El sol de la mañana entró a raudales por las ventanas de la mansión, iluminando las habitaciones con un resplandor dorado que parecía prometer una nueva oportunidad para Valentina. Pero a pesar de la luz exterior, algo seguía nublando su mente. Estaba cansada. Cansada de las tensiones, de las expectativas, de los recuerdos. Y aunque en Madrid había encontrado un poco de paz, sentía que aún no era suficiente. Lo que más deseaba era escapar, alejarse de todo, incluso si solo fuera por unos días.Fue entonces cuando Sofía, la madre de Sebastián, anunció la idea de irse de vacaciones a un resort en la costa. La familia Montes necesitaba un descanso antes de la boda de Sebastián y Marisol, que cada vez estaba más cerca. Valentina había escuchado rumores de esos planes desde hacía días, pero nunca pensó que la invitarían. Ella no era una parte integral de la familia, a pesar de la amabilidad de Sofía.
Sin embargo, esa mañana Sofía le dio una mirada cálida y le dijo con una sonrisa:
—Valentina, quiero que vengas con nosotros. Es un viaje corto, solo unos días. Sé que podrías necesitar un descanso, y este lugar tiene todo lo que podrías desear. Además, me gustaría mucho que estuvieras con nosotros. Eres como una hija para mí.
La sorpresa fue inmediata. Valentina intentó disimular su incomodidad, pero era difícil. Estaba agradecida por la invitación, pero no estaba segura de cómo iba a manejar las tensiones que ya existían entre ella, Sebastián y Marisol. El simple hecho de estar cerca de Marisol durante esos días la llenaba de incomodidad, pero Sofía parecía tan genuina en su invitación que no pudo negarse de inmediato.
Sin embargo, cuando la idea se mencionó, Valentina notó el cambio inmediato en el rostro de Marisol. Aunque su sonrisa se mantenía intacta, sus ojos mostraron una irritación que no podía disimular.
—¿De verdad crees que Valentina debería venir? —preguntó Marisol, su voz envenenada con un tono de desdén apenas perceptible. —Después de todo, ya sabemos cómo se siente con Sebastián... ¿no sería incómodo para ella?
Valentina la miró, tratando de mantenerse serena, aunque el comentario la había herido más de lo que hubiera querido admitir.
Sofía, sin embargo, no se dejó influenciar por el comentario de Marisol. Era evidente que ella no solo la veía como parte de la familia, sino como una amiga cercana, alguien que había estado con ellos en los buenos y malos momentos.
—No veo por qué sería incómodo, Marisol —respondió Sofía con firmeza, sin dejar lugar a la duda. —Valentina es bienvenida, y la considero una parte importante de nuestra familia.
Marisol frunció el ceño, pero no dijo nada más. Aunque su actitud seguía siendo hostil, no podía hacer mucho más. Sofía no permitiría que su voluntad se impusiera. Era algo que Valentina sabía bien.
—Gracias, Sofía —dijo Valentina, con una mezcla de gratitud y nerviosismo. —Agradezco mucho la invitación, pero...
Antes de que pudiera continuar, Josué, que estaba en la misma habitación, intervino con su tono relajado y una sonrisa cómplice.
—Vamos, Valentina. Todos necesitamos un descanso. ¿Quién puede resistirse a unas vacaciones en la playa, eh? Yo mismo no puedo esperar para relajarme y disfrutar de algo de sol, y sería genial que te unieras. Estaríamos como en los viejos tiempos, solo que sin preocupaciones. ¿Qué dices?
Valentina miró a Josué, buscando algo de consuelo en su expresión. Josué había estado allí cuando más lo necesitaba, y su propuesta parecía atractiva, aunque solo fuera para escapar de la tensión constante. Se mordió el labio, indecisa. Sabía que sería difícil, que Marisol no la iba a recibir de la mejor manera, pero la idea de relajarse por unos días, sin la constante presión de la mansión, parecía demasiado tentadora como para rechazarla.
Finalmente, Valentina suspiró y aceptó.
—Está bien. Iré. Pero no prometo que sea fácil.
Josué sonrió ampliamente, sabiendo que había logrado convencerla.
—Eso es todo lo que necesitaba escuchar. ¡Va a ser genial!
Marisol, aunque molesta, no dijo nada más. Al fin y al cabo, no tenía mucha opción. Sofía ya había tomado su decisión, y no iba a cambiar de opinión solo por las quejas de su prometida.
El día del viaje llegó rápido. Valentina se preparó en silencio, sin querer hacer ruido ni llamar la atención. Aunque estaba agradecida con Sofía, las palabras de Marisol seguían resonando en su mente, y la idea de estar cerca de ella en el resort no le causaba ninguna emoción positiva. Sin embargo, trató de no pensar en ello. Si iba a pasar unos días fuera, al menos intentaría disfrutar del paisaje y el aire fresco del mar.
Cuando llegaron al resort, la vista era impresionante. Las aguas cristalinas del océano se extendían hasta donde alcanzaba la vista, y las palmas de los árboles se mecía suavemente con la brisa. Todo era perfecto, hasta que Valentina notó que Marisol había cambiado su actitud hacia ella. En el fondo, aunque no lo expresara abiertamente, se podía sentir la tensión entre ellas.
—Esto será interesante —susurró Valentina para sí misma, observando cómo Sofía se movía con naturalidad entre todos, mientras Marisol y Sebastián comenzaban a acomodarse en sus respectivos lugares, apenas dirigiéndole la palabra.
Pero Valentina no iba a dejar que eso le arruinara el viaje. Sabía que necesitaba tiempo para sí misma, y lo aprovecharía, sin importar lo que pasara a su alrededor.
Cuando la noche cayó, con las estrellas iluminando el cielo sobre el océano, Valentina se retiró a su habitación. Miró a través de la ventana, respirando profundamente. Había muchas cosas que todavía no entendía, pero por primera vez en mucho tiempo, estaba dispuesta a tomar un respiro y descubrir qué era lo que realmente quería para su vida.
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Un lugar que no es casa
Short StoryValentina siempre había tenido una vida sencilla pero perfecta, hasta que todo cambió. La pérdida del trabajo de su madre la obligó a dejar Chicago y su mundo conocido para ir a España, a vivir con su abuela en una casa que no sentía suya. Allí, el...