Capítulo 9

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Al día siguiente, Valentina trató de evitar cualquier enfrentamiento. La conversación con Sebastián aún rondaba en su mente, y aunque había sido difícil, sentía que era lo correcto. Sin embargo, cuando vio a Marisol por primera vez en el vestíbulo, supo que las cosas no serían tan simples como esperaba.

Marisol estaba de pie junto a la puerta, con su vestido blanco inmaculado y su cabello perfectamente peinado. La imagen que proyectaba era la de una mujer segura de sí misma, la prometida de Sebastián, el amor de su vida. Valentina sintió un nudo en el estómago, pero se obligó a mantener la calma mientras se acercaba.

Marisol la miró con desdén tan pronto como la vio, una ligera sonrisa apareciendo en su rostro, pero no era una sonrisa amigable.

—Valentina, ¿verdad? —dijo Marisol con tono frío, sin ofrecerle ni un atisbo de cordialidad.

Valentina asintió, intentando no dejar que el malestar que sentía se reflejara en su rostro.

—Sí, soy yo. —Respondió cortante.

Marisol la observó durante un momento, como si estuviera evaluando cada uno de sus movimientos, y entonces, sin previo aviso, habló con una dulzura falsa.

—Sabes, Sebastián me ha hablado mucho de ti. Siempre dice que eres una mujer interesante, pero no me había dado cuenta de cuán... diferente eres en persona. —Su tono tenía algo venenoso, y Valentina pudo ver que no estaba dispuesta a ser amigable.

La conversación ya se estaba tornando incómoda cuando Marisol, aparentemente sin querer, lanzó una bomba.

—¿Y es cierto que... estuviste enamorada de Sebastián? —preguntó, con una curiosidad mal disimulada.

El golpe fue directo. Valentina tragó saliva, sintiendo el ardor de esas palabras retumbando en su pecho. Había intentado olvidar ese sentimiento, enterrarlo en lo más profundo de su corazón. Pero Marisol había tocado una fibra sensible, y no podía mentir.

—Sí —respondió finalmente, con voz firme, aunque su estómago se revolvía. —Hace años, cuando éramos más jóvenes, me gustaba Sebastián. Pero eso es parte del pasado. —Intentó dejar claro que no estaba interesada en revivir viejos recuerdos.

Pero Marisol no parecía dispuesta a dejarlo pasar tan fácilmente. En lugar de simplemente aceptar la respuesta, comenzó a cambiar su actitud, volviéndose más arrogante.

—¿De verdad? —La sonrisa de Marisol se amplió, pero no era una sonrisa amable, sino una de burla. —Pues qué suerte que yo sí le gusto, ¿no? Aunque, claro, debe ser difícil para ti aceptarlo, ¿verdad? Porque lo que sea que hayas sentido, ya no importa. —Marisol se acercó un paso más, como si quisiera intimidarla, y Valentina pudo ver cómo la mujer disfrutaba del malestar que había causado.

Valentina intentó mantenerse tranquila, pero las palabras de Marisol le dolían más de lo que quería admitir.

—No tengo que aceptar nada, Marisol. Sebastián y yo ya hablamos de esto. No estoy interesada en él. —Reafirmó con firmeza, aunque sabía que esa no era la verdad completa. Pero ya no iba a permitir que Marisol le hiciera sentirse menos.

Marisol no pareció impresionada por la respuesta, y sus ojos brillaron con un toque de malicia.

—Eso es lo que tú crees. —En ese momento, Marisol se volteó hacia la puerta, llamando a Sebastián con un tono que rápidamente alcanzó sus oídos. —¡Sebastián! ¡Ven aquí, por favor! Tengo que hablar contigo.

Valentina observó, confundida y frustrada, cómo Marisol trataba de atraer la atención de Sebastián de esa manera. En pocos segundos, él apareció en el pasillo, mirando con curiosidad a Marisol, pero su expresión cambió rápidamente al notar la tensión en el aire entre ellas.

—¿Qué pasa? —preguntó Sebastián, con esa mirada protectora que Valentina conocía tan bien, pero esta vez, ella no podía evitar sentirse como una extraña.

Marisol, sin perder tiempo, se acercó a él y, con su rostro afectado, comenzó a hablar con dramatismo.

—Sebastián, te juro que me duele mucho saber que Valentina estuvo enamorada de ti. —Su voz tembló ligeramente, aunque Valentina sabía que era más una actuación que una verdadera muestra de vulnerabilidad. —Nunca me había sentido tan humillada, tan pequeña. Aquí estoy, intentando hacer que todo salga bien para nosotros, y parece que hay alguien más que sigue aferrada a ti.

Sebastián miró a Valentina, y ella pudo ver cómo su rostro mostraba algo de sorpresa, pero también preocupación. Aunque no quería que él se sintiera culpable por algo que no podía controlar, Valentina sabía que Marisol ya había sembrado la duda en su mente.

—¿Es cierto, Valentina? —preguntó Sebastián, y su voz tenía un tono serio, como si no supiera cómo tomar la situación. —¿Te sientes así por mí?

Valentina respiró hondo. Sabía que ahora las cosas habían escalado más de lo que pensaba. No quería que Sebastián pensara que ella estaba buscando problemas, pero tampoco podía dejar que Marisol la manipulase tan fácilmente.

—No, Sebastián. No me siento así por ti. Ya no. —Dijo con firmeza, mirando a los ojos de él para que pudiera ver la sinceridad en sus palabras. —Lo que pasó, pasó hace mucho tiempo, y eso no cambia nada. Yo no soy esa chica que aún está enamorada de ti.

Sebastián la observó un momento, y aunque intentó mantener su compostura, Valentina pudo ver que algo en él se resquebrajaba. Pero no era su culpa. Ella había dejado claro lo que sentía. Lo que sucediera entre ellos ya no le pertenecía.

Marisol, sin embargo, ya había conseguido lo que quería: sembrar la duda en la mente de Sebastián. Y Valentina no podía evitar sentir que, en ese momento, había perdido algo importante. Marisol había jugado sus cartas de manera astuta, haciéndola quedar mal ante Sebastián, pero Valentina ya no iba a dejar que eso la afectara.

—Lo siento, Valentina —dijo Sebastián finalmente, mirando hacia abajo, como si no supiera qué más decir. —Pero tengo que hablar con Marisol. Nos vemos después.

Y con esa última palabra, Sebastián se alejó, siguiendo a Marisol, que le sonrió de una manera triunfante, como si todo hubiera sido parte de un plan cuidadosamente orquestado.

Valentina se quedó allí, en el pasillo, con el peso de la conversación aún sobre sus hombros. Había hecho lo correcto al ser honesta, pero la sombra de lo que había sucedido no desaparecería tan fácilmente.

Un lugar que no es casa Where stories live. Discover now