

Lo que siento por ti.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora