Extra 2 🫶🏻

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El día que habíamos esperado durante meses finalmente llegó, y la emoción, el amor y los nervios se entrelazaban en el aire. Valentina y yo habíamos pasado los últimos días preparándonos para la llegada de nuestro bebé, organizando su habitación, eligiendo cada detalle, pero sabíamos que lo más importante era que todo estuviera listo para recibirlo con todo el amor del mundo.

La madrugada estaba tranquila cuando Valentina comenzó a sentir los primeros signos de lo que sabía que era el inicio del trabajo de parto. Estaba nerviosa, pero la felicidad y la emoción de saber que pronto tendríamos a nuestro hijo en nuestros brazos la hacían sentir más tranquila de lo que jamás imaginó.

El hospital estaba lleno de gente, pero lo único que importaba era ella y el bebé. Yo no podía dejar de mirar su rostro, los ojos brillantes de alegría, de incertidumbre, pero sobre todo de amor incondicional. Cuando llegó el momento, mis manos se aferraron a las suyas, y en ese instante supe que, pase lo que pase, todo lo que habíamos pasado nos había traído hasta aquí, a este momento tan esperado.

Y entonces, con un último esfuerzo, escuchamos su llanto, fuerte y claro, el sonido más hermoso que jamás había oído. Valentina y yo nos miramos con los ojos llenos de lágrimas, sabiendo que nuestra vida acababa de cambiar para siempre. Nuestro hijo había llegado al mundo.

El médico lo levantó, y en el momento en que vi su carita por primera vez, supe que había llegado la personificación de nuestro amor. Era un niño saludable, perfecto en cada detalle, con una pequeña cabellera oscura y unos ojos que, aunque no los podía ver completamente aún, parecían prometer una mirada llena de curiosidad.

Cuando finalmente me lo entregaron, Valentina me miró con una sonrisa que me dejó sin aliento. Fue como si todo se detuviera por un momento, y en esa quietud, sentí una inmensa gratitud por todo lo que habíamos vivido. Miré a nuestro hijo, y supe que el amor que compartíamos, ese amor que había superado tantos obstáculos, se multiplicaba con su llegada.

—Es perfecto —le susurré a Valentina, mientras la acariciaba suavemente.

Ella sonrió, agotada pero feliz. —Sí, Sebastián. Es perfecto.

Sabíamos que había llegado el momento de elegir su nombre. Y, después de pensar en tantas opciones, lo que nos vino al corazón fue una combinación de los dos: Sebastián Valentino. Era un nombre que unía nuestras historias, nuestras raíces, y el amor que había crecido entre nosotros. Un nombre que llevaría con orgullo la fuerza de su padre y la delicadeza de su madre.

Sebastián Valentino, nuestro pequeño, el regalo más grande que la vida nos había dado.

Los días siguientes fueron un torbellino de emociones. Cambios, noches sin dormir, pero también muchas risas, abrazos y momentos de ternura que nunca habíamos imaginado que nos tocarían vivir. Sebastián Valentino trajo consigo una nueva perspectiva de vida, un amor aún más profundo y una alegría que no podíamos describir con palabras.

Con cada sonrisa, con cada pequeño gesto que él hacía, sentíamos que estábamos completando nuestra propia historia. Una historia que, aunque llena de sorpresas, siempre había estado destinada a ser compartida entre nosotros, con la bendición de nuestro hijo.

Al ver a Valentina sonriendo mientras lo amamantaba, supe que todo lo que había vivido hasta ahora había sido solo un preludio de esta etapa. Estábamos construyendo un futuro juntos, uno que ahora incluía a Sebastián Valentino, un niño que sería el reflejo de lo que habíamos construido como pareja, un testamento de nuestro amor y un regalo de la vida.

La vida no era perfecta, ni lo esperábamos. Pero con nuestro hijo en brazos, no había nada que no pudiéramos enfrentar. Estábamos listos para seguir adelante, siempre juntos, siempre por él, siempre por nuestro amor.

Fin 🫶🏻

"Este libro es un susurro del alma, un rincón donde las emociones más profundas cobran vida y los silencios hablan más fuerte que las palabras."

Un lugar que no es casa Where stories live. Discover now