La iglesia a la que su abuela la llevó era pequeña pero acogedora. El edificio de piedra, con sus ventanas de vitrales que dejaban pasar la luz de una manera especial, le dio a Valentina una sensación de calma que no había experimentado en días. Al entrar, el olor a incienso y cera de las velas la envolvió de inmediato. La iglesia tenía algo que la hacía sentir que, al menos por un momento, podía escapar del peso de todo lo que había pasado.Su abuela la guió hacia un banco cerca del altar, donde se sentaron en silencio, como si todo el bullicio de la vida exterior se desvaneciera en ese lugar sagrado. Valentina no sabía exactamente por qué había decidido ir. En su mente, todo parecía una ilusión, algo que no cambiaría nada. Pero algo en la paz del lugar le hacía querer quedarse, aunque fuera por un rato.
El servicio comenzó con las suaves notas de un órgano tocado a lo lejos, y el coro comenzó a cantar himnos que resonaban en las paredes. Valentina no estaba acostumbrada a asistir a la iglesia con frecuencia, pero al escuchar las palabras llenas de esperanza y fe, una parte de ella sintió una conexión que no había anticipado. La serenidad de la música, las palabras de los cantos... todo parecía tener un propósito en ese momento.
Mientras la misa continuaba, Valentina no podía dejar de pensar en su madre, en cómo se sentía abandonada, aunque sabía que su madre lo hacía por su bien. También pensaba en Sebastián, en esa forma de mirarla, de retarla, como si todo lo que ella sentía fuera irrelevante para él. El dolor de estar tan lejos de su hogar, de su vida, parecía asfixiarla poco a poco, pero la paz de la iglesia comenzaba a calmar ese torbellino interno.
Al final del servicio, su abuela la tomó de la mano mientras salían del edificio. La iglesia, aunque pequeña, tenía una energía tan fuerte que Valentina sintió que su corazón latía un poco más tranquilo.
—¿Te gustó? —preguntó la abuela con una sonrisa cálida.
Valentina asintió lentamente, aunque no estaba segura de lo que realmente sentía.
—Creo que sí. Es... diferente —respondió, mirando al frente mientras caminaban hacia la salida del parque.
Al salir, el aire fresco de la tarde la recibió, y Valentina miró al cielo. Había algo en el azul del horizonte que la hacía sentir que todo podría estar bien, aunque solo fuera por un momento. Quizás no podía cambiar lo que había pasado, pero tal vez podía encontrar un lugar de paz dentro de sí misma.
Ese día, mientras regresaban a la mansión Montes, Valentina no pensaba en Sebastián, ni en la distancia con su madre. Pensaba en lo que su abuela había dicho: "Ver más allá de lo que parece". Quizás había algo más que aprender de todo esto. Quizás la vida aquí, aunque tan diferente, podría enseñarle algo que no había anticipado.
Cuando llegaron a la mansión, Sebastián estaba en el jardín, hablando con un grupo de amigos. Valentina lo vio de lejos, su postura relajada y esa expresión arrogante en su rostro. Aunque ella intentó no prestarle atención, no pudo evitar que su mente se volviera a ocupar de él. ¿Por qué siempre tenía esa forma de mirar las cosas, como si pudiera hacerla sentir insignificante?
No pasó mucho tiempo antes de que él la viera y, como siempre, se acercó con su paso confiado.
—¿De vuelta de la iglesia? —preguntó Sebastián, con una sonrisa que a Valentina no le gustó nada.
—¿Y eso te interesa ahora? —respondió ella, algo más fría de lo que había planeado.
—Solo me pregunto qué hace una chica como tú en un lugar como ese. ¿De verdad crees en todo eso? —dijo él, su tono desafiante.
Valentina lo miró fijamente, resistiéndose a su provocación.
—No sé si creo o no, pero lo que sí sé es que no necesito tu aprobación para nada. No te importa lo que haga o deje de hacer —dijo con firmeza.
Sebastián no parecía molesto. Solo levantó una ceja, como si la situación le resultara divertida.
—Tienes razón, no me importa —respondió él, con una sonrisa que Valentina no sabía si era sincera o no.
Antes de que pudiera decir algo más, su abuela apareció detrás de ella, interrumpiendo la conversación.
—Sebastián, ¿estás molestando a mi nieta? —dijo la abuela con una sonrisa, pero con una mirada que dejaba claro que no toleraría más bromas.
Sebastián levantó las manos en señal de rendición.
—Solo estaba conversando con Valentina, abuela. No pasa nada.
Valentina miró a su abuela con sorpresa. La forma en que trataba a Sebastián era completamente diferente. Parecía que él tenía una especie de influencia sobre ella, algo que Valentina no lograba entender. Sin embargo, no quería entrar en esa conversación. Se dio la vuelta y se dirigió hacia la casa sin decir nada más.
Esa noche, mientras se preparaba para dormir, Valentina no podía dejar de pensar en lo que había sucedido durante el día. Algo en la iglesia la había tocado, pero las sombras del pasado seguían ahí, acechando, como una pesadilla que no podía alejar.
Sin embargo, por primera vez desde que llegó a España, Valentina sintió una pequeña chispa de esperanza. Tal vez, después de todo, podría encontrar una forma de cambiar las cosas. Quizás no todo estaba perdido.
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Un lugar que no es casa
NouvellesValentina siempre había tenido una vida sencilla pero perfecta, hasta que todo cambió. La pérdida del trabajo de su madre la obligó a dejar Chicago y su mundo conocido para ir a España, a vivir con su abuela en una casa que no sentía suya. Allí, el...