La noticia de lo ocurrido en la boda no tardó en correr. En la mansión Montes, los murmullos de los empleados y los comentarios de los vecinos llenaban el aire como ecos de un evento que nadie podía olvidar. Pero para mí, el mundo se había reducido a un pequeño instante: la promesa que Sebastián y yo nos habíamos hecho en el jardín.Sin embargo, algo me mantenía inquieta. Mi madre y mi abuela llegarían esa tarde. Había llamado a mi madre después de la boda para contarle todo, sabiendo que tarde o temprano ella se enteraría. Su respuesta fue neutral, pero su tono me indicaba que tenía muchas cosas que decirme.
Ahora, mientras esperaba en el recibidor, el sonido de un coche deteniéndose en la entrada me hizo ponerme de pie de inmediato. La puerta se abrió, y mi madre, Cecilia, entró, seguida por mi abuela Teresa. Mi madre, con su elegancia habitual, llevaba un vestido sencillo pero impecable, mientras que mi abuela, con su bastón, me observaba con la mirada analítica que siempre me había intimidado.
—Valentina —dijo mi madre, acercándose para darme un abrazo. Su voz era cálida, pero había un matiz de preocupación—. ¿Cómo estás, hija?
—Estoy bien, mamá —respondí, aunque sabía que mi respuesta no la convencería del todo.
Mi abuela se acercó despacio, observándome de pies a cabeza. —Bueno, niña, al menos pareces entera después de todo el escándalo que nos ha llegado a oídos —dijo, apoyándose en su bastón.
Suspiré, sabiendo que no había forma de evitar esa conversación. Les invité a sentarse en la sala, y mientras una de las empleadas servía café, intenté encontrar las palabras para explicarles todo lo que había pasado.
—Entonces... Sebastián rompió su compromiso en pleno altar porque te ama —dijo mi madre finalmente, resumiendo lo que yo había intentado explicar entre pausas nerviosas. Su tono era neutral, pero su mirada era intensa.
Asentí, sintiendo que mi pecho se apretaba. —Sí, mamá. Pero no fue solo por mí. Él descubrió cosas sobre Marisol que... que hicieron imposible que siguiera adelante con el matrimonio.
Mi abuela levantó una ceja, como si considerara esa explicación insuficiente. —Pero lo importante aquí, niña, es si tú también lo amas. Porque lo que ese muchacho hizo, aunque valiente, no será fácil de enfrentar para ninguno de los dos.
—Lo amo, abuela —respondí con firmeza, sorprendida por la seguridad en mi voz—. Pero también sé que no será fácil.
Mi madre suspiró y tomó un sorbo de su café antes de mirarme directamente. —Valentina, tú sabes que yo siempre he querido lo mejor para ti. Y Sebastián... bueno, recuerdo al pequeño niño que corría por esta casa cuando era solo un niño de ocho años, todo energía y sueños. Me cuesta imaginarlo ahora como un hombre, y más aún como alguien que pueda darte una vida estable después de todo esto.
Me sorprendió escuchar que mi madre recordaba a Sebastián. No podía imaginarlo siendo tan pequeño, corriendo por esta misma sala, pero al mismo tiempo, algo en su mirada me hizo sonreír.
—Él ha cambiado, mamá. Sé que lo que hizo fue... complicado, pero creo en él. Y creo en lo que podemos construir juntos.
Mi abuela asintió lentamente, como si estuviera evaluando mis palabras. —El amor verdadero es raro, niña. Si lo tienes, no lo dejes ir. Pero asegúrate de que él también esté dispuesto a luchar por ti.
Como si el destino hubiera estado esperando ese momento, el sonido de pasos firmes se escuchó en la entrada. Sebastián apareció en la puerta, con un ramo de flores en la mano. Parecía nervioso, pero decidido.
—Buenas tardes —dijo con voz educada, inclinando ligeramente la cabeza hacia mi madre y mi abuela.
Mi madre lo observó con atención, sus ojos buscando al niño que había conocido hace tantos años, pero encontrando en su lugar a un hombre.
—Sebastián Montes... cuánto has crecido —dijo finalmente, su tono neutral pero cargado de significados.
Sebastián sonrió levemente, un gesto que mostraba tanto respeto como nerviosismo. —Señora Vanessa, , es un honor volver a verla después de tanto tiempo . Espero que no sea un atrevimiento venir aquí, pero quería hablar con ustedes... sobre Valentina y sobre mí.
Mi corazón se aceleró. ¿Qué estaba planeando?
—Adelante, joven, tenemos todo el tiempo para escucharte —dijo mi abuela, apoyándose en su bastón mientras lo miraba con ojos críticos.
Sebastián respiró hondo, su mirada fija en mi madre. —Sé que lo que hice fue una locura, y no espero que todos lo comprendan. Pero lo que sí sé es que amo a Valentina, y estoy dispuesto a hacer lo que sea necesario para demostrar que estoy a la altura de estar a su lado.
Mi madre entrecerró los ojos, evaluándolo. —Esas son palabras grandes, Sebastián. Pero dime, ¿cómo planeas manejar el caos que has creado? Porque, aunque digas que amas a mi hija, la vida no se construye solo con palabras.
Sebastián asintió, aceptando el desafío en sus palabras. —Tiene razón, señora. Por eso quiero demostrarlo, no solo con palabras, sino con acciones. Estoy dispuesto a enfrentar las consecuencias de lo que hice, porque sé que al final del día, Valentina vale la pena.
El silencio que siguió fue pesado, pero mi madre finalmente sonrió levemente, como si hubiera encontrado en sus palabras algo que la convenciera.
—Espero que realmente lo creas, Sebastián. Porque si lastimas a mi hija, no tendrás que enfrentarte solo a mí, sino también a su abuela —dijo, y su tono tenía un toque de humor que alivió la tensión en la sala.
Mi abuela asintió, pero añadió con seriedad: —El amor es una promesa, joven. No rompas la tuya.
Sebastián me miró, y en su expresión vi la promesa de un futuro que ambos construiríamos juntos, sin importar lo que viniera después. Y en ese momento, supe que, por primera vez en mucho tiempo, estábamos en el camino correcto.
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Un lugar que no es casa
Short StoryValentina siempre había tenido una vida sencilla pero perfecta, hasta que todo cambió. La pérdida del trabajo de su madre la obligó a dejar Chicago y su mundo conocido para ir a España, a vivir con su abuela en una casa que no sentía suya. Allí, el...