CAP 50

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Una luna con mucho deseo

Kyoto, Japón.

NADIA

El avión aterrizó suavemente en el Aeropuerto Internacional de Kansai, marcando el inicio de lo que sería nuestra primera escapada como marido y mujer. Japón había sido su elección, y no me sorprendió. Nadia siempre encontraba formas de combinar lo inesperado con lo mágico, y Kioto, con su mezcla de tradición y modernidad, prometía ser el escenario perfecto para nuestra luna de miel.

Antes de partir, habíamos asegurado que todo estuviera en orden en casa. Alyssa, Verónica y Alexandra, estaban  cuidando a Adeline, Massimo e Iris. Kristian también estaba allí para asegurarse de que todo funcionara como un reloj. Dejar a los niños no había sido fácil, pero Nadia y yo sabíamos que necesitábamos este tiempo para nosotros, para reconectarnos después del torbellino de eventos de los últimos meses.

Cuando salimos del aeropuerto, Kyoto nos recibió con un aire fresco y una calma que contrastaba con el bullicio de nuestras vidas en casa. Nuestro conductor nos esperaba, sosteniendo un cartel con nuestros nombres. El trayecto hasta el ryokan fue tranquilo; Nadia se recostó contra mi hombro, su mano entrelazada con la mía, mientras admirábamos el paisaje que se desplegaba a nuestro alrededor: montañas cubiertas de un verde profundo, ríos cristalinos y cerezos en flor que parecían salidos de un cuadro.

—¿Sabes? —dijo de repente, con una sonrisa ligera—. Creo que nunca me había sentido tan en paz.

Le besé la coronilla, inhalando su aroma dulce y familiar.

—Es porque estás conmigo.

Ella soltó una risa suave, aunque no dijo nada más. No necesitábamos palabras; el silencio compartido era suficiente.

El ryokan donde nos alojaríamos estaba escondido entre colinas, lejos del bullicio de la ciudad. Cuando el auto se detuvo frente al edificio de madera oscura con techos inclinados, ambos quedamos en silencio, admirando la elegancia y serenidad del lugar.

Nos recibieron con reverencias y sonrisas amables. Un par de empleados se encargaron de nuestras maletas mientras una mujer mayor, con un kimono impecable, nos guiaba por el ryokan. Cada rincón parecía diseñado para invocar calma: los pasillos iluminados con lámparas de papel, el sonido suave del agua corriendo en los jardines, y el aroma de madera y flores frescas.

—Esto es... —Nadia dejó la frase incompleta, girando sobre sí misma para admirar el lugar.

—Perfecto, como tú —completé, y ella rodó los ojos con una sonrisa que no pudo esconder.

Cuando llegamos a nuestra habitación, el encargado abrió las puertas correderas de madera para revelarla. Era un espacio amplio pero acogedor, con tatamis cubriendo el suelo, futones impecablemente colocados, y un ventanal que ofrecía una vista al jardín privado. Fuera, una pequeña cascada caía suavemente en un estanque lleno de carpas koi.

Nadia se detuvo en el umbral, maravillada. Sus ojos brillaban con una mezcla de emoción y tranquilidad que me hizo sentir que había tomado la mejor decisión al traerla aquí.

—¿Qué opinas? —pregunté, inclinándome hacia ella.

—No sé si quiero reír, llorar o saltar de emoción, —murmuró, y yo no pude evitar sonreír.

Sin pensarlo dos veces, la tomé en brazos, arrancándole un pequeño grito de sorpresa seguido de una carcajada.

—Christopher, ¿qué haces?

—Es nuestra luna de miel. Tengo que cargarte hasta nuestra habitación.

—Eso se hace al cruzar la puerta de la casa, no aquí, —dijo, pero no hizo ningún esfuerzo por soltarse.

VENGANZA DESEADA [#1 MUJERES INFERNALES: SAGA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora