Tres años después
Tres años habían pasado desde nuestra boda, tres años llenos de amor, risas, desafíos y sueños cumplidos. Valentina y yo habíamos construido una vida juntos que, aunque no exenta de dificultades, siempre había estado marcada por una profunda conexión y un respeto mutuo. La casa en la que vivíamos ya no solo era un hogar, sino un refugio donde nuestras memorias se tejían en cada rincón, en cada esquina, en cada rincón de nuestras conversaciones.
Recuerdo que esa mañana, todo parecía igual que cualquier otro día. Me desperté con el sonido suave de su respiración cerca de mí, un sonido que se había convertido en mi melodía favorita. Valentina estaba dormida, su cabeza reposando suavemente sobre mi pecho. Pero algo era diferente. Una sensación extraña, algo en el aire, me decía que hoy sería un día especial.
Despertó poco después, con una sonrisa que iluminó la habitación, su cabello desordenado caía en suaves ondas alrededor de su rostro. Pero cuando me miró, su expresión fue diferente. Un brillo especial en sus ojos.
—Sebastián —dijo, un tanto tímida, como si algo le costara confesar—. Tengo que decirte algo.
Me senté en la cama, mirándola con atención. Algo en su voz me dijo que esto no era solo una conversación cualquiera.
—¿Qué pasa, mi amor? —le pregunté, tomándola de la mano.
Ella tomó una respiración profunda antes de hablar.
—Creo que... creo que estoy embarazada.
El silencio llenó la habitación durante unos segundos que parecieron eternos. Mis ojos se agrandaron, y mi corazón comenzó a latir con fuerza. No era una sorpresa, pero aún así, la emoción se apoderó de mí.
—¿Estás segura? —pregunté, con la voz quebrada por la sorpresa y la emoción. Mi mente comenzaba a hacer cálculos, imaginando lo que significaba que íbamos a ser padres.
Valentina asintió, sonriendo con nerviosismo, mientras me mostraba el resultado de la prueba de embarazo. El miedo y la emoción se entrelazaron en mi pecho. Era un sentimiento abrumador, pero también era el más hermoso que jamás había experimentado.
—Estoy más que segura —respondió ella, sus ojos brillando con una mezcla de alegría y asombro.
La tomé entre mis brazos, sin poder contener la sonrisa que se dibujaba en mi rostro. No podía creer que después de todo lo que habíamos pasado, ahora íbamos a dar la bienvenida a una nueva vida. Una vida que sería el resultado de todo el amor que habíamos construido, todo el tiempo que habíamos compartido, y todo lo que habíamos aprendido el uno del otro.
—Vamos a ser padres —dije, con una risa suave y llena de emoción, acariciando su rostro. Mi voz temblaba un poco, pero estaba lleno de felicidad.
Valentina me miró, y sus ojos se llenaron de lágrimas. No de tristeza, sino de una felicidad tan pura que no podía contenerla.
—Sí, Sebastián. Vamos a ser padres. Y este bebé será nuestro mayor regalo.
Los días que siguieron fueron una mezcla de emoción, planificación y muchos sueños sobre el futuro. Comenzamos a imaginar todo lo que vendría con la llegada de nuestro hijo o hija: las noches sin dormir, los cambios en nuestra vida cotidiana, las nuevas aventuras, pero también las bendiciones y la alegría que solo un niño puede traer.
Tres años de matrimonio nos habían unido más que nunca, y ahora con esta nueva etapa por comenzar, nos sentíamos más fuertes que nunca. El amor que compartíamos era más profundo que nunca, y con él, sabíamos que podríamos enfrentar cualquier desafío que la vida nos presentara.
El día que fuimos a la consulta con el médico, todo parecía irreal. Pero el momento en que vimos la imagen en la pantalla, nuestra emoción creció. Ya era real. Ya estaba allí, en camino. Nuestro bebé.
Cuando salimos de la consulta, Valentina tomó mi mano con fuerza. No hacía falta decir nada. Los dos sabíamos que este era el siguiente paso en nuestra vida juntos, el siguiente capítulo de nuestra historia.
De repente, el futuro no solo se trataba de nosotros dos, sino de esa pequeña vida que estaba por llegar. Y aunque la incertidumbre siempre existió, el amor que sentíamos el uno por el otro, ahora multiplicado por la promesa de ser padres, nos daba la certeza de que todo lo que habíamos vivido hasta ahora nos había preparado para este momento.
A medida que el tiempo avanzaba, nos preparamos para el cambio más grande de nuestras vidas. Un cambio que no solo nos traería nuevos desafíos, sino también una felicidad indescriptible. Y lo único que sabía con certeza era que, con Valentina a mi lado, estábamos listos para todo lo que el futuro nos traería.
Ahora, con la noticia de nuestro bebé, todo parecía perfecto. Y sabía que, como siempre, no importaba lo que pasara, siempre lo enfrentaríamos juntos.
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Un lugar que no es casa
Short StoryValentina siempre había tenido una vida sencilla pero perfecta, hasta que todo cambió. La pérdida del trabajo de su madre la obligó a dejar Chicago y su mundo conocido para ir a España, a vivir con su abuela en una casa que no sentía suya. Allí, el...