SebastiánEsa noche, después de hablar con Vanessa y Rosalis, sentí que una parte del peso que había cargado durante días comenzaba a disiparse. Saber que ellas no se oponían a mi relación con Valentina, al menos no de manera tajante, me dio fuerzas. Pero sabía que eso era solo el comienzo. Ahora tenía que demostrarle al mundo —y sobre todo a Valentina— que estaba listo para luchar por nuestro amor.
Me dirigí al jardín, donde Valentina solía pasar las noches cuando quería estar sola. La encontré sentada en una banca de piedra, con las manos entrelazadas y la mirada perdida en el cielo estrellado. A pesar de todo lo que había ocurrido, su presencia seguía siendo mi refugio.
—Pensé que te habías ido a dormir —dije, acercándome lentamente.
Ella giró la cabeza hacia mí, y en su mirada había una mezcla de ternura y preocupación. —No podía dormir. Hay demasiado en mi mente.
Me senté a su lado, dejando que el silencio se acomodara entre nosotros por unos momentos antes de hablar. —Sé que todo esto ha sido complicado para ti. Pero quiero que sepas que no voy a retroceder. Lo que dije en la boda... no fue un impulso, Valentina. Fue la verdad.
Ella suspiró, y sus ojos volvieron al cielo. —Sebastián, no sabes cuánto significa eso para mí. Pero aún tengo miedo. Esto no será fácil. La gente hablará, y no solo de ti, sino también de mí. Ya sabes cómo son las personas... siempre buscando culpables.
Tomé su mano entre las mías, sintiendo su calidez. —Que hablen lo que quieran. Lo único que me importa es que tú estés a mi lado. Lo demás... lo enfrentaremos juntos.
Ella me miró, y en sus ojos vi una chispa de esperanza, pero también una sombra de duda. —¿Estás seguro, Sebastián? ¿Realmente estás preparado para todo lo que venga? Porque esto no es un juego.
Asentí con firmeza. —Estoy seguro, Valentina. No hay nada en este mundo que me importe más que tú.
Ella cerró los ojos por un momento, como si intentara absorber mis palabras, y luego apoyó su cabeza en mi hombro. Permanecimos así por un rato, en silencio, mientras las estrellas nos observaban desde lo alto.
Al día siguiente, decidí dar un paso más. Sabía que para demostrarle a Valentina mi compromiso, tenía que hacer algo significativo. Fui a buscar a don Adolfo y a mi madre, quienes estaban en el despacho. Cuando entré, ambos me miraron con curiosidad.
—Hijo, ¿todo bien? —preguntó mi madre, dejando un libro que estaba leyendo sobre la mesa.
Asentí, sintiendo el peso de lo que estaba a punto de decir. —Quiero hablar con ustedes sobre mi futuro... y sobre Valentina.
Don Adolfo entrecerró los ojos, pero asintió, invitándome a continuar.
—He estado pensando en lo que significa realmente ser parte de esta familia, en las responsabilidades que conlleva. Sé que ustedes siempre han esperado que yo siguiera los pasos de la familia Montes, que me encargara de los negocios y del legado. Pero quiero ser claro: no estoy dispuesto a sacrificar mi felicidad por cumplir con expectativas que ya no tienen sentido para mí.
Mi madre me miró con una mezcla de sorpresa y orgullo. —Sebastián, ¿qué estás tratando de decir?
Respiré hondo. —Quiero construir mi propio camino, mamá. Quiero estar con Valentina y crear algo juntos, algo que no esté definido por las tradiciones o las apariencias.
Don Adolfo sonrió ligeramente, como si hubiera estado esperando estas palabras. —Sabía que tenías algo más que decir desde ayer. Y déjame decirte algo, hijo: tu madre y yo no estamos aquí para imponerte un destino. Si Valentina es tu elección, entonces lucha por ella. El legado de nuestra familia no está en los negocios, sino en las personas que amamos.
Mi madre asintió, tomando la mano de mi padre. —Adolfo tiene razón. No queremos que repitas nuestros errores, Sebastián. Queremos que seas feliz, como lo hemos sido nosotros.
Sus palabras me llenaron de alivio y determinación. Esa misma tarde, fui a buscar a Valentina, dispuesto a mostrarle que todo lo que le había prometido era real.
La encontré en la cocina con Vanessa y Rosalis. Las tres estaban cocinando, y la escena me hizo sonreír. Valentina, con el cabello recogido y un delantal lleno de harina, me miró sorprendida cuando entré.
—¿Qué haces aquí? —preguntó, sonrojándose levemente.
—Vine a verte —respondí con una sonrisa—. Pero parece que interrumpí algo importante.
Vanessa y Rosalis se miraron, y luego Rosalis habló con su tono directo. —Bueno, joven, si vienes a distraerla, asegúrate de que valga la pena.
Todos nos reímos, y Valentina me lanzó una mirada que mezclaba diversión y curiosidad. La tomé de la mano y la llevé fuera, al jardín, donde el sol comenzaba a ponerse.
—Valentina, hay algo que quiero hacer —dije, tomándola de ambas manos.
Ella me miró con sorpresa. —¿Qué cosa?
Me arrodillé frente a ella, sintiendo que mi corazón latía con fuerza. —Sé que todavía tenemos mucho que enfrentar, pero quiero que sepas que estoy aquí para ti, ahora y siempre. Valentina, ¿quieres ser mi compañera, mi apoyo, y caminar a mi lado mientras construimos nuestro futuro juntos?
Sus ojos se llenaron de lágrimas, y una sonrisa se formó en sus labios. —Sebastián... sí. Claro que sí.
Nos abrazamos, y en ese momento, supe que no importaba lo que viniera. Mientras estuviéramos juntos, podríamos enfrentarlo todo.
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Un lugar que no es casa
Short StoryValentina siempre había tenido una vida sencilla pero perfecta, hasta que todo cambió. La pérdida del trabajo de su madre la obligó a dejar Chicago y su mundo conocido para ir a España, a vivir con su abuela en una casa que no sentía suya. Allí, el...