Capítulo 6: Ecos del Corazón

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Esa noche, el silencio en la mansión era inquietante. Valentina se acurrucó en su cama, mirando el techo de la habitación iluminado tenuemente por la luz de la luna que se colaba por la ventana. Las palabras de Sofía resonaban en su mente, una y otra vez, como un eco que no podía ignorar.

"¿Sigues enamorada de él?"

Valentina había respondido con una negativa tajante, pero sabía que no era tan sencillo. Había algo en Sebastián que siempre lograba perturbarla, que la hacía sentir cosas que no quería admitir ni siquiera para sí misma. La forma en que sus ojos parecían buscar los suyos, esa sonrisa desafiante que tanto la irritaba, y ahora el anuncio de su boda con Marisol, todo parecía confabularse para mantenerla en un estado de constante confusión.

—No puede ser —murmuró para sí, apretando las sábanas con fuerza.

Pero en lo más profundo de su corazón, sabía la verdad. Sí, Sebastián la enfurecía, la desafiaba, incluso la hacía sentir pequeña a veces. Pero también había momentos, pequeños y fugaces, en los que lograba tocar algo en ella, algo que había intentado ignorar durante años.

Se levantó de la cama, incapaz de soportar la tormenta en su mente. Caminó hacia la ventana y abrió las cortinas. Desde allí, podía ver el jardín de la mansión, iluminado por la luz plateada de la luna. En la distancia, los rosales que su abuela cuidaba con tanto cariño parecían brillar, y Valentina recordó las tardes que había pasado allí, recogiendo flores y dejando que el aroma dulce calmara sus pensamientos.

Pero esta noche, ni siquiera ese recuerdo podía aliviarla.

Decidida a despejar su mente, salió de la habitación en silencio, con el cuidado de no despertar a nadie. Bajó las escaleras y salió al jardín, donde el aire fresco de la noche la envolvió. Caminó lentamente, sintiendo el crujir de la grava bajo sus pies, hasta llegar al banco de madera junto a los rosales.

Se sentó, mirando las estrellas, y dejó que las lágrimas que había contenido durante días finalmente cayeran.

—¿Por qué me siento así? —susurró, como si el cielo pudiera responderle.

No sabía cuánto tiempo estuvo allí, perdida en sus pensamientos, pero de pronto escuchó pasos detrás de ella. Se giró rápidamente, secándose las lágrimas con la manga de su suéter, solo para encontrarse con Sebastián, quien la miraba con curiosidad y algo de preocupación.

—¿Qué haces aquí a esta hora? —preguntó él, cruzándose de brazos.

—Podría preguntarte lo mismo —respondió Valentina, intentando sonar indiferente.

Sebastián no respondió de inmediato. En lugar de eso, se sentó en el banco junto a ella, dejando un espacio prudente entre ambos.

—No podía dormir —admitió finalmente.

Valentina lo miró de reojo, sorprendida por su honestidad. Sebastián rara vez mostraba vulnerabilidad, y eso solo añadía más preguntas a su ya confusa mente.

—Yo tampoco —dijo ella en voz baja, mirando sus manos.

Por un momento, ninguno de los dos habló. Solo el sonido del viento moviendo las hojas llenaba el espacio entre ellos.

—¿Estás bien? —preguntó Sebastián de repente, su tono más suave de lo habitual.

Valentina parpadeó, sorprendida por la pregunta.

—Sí. ¿Por qué no lo estaría?

Él la miró, como si pudiera ver a través de su fachada.

—No sé. Pareces... distinta últimamente.

—Distinta cómo.

—Como si llevaras algo dentro que no quieres decirle a nadie.

Valentina apretó los labios, sintiendo cómo el nudo en su garganta volvía. No quería hablar con Sebastián de lo que sentía, pero sus palabras habían tocado una fibra sensible.

—No tienes idea de lo que pasa por mi cabeza, Sebastián. No me conoces tanto como crees —dijo Valentina, su voz tensa mientras apartaba la mirada hacia los rosales.

Sebastián inclinó la cabeza, observándola como si estuviera intentando descifrar un enigma.

—Tal vez no te conozco tanto, pero no necesitas ser un genio para notar que algo te pesa. Lo veo en tus ojos cada vez que alguien menciona algo sobre mi madre, o... sobre mí.

Valentina sintió cómo su corazón daba un vuelco. Su mirada volvió a cruzarse con la de Sebastián, y por un instante, no supo qué decir.

—No todo gira en torno a ti, Sebastián —respondió finalmente, su voz más firme de lo que esperaba.

Él sonrió levemente, pero no con la arrogancia que solía caracterizarlo. Esta vez su sonrisa era tranquila, casi melancólica.

—Quizás no, pero no me puedes culpar por preguntar. Especialmente después de cómo saliste de la sala cuando mi madre empezó a hablar de la boda.

El nudo en el estómago de Valentina se apretó. No quería que Sebastián notara lo mucho que eso le había afectado, pero era evidente que ya lo había hecho.

—Solo estaba cansada —mintió, levantándose del banco con la intención de dar por terminada la conversación.

Sebastián la observó ponerse de pie, pero no intentó detenerla. En cambio, su voz la alcanzó mientras ella comenzaba a caminar de regreso hacia la mansión.

—¿Alguna vez te has preguntado por qué sientes tanto enojo cuando estás cerca de mí?

Valentina se detuvo en seco. Su espalda seguía hacia él, pero podía sentir su mirada clavada en ella, expectante.

—No estoy enojada contigo, Sebastián —respondió sin girarse.

—Entonces, ¿qué es? Porque lo que sea que sientes, está ahí, aunque intentes esconderlo.

Ella cerró los ojos, respirando profundamente para controlar las emociones que amenazaban con desbordarse. No iba a darle el gusto de saber lo mucho que sus palabras le afectaban.

—No importa lo que sienta. Tú te vas a casar, ¿recuerdas? Y yo no soy más que la nieta de la ama de llaves. Fin de la historia.

Sebastián no dijo nada de inmediato, y Valentina aprovechó el momento para seguir caminando, esta vez sin mirar atrás.

Cuando llegó a su habitación, cerró la puerta y se dejó caer contra ella, cubriéndose el rostro con las manos. No entendía por qué Sebastián lograba desestabilizarla tanto. Él siempre había sido una espina en su vida, alguien que parecía disfrutar poniéndola a prueba.

Pero ahora, había algo más. Algo que no quería aceptar.

"¿Por qué me importa tanto? ¿Por qué duele saber que se va a casar?"

Las preguntas giraban en su mente como un torbellino, y por más que intentara encontrar respuestas, solo lograba sentirse más confundida.

Se levantó y caminó hacia el espejo, mirando su reflejo. Sus ojos estaban llenos de emociones que no podía controlar: enojo, tristeza, y algo más profundo, más doloroso. Algo que no podía negar más.

Sí, estaba enojada. Pero no con Sebastián. Estaba enojada consigo misma por no poder apagar lo que sentía. Por haber dejado que él se convirtiera en algo más que un simple recuerdo molesto de su infancia.

Y ahora, con la boda de Sebastián acercándose, Valentina sabía que tendría que enfrentarse a esos sentimientos, le gustara o no. Porque aunque quisiera ignorarlo, su corazón ya había comenzado a hablar, y la verdad era imposible de acallar.

La pregunta era: ¿qué iba a hacer al respecto?

Un lugar que no es casa Where stories live. Discover now