Capitulo 16

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El calor del día había cedido, dejando una brisa cálida que acariciaba la piel. La piscina reflejaba el cielo naranja del atardecer, pero Valentina ya no estaba interesada en contemplar el paisaje. Su mente seguía trabajando, tratando de desentrañar los sentimientos contradictorios que Josué había despertado en ella con sus palabras. No eres parte de su guerra.

Una parte de ella sabía que él tenía razón, pero otra no podía ignorar el magnetismo que Sebastián aún ejercía sobre ella. A pesar de todo, él seguía siendo una sombra en su vida, una que no podía borrar tan fácilmente.

Josué había ido a buscar algo para beber, dejándola sola en el borde de la piscina. Pero no estuvo sola por mucho tiempo. Unos pasos apresurados rompieron el silencio y, cuando levantó la vista, lo vio. Sebastián.

—¿Podemos hablar? —dijo él con la voz baja, pero cargada de intensidad.

Valentina dudó. Miró alrededor como buscando una excusa, un escape, pero no encontró nada más que la expresión determinada en el rostro de Sebastián. Era una mirada que no había visto antes, una que no sabía si quería entender.

—¿Ahora quieres hablar? —respondió, cruzando los brazos. Su tono era más firme de lo que esperaba, pero sabía que era una defensa.

Sebastián se acercó unos pasos más, dejando entre ellos solo un par de metros.

—Sé que no he sido claro contigo. Sé que he cometido errores... contigo, con Marisol, conmigo mismo.

El aire pareció volverse más denso. Valentina se levantó lentamente, su corazón latiendo con fuerza.

—¿Y qué quieres que haga con eso, Sebastián? —preguntó con una mezcla de cansancio y desafío—. ¿Que cargue con tus errores?

Él bajó la mirada por un momento, como si sus palabras lo hubieran golpeado.

—No —respondió—. Pero tampoco puedo seguir guardando esto.

—¿Guardando qué? —La pregunta salió más rápido de lo que Valentina pudo evitar, y la ansiedad la invadió al instante.

Sebastián la miró directamente, y por un momento, todo quedó en silencio.

—No puedo dejar de pensar en ti.

Las palabras resonaron en el aire, pesadas y llenas de significado. Valentina sintió que sus piernas temblaban, pero se obligó a mantenerse firme.

—No digas eso —susurró, sintiendo cómo su voz se rompía.

—Es la verdad —insistió él, dando un paso más cerca—. Lo he intentado, Valentina. Lo he intentado todo. Pero cada vez que estoy con Marisol, cada vez que trato de seguir con mi vida, tú estás ahí.

—¡No me pongas en esto! —exclamó ella, dando un paso atrás. La emoción se desbordaba ahora, mezclando el dolor, la ira y la confusión—. Tú tomaste tus decisiones, Sebastián. Elegiste a Marisol. ¿Y ahora vienes a decirme esto?

Sebastián se pasó una mano por el cabello, frustrado.

—No elegí a Marisol. La vida lo hizo por mí. Mi familia, las expectativas, todo eso...

Valentina negó con la cabeza, las lágrimas comenzando a nublar su visión.

—No. Tú la elegiste. Y eso no es algo que puedas deshacer con palabras bonitas o confesiones tardías.

Un silencio tenso se instaló entre ellos. Sebastián parecía querer decir algo más, pero no encontraba las palabras. Valentina sintió que su pecho se apretaba, como si estuviera a punto de romperse en mil pedazos.

—No puedo ser tu plan B, Sebastián —dijo finalmente, con una calma que no sabía de dónde venía—. No puedo ser la persona que te salve de tus decisiones.

—Valentina...

—No. —Lo interrumpió, levantando una mano—. Necesito más que palabras. Necesito algo real, y tú no puedes dármelo.

Sebastián pareció derrumbarse en ese momento, como si su lucha interna lo hubiera desgastado por completo. Pero Valentina no podía compadecerse de él, no esta vez.

Detrás de ellos, los pasos de Josué se acercaron. Él apareció con dos vasos en las manos, pero se detuvo al percibir la tensión en el aire. Sus ojos se movieron entre Valentina y Sebastián, comprendiendo de inmediato lo que estaba pasando.

—¿Todo bien aquí? —preguntó Josué, con una mirada firme hacia Sebastián.

Valentina tomó aire y asintió.

—Sí. Todo bien.

Sebastián dio un paso atrás, su rostro lleno de emociones que no expresó. Miró a Josué por un instante, como si considerara decir algo, pero finalmente se dio la vuelta y se fue sin más.

Cuando desapareció de su vista, Valentina dejó escapar un suspiro tembloroso. Josué se acercó, dejando los vasos a un lado y poniéndole una mano en el hombro.

—¿Estás bien? —preguntó con suavidad.

Valentina lo miró, sus ojos todavía brillando con lágrimas no derramadas.

—No lo sé. Pero creo que estoy aprendiendo a estarlo.

Josué sonrió levemente, como si entendiera exactamente lo que quería decir.

Y mientras el sol finalmente se escondía en el horizonte, Valentina sintió que algo dentro de ella también se apagaba. Pero esta vez, no era una pérdida, sino una liberación. Un paso hacia algo nuevo, algo que, aunque desconocido, era suyo.

Un lugar que no es casa Where stories live. Discover now