ValentinaHabía pasado un mes desde que todo cambió en nuestras vidas. Mi cumpleaños número 18 llegó con una alegría que no podía comparar con nada en mi vida. La relación con Sebastián había florecido, y cada día sentía que lo nuestro era más fuerte, más real. Mi madre y mi abuela, aunque inicialmente preocupadas, terminaron aceptándolo completamente. Sebastián había demostrado con acciones que no solo me amaba, sino que estaba dispuesto a proteger y valorar nuestra relación.
Era una tarde tranquila. Sebastián me había llevado a la mansión Montes para una pequeña celebración por mi cumpleaños. Había decorado el salón principal con flores y luces, y hasta había preparado un pastel con mis sabores favoritos. La familia Montes, mi madre Vanessa y mi abuela Rosalis estaban ahí. Todo era perfecto.
—¿Estás feliz? —me susurró Sebastián mientras me sostenía de la cintura, su sonrisa iluminándome más que las velas del pastel.
—Más de lo que puedo explicar —respondí, mirándolo con una mezcla de amor y gratitud.
La música sonaba suavemente en el fondo, y todos parecían relajados, disfrutando del ambiente. Sin embargo, justo cuando me disponía a cortar el pastel, la puerta principal se abrió de golpe.
—¡Sebastián! —la voz aguda y furiosa de Marisol rompió la tranquilidad como un trueno en medio de un cielo despejado.
Todos se giraron hacia la entrada, y allí estaba ella, con el rostro desencajado y una mirada que alternaba entre el enojo y el desprecio. Iba vestida de forma impecable, como siempre, pero había algo en su expresión que la hacía lucir vulnerable, casi descompuesta.
—¿Qué estás haciendo aquí, Marisol? —preguntó Sebastián, su tono firme pero tranquilo, mientras daba un paso adelante para interponerse entre ella y yo.
Ella lo miró con los ojos brillantes, no de amor, sino de rabia contenida. —¡Tienes que asumir tu responsabilidad!
Sebastián frunció el ceño. —¿De qué estás hablando?
—Estoy embarazada, Sebastián. Y es tuyo.
El silencio que siguió fue abrumador. Podía sentir cómo todos contenían la respiración, esperando la reacción de Sebastián. Yo, por mi parte, sentí que el suelo se movía bajo mis pies.
—¿Qué? —fue lo único que pudo decir él, visiblemente confundido.
—¿Me escuchaste? —insistió Marisol, cruzándose de brazos como si ya tuviera la victoria en sus manos—. Estoy esperando un hijo tuyo.
La confusión en el rostro de Sebastián se transformó en incredulidad. —Eso no es posible, Marisol. Tú misma admitiste que habías estado con alguien más durante nuestro compromiso.
—¡No intentes negarlo! —gritó ella, su tono cargado de frustración—. Puede que haya cometido errores, pero este hijo es tuyo, Sebastián.
Sebastián permaneció en silencio por un momento, como si tratara de procesar lo que acababa de escuchar. Luego, su voz se volvió más fría, más controlada. —Si estás tan segura, entonces lo resolveremos de la manera correcta. Haremos una prueba de paternidad.
La firmeza en sus palabras hizo que Marisol retrocediera ligeramente, como si no esperara esa respuesta. Su mirada vaciló, pero rápidamente volvió a recuperar su actitud desafiante.
—Está bien. Haz lo que quieras. Pero te aseguro que este hijo es tuyo. Y cuando se demuestre, más te vale estar preparado para cumplir con tus obligaciones.
Dicho esto, dio media vuelta y salió de la casa, dejando tras de sí un silencio pesado y una tensión palpable en el aire.
Mi madre fue la primera en romperlo. —Valentina, ¿estás bien?
No podía hablar. No podía pensar. Mi mundo, que hace solo unos minutos había parecido perfecto, ahora estaba lleno de dudas y temores.
Sebastián se acercó a mí, tomando mis manos entre las suyas. —Valentina, escucha. No sé qué está intentando Marisol, pero te prometo que aclararé esto. No voy a dejar que nada nos separe.
Lo miré a los ojos, buscando alguna señal de duda o de mentira, pero todo lo que encontré fue sinceridad.
—Sebastián... —susurré, con la voz temblorosa—, ¿y si lo que dice es verdad?
—No lo es —afirmó con seguridad—. Lo sé, Valentina. Y voy a demostrarlo.
A pesar de sus palabras, no podía evitar sentir que algo en nuestra burbuja de felicidad acababa de romperse. La sombra de Marisol y su acusación ahora pendía sobre nosotros como una tormenta a punto de desatarse.
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Un lugar que no es casa
Short StoryValentina siempre había tenido una vida sencilla pero perfecta, hasta que todo cambió. La pérdida del trabajo de su madre la obligó a dejar Chicago y su mundo conocido para ir a España, a vivir con su abuela en una casa que no sentía suya. Allí, el...