La primera noche en el resort fue tranquila, en comparación con lo que Valentina había esperado. El lugar tenía una calma que parecía envolverlo todo, como si el océano mismo pudiera borrar las tensiones que habían acumulado en su vida. Después de la cena, en la que Sofía trató de hacer que todos se sintieran cómodos, Valentina se retiró temprano a su habitación. No estaba cansada, pero la idea de estar rodeada de la familia Montes, especialmente Marisol, la había dejado con una sensación de incomodidad.Cerró la puerta detrás de ella, se deshizo del vestido de noche y se dejó caer en el sillón junto a la ventana. La vista del mar, iluminada por la luz de la luna, era impresionante, pero hoy no podía disfrutar de su belleza. En su mente seguían resonando las palabras de Marisol, las mismas que la habían seguido durante toda la tarde, ese veneno sutil que se filtraba en cada conversación y la mirada de superioridad que le dirigía cada vez que pasaban cerca.
"Solo está aquí porque Sofía la considera parte de la familia", pensó Valentina, con una mezcla de amargura y resignación. Sabía que para Marisol, su presencia en ese viaje era solo una molestia. Y, a pesar de todo, Valentina no podía evitar sentirse un poco culpable, como si realmente estuviera invadiendo un espacio que no le pertenecía.
Pero algo en su interior también le decía que necesitaba ese respiro. Necesitaba salir de la burbuja de tensión que había sido su vida en los últimos meses. Quizá el mar le daría algo de claridad.
Unos golpecitos en la puerta la sacaron de sus pensamientos. Se levantó rápidamente, algo sorprendida. Al abrir, se encontró con Josué, con una sonrisa amigable y el pelo algo despeinado por el viento de la playa.
—¿Te importa si hablo contigo un momento? —preguntó, como si no quisiera invadir su espacio, pero con esa familiaridad que siempre había existido entre ellos.
Valentina sonrió, aliviada de ver una cara amigable.
—Claro, pasa. —Hizo a un lado la puerta, dejándolo entrar.
Josué se sentó en la silla junto a la ventana y observó el mar en silencio durante un momento. Valentina no se sentó de inmediato. Estaba demasiado absorta en sus pensamientos, pero la presencia de Josué era reconfortante.
—¿Cómo te sientes? —preguntó Josué finalmente, sin rodeos, como si ya supiera la respuesta.
Valentina se encogió de hombros, intentando mantener una expresión neutral.
—Es raro estar aquí. Todo el ambiente me resulta... incómodo. No quiero causar problemas, pero no puedo evitarlo. —Suspiró, mirando el paisaje nocturno. —Marisol no me lo hace fácil.
Josué la miró durante unos segundos, como si estuviera analizando sus palabras. Luego, se recostó en el respaldo de la silla, cruzando los brazos.
—Marisol siempre ha sido... difícil. —Pausó, buscando las palabras correctas. —No te preocupes por ella, Valentina. Estás aquí porque Sofía quiere que estés. Y lo que más importa es que tú lo disfrutes. No dejes que su actitud te afecte.
Valentina se dio vuelta para mirarlo, apreciando su sinceridad. Josué siempre había sido un buen amigo, alguien que la entendía. Durante años, él había sido su confidente, y ella recordaba aquellos días de su niñez, cuando él la apoyó incondicionalmente, especialmente cuando Sebastián la humilló.
—Gracias, Josué —respondió ella, con una sonrisa que no era del todo genuina, pero que lo decía todo. —No sé qué haría sin ti.
Él levantó las cejas, una sonrisa bromista asomándose en su rostro.
—¿Sin mí? Solo eres una persona muy afortunada de tenerme cerca —dijo, y Valentina no pudo evitar reírse.
Ambos compartieron un silencio cómodo, uno en el que Valentina se sintió por un momento libre de la tensión que la había acompañado durante tanto tiempo. Josué siempre había sido un refugio, un lugar seguro.
—Te prometo que este viaje será mejor de lo que piensas. No todo será Marisol —dijo él, interrumpiendo sus pensamientos. —Solo relájate, disfruta del lugar. Aquí hay muchas cosas que ver, y más si estamos juntos.
Valentina asintió lentamente, sintiendo el peso de sus palabras. Quizás estaba lista para relajarse un poco, aunque solo fuera por unos días. A fin de cuentas, la razón por la que había venido era precisamente para eso. ¿Por qué seguir llevándola tan en serio?
—Tienes razón —respondió ella finalmente, de manera más decidida. —Voy a intentarlo.
Josué le sonrió ampliamente y se levantó, dándole una ligera palmada en el hombro.
—Eso es todo lo que quiero escuchar. Si necesitas algo, ya sabes dónde encontrarme.
Valentina lo vio salir de la habitación y volvió a sentarse junto a la ventana. Sus pensamientos se mezclaban, pero por primera vez en mucho tiempo, algo de paz había llegado a su corazón. Sabía que el camino hacia la tranquilidad no sería fácil, pero al menos podía empezar a buscarla.
Al día siguiente, Valentina decidió no dejar que la incomodidad se apoderara de ella. Mientras se preparaba para el desayuno, respiró profundamente y se prometió disfrutar de ese día. Aunque Marisol seguiría siendo un desafío, no podía seguir permitiendo que su presencia arruinara cada momento.
Esa mañana, mientras bajaba a la zona del resort donde Sofía y los demás estaban esperando, el sol se alzaba alto en el cielo, tiñendo el paisaje de colores cálidos. Valentina miró al mar, tomando un respiro profundo. Estaba lista para enfrentar lo que fuera, porque, por primera vez, sentía que había algo más importante en juego que solo la aprobación de los demás. Estaba lista para encontrar su propio camino, aunque eso significara enfrentarse a la realidad que la rodeaba.
Y lo haría con la firme determinación de no dejarse definir por nada ni por nadie más que por ella misma.
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Un lugar que no es casa
Historia CortaValentina siempre había tenido una vida sencilla pero perfecta, hasta que todo cambió. La pérdida del trabajo de su madre la obligó a dejar Chicago y su mundo conocido para ir a España, a vivir con su abuela en una casa que no sentía suya. Allí, el...