Capítulo Cincuenta

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No se ha mostrado la cara actual de Jeff en televisión, solo una fotografía suya de cuando tenía trece años, magullado por muchos golpes, sus ojos llorosos y el ceño fruncido. Parecía tan diferente... su cabello era castaño, corto, su piel pálida, pero no blanca como la tenía ahora. No había rastro de esa locura que ahora estaba presente en sus ojos, y no tenía la boca cortada. 

Cinco cadenas perpetuas y pena de muerte por inyección letal. Una sentencia del todo surrealista. Jeff no cumpliría esas cinco cadenas perpetuas si iban amatarlo. Además, una persona no vivía cinco vidas. Lo han hecho para tranquilizar a la gente, para que supieran que Jeff no saldría de la prisión, no vivo. 

Llevo tres noches sin dormir. Cuando cierro los ojos, veo a Jeff frente a mí, encadenado, intentando alcanzarme, mirándome con esos ojos enrojecidos, sus dientes apretados, sus labios en carne viva, gritándome, amenazándome como un demonio. 

¡¡Saldré, juro que saldré e iré a por vosotros!!

Es como si ahora la oscuridad me diera miedo. 

—¿Evolet?— mamá me llama desde lo alto de las escaleras. Baja y entra al salón. Cuando ve que está puesto el canal de las noticias, coge el mando y apaga la televisión —Cariño, ya sé que quieres saber todo lo que va a pasarle a ese...— hace una pausa. No ha querido nombrar a Jeff ni un solo momento desde que se supo su sentencia, desde que yo declaré en el último juicio. —Pero ya es suficiente, necesitas quitarte de la cabeza todo esto. 

Sé que mamá lo está intentado; solo quiere que siga mi vida con normalidad, pero no puedo, y Josh tampoco. 

Ha vuelto al colegio después de unas semanas, después de que todo acabara. Su profesora le mira con lástima, sus compañeros no dejan de hacerle preguntas morbosas sobre lo que le pasó. Pero mi hermano no se acuerda de nada, su mente ha bloqueado esos recuerdos, es como si él hubiera estado dormido cuando todo aquello sucedió, como un sueño que se olvida al despertar.

A veces me gustaría tener la misma suerte, si se puede llamar así, pero no solo me olvidaría de Jeff. 

—¿Puedes ir a buscar a tu hermano al colegio?— mi madre vuelve a sacarme de mi burbuja de pensamientos y desvía la mirada al reloj analógico que hay sobre la televisión —Estará a punto de salir ya. 

Yo me quedo callada. 

Hace más de una semana que no salgo de casa. No me siento capaz después de todo lo que sucedió. No he ido a clases, es posible que me hayan denegado la matrícula. 

La gente me mira fijamente y susurran. He salido en las portadas de periódicos y revistas, saben de sobra quién soy, no importa que me ponga una sudadera con capucha, unas gafas de sol, es como si alguien siempre se las apañara para reconocerme, y era un asco. 

—Esa es la chica que encerró a Jeff the killer. 

—¿Escuchaste lo que le pasó a su hermano? 

—Pobrecita, ha pasado por un verdadero infierno. 

—¿Cómo puede salir a la calle tan tranquila? Yo estaría aterrorizada, no volvería a ser la misma. 

Claramente la gente no tiene ni idea de nada. 

—¿Podrías ir tú? Prefiero no salir a la calle— le pido, todavía sentada en el sofá, sintiendo mis piernas pesadas, mis dedos agarrotarse, por la ansiedad que me produce salir, exponerme a los ojos críticos de los demás. 

Mi madre me mira. Sé que me entiende, sé que no quiere presionarme, ni forzarme, papá tampoco. 

—Tengo que irme a trabajar en unos minutos— me responde ella, apenada —Lo siento, cariño.

Frunzo los labios. 

—Te vendrá bien salir, que te de un poco el sol. Además, a Josh le hará muy feliz verte. 

Me habría negado, me habría aferrado al sofá con uñas y dientes, suplicándole a mi madre que no me hiciera salir. Los colegios están llenos de madres y padres cotillas, que no hacen más que mirar a la gente y cuchichear, son como buitres, no sienten empatía por nadie, pero se creen buenos padres. Y luego sus hijos persiguen a mi hermano, haciéndole preguntas horribles que él no puede responder porque el trauma fue demasiado fuerte para él.

Pero me levanto, voy hacia mi habitación y me visto con unos vaqueros, una camisa blanca, una chaqueta y me pongo las gafas de sol. Mi pelo ya ha crecido bastante, así que me hago una coleta alta y cojo las llaves de casa para salir.

El sol hace que me piquen los ojos ligeramente, todavía sigue brillando con demasiada fuerza, pero afortunadamente no hay demasiada gente en la calle. 

Podría coger un autobús para ir hasta la puerta del colegio de Josh, pero prefiero ir caminando. Me he traído los auriculares conmigo para no sufrir el silencio. El silencio me inquieta. 

Justo cuando llego a la puerta del colegio, ya está abierta y los niños están saliendo, yendo hacia sus familias. Yo mantengo las distancias hasta que veo a Josh salir, probablemente buscando el coche de papá, pero sus ojos se posan en mí. 

—¡Evolet!— grita, contento, y corre hacia mí para darme un abrazo que yo correspondo enseguida. 

—Hola— le saludo, con una sonrisa, que se me borra rápidamente cuando me doy cuenta de que todos nos están mirando. 

Miradas de lástima, críticas, ceños fruncidos, labios apretados. 

—Evolet— la madre de uno de los niños, una mujer con la que solía hablar mi madre, se acerca, cogiendo a su hijo de la mano —¿Cómo te encuentras, después de...?

Sé que no está preocupada. Josh se siente incómodo con su presencia y todo el mundo ha puesto la oreja, pendientes de mi respuesta. Solo quieren satisfacer su morbo, saciar su curiosidad. 

—Déjenos en paz. Si lo que quiere es información, tiene toda la que necesita en las noticias.— respondo. No quiero ser amable, no con ellos, no cuando su preocupación es fingida.

Tiro ligeramente de la mano de Josh y nos marchamos. 

Estuve ayudando a mi hermano con los deberes toda la tarde, solos en casa. Yo no tenía nada que hacer, así que me quedaba con él todo el tiempo, solo podía separarme de él cuando iba al colegio o cuando nos íbamos a dormir. 

Cuando comienza a anochecer, mis ojos viajan de la vena al reloj situado en la encimera de la cocina mientras Josh y yo nos terminamos la cena. 

¿Y si al final no venía?


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⏰ Última actualización: 3 days ago ⏰

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Blood And Tears |Liu Woods|© Book 1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora