Capítulo 13

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El día siguiente comenzó con una energía completamente diferente. Valentina despertó temprano, decidida a disfrutar del día a pesar de las tensiones que seguían flotando en el aire. Después de un desayuno ligero, Sofía, con su característico entusiasmo, sugirió que todos se dirigieran a la piscina del resort.

Valentina se cambió rápidamente, eligiendo un bikini que había comprado hace poco en un pequeño mercado local. Era sencillo, pero muy bonito, de un tono azul claro que resaltaba su piel bronceada y el color de sus ojos. No estaba acostumbrada a sentirse tan cómoda con su cuerpo, pero esa mañana se miró al espejo y, por primera vez, se sintió bien consigo misma. El bikini se ajustaba perfectamente, realzando sus curvas sin ser demasiado atrevido.

Cuando salió al patio principal, la cálida brisa del mar acarició su rostro, y Valentina sintió una sensación de libertad que hacía tiempo no experimentaba. Caminó hacia la piscina con la cabeza en alto, dejando atrás las inquietudes y la tensión de los días anteriores.

Lo que no esperaba era la mirada fija de Sebastián y Josué.

Desde que llegó al borde de la piscina, pudo sentir cómo ambos hombres la observaban, pero no de una manera común. Era una mirada intensa, como si cada uno de ellos estuviera absorbiendo cada detalle de su presencia. Sebastián, sentado cerca del borde de la piscina con una bebida en la mano, parecía no poder apartar los ojos de ella, mientras que Josué, siempre tan relajado, no podía evitar lanzar miradas hacia su dirección cada pocos segundos.

Valentina no sabía cómo reaccionar. Parte de ella se sentía halagada, pero otra parte la hacía sentirse incómoda, como si se hubiera convertido en el centro de atención de una manera que no deseaba. Aunque Josué había sido siempre un buen amigo, hoy había algo diferente en su mirada, algo que la hacía sentir vulnerable.

Sofía se acercó a ella con una sonrisa cálida, rompiendo el momento incómodo.

—¿Te gustan las vistas, Valentina? —bromeó, señalando a Sebastián y Josué, que intentaban disimular su observación, pero no lo conseguían del todo.

Valentina se sonrojó y soltó una risita nerviosa.

—No me di cuenta... —respondió, tratando de restarle importancia al asunto. Pero su incomodidad era evidente.

Marisol, que se encontraba cerca de Sofía, no pasó por alto la situación. Su mirada se posó brevemente sobre Valentina y luego, con una sonrisa venenosa, dirigió una mirada hacia Sebastián. Valentina notó cómo el gesto de Marisol se transformaba en uno de irritación, como si estuviera celosa de que la atención de los hombres estuviera en ella.

—Tal vez no es buena idea que Valentina esté tan cerca de la piscina, ¿no? —comentó Marisol, con un tono que pretendía ser casual, pero que estaba cargado de malicia.

Sebastián la miró de reojo, como si se estuviera forzando a no reaccionar, pero su mirada hacia Valentina fue breve, cargada de algo que Valentina no pudo interpretar.

Josué, sin embargo, parecía completamente ajeno a la tensión que comenzaba a formarse. Se levantó, caminando hacia la piscina para acercarse a Valentina con su sonrisa característica.

—¿Te unes a nadar? —preguntó Josué, invitándola con una mirada cómplice.

Valentina dudó por un momento, pero aceptó. La idea de zambullirse en el agua y alejarse un poco de la atmósfera tensa parecía atractiva. Mientras se adentraba en el agua, sintió cómo el calor de la mirada de Sebastián permanecía sobre ella, pero al menos, ahora tenía un refugio en el agua.

Josué se zambulló en la piscina con ella, y juntos comenzaron a nadar de un lado a otro. Valentina trató de ignorar el resto de los presentes y se concentró en el momento, disfrutando de la frescura del agua y la libertad que sentía al no estar atrapada en miradas incómodas.

Sebastián, por otro lado, no se apartaba de la orilla, observando cada movimiento que hacía Valentina en el agua. Parecía cautivado por la manera en que se movía, como si estuviera intentando descifrar algo que no podía comprender.

La tarde continuó, y Valentina intentó relajarse lo mejor posible, aunque sabía que las miradas de Sebastián y Josué seguirían acechándola. El hecho de que ambos estuvieran tan pendientes de ella la hacía sentir como si estuviera atrapada en una especie de juego silencioso entre ellos, un juego que no había pedido jugar.

A pesar de todo, Valentina sabía que no podía dejar que eso la afectara. Tenía que mantenerse firme, centrada en ella misma, en su bienestar. Si alguna vez necesitaba alejarse de la atención de los hombres que la rodeaban, lo haría. Pero por ahora, el agua la ayudaba a encontrar algo de paz.

Lo que no sabía era que las miradas de Sebastián y Josué serían solo el inicio de algo mucho más complicado. Algo que, en algún momento, tendría que enfrentar, aunque no estuviera preparada para ello.

Un lugar que no es casa Where stories live. Discover now