Su lengua juagaba divertida con mi centro mi mano se fue directo a su cabeza y tiré de su pelo guiándole, estaba apurada no sabía lo urgida que podría estar una persona hasta ese momento, me haló hacia delante y tomó mis glúteos entre sus manos como si fuese a darse un banquete con mi entrepierna.
Mis respiraciones eran desniveladas y mis gemidos iban adquiriendo intensidad, se volvió voraz como si no fuera suficiente para saciarse, llevó sus manos a mis senos los apretaba y tiraba de ellos con fuerza.
Sentía como esa sensación que choques eléctricos se iba colando por cada una de mis células obligándome a sucumbir en un estrepitoso orgasmo, se fue a mis labios para sosegarme un poco y pude apreciar mi sabor nuevamente.
Ciertamente por fuera se veía como algo desagradable pero en la intimidad era sumamente erótico, con Stefan nada era sencillo o suficiente.
Se deslizó hacia abajo para así jugar con mis senos, cada mordida tirón y rose eran la plena gloria. con una de sus manos acaricio mi centro, me sentía hinchada y no aguantaría mucho le quería dentro de mí y le quería ya.
Deslizo dos dedos dentro de mí y comenzó a moverles de manera rítmica y torturante, despacio y luego rápido hasta que en un punto se vio la malicia en su intención de quererme ver hecha pedazos y agilizó sin detenerse, me sentía morir quería saciarme ya y me dejé ir en otro bien trabajado orgasmo.
̶ Ya no más... . – Dije a duras penas.
̶ ¿No más? . – Indagó arqueando una ceja.
̶ Te quiero dentro ya...
̶ ¿Qué?
̶ ¡Ahora!.
Y como un mandado lo sentí deslizarse dentro y mientras lo hacía no pude evitar sonreír, estaba tan prendida como árbol en navidad, los ritmos de Stefan eran poesía para mi vagina.
̶ Maldición...aun sigues tan estrecha. – Dijo entre gemidos.
Soy muy creativa a nivel mental y de solo sentirlo así de excitado me prendía cada vez más, su objetivo era verme gritar al borde de la locura y así me encontraba, no me importaba nada y mucho menos si me escuchaban.
Yo estaba en mi infierno personal llamado Stefan madrigal.
Me levanto del escritorio y me llevó frente a la chimenea depositándome sobre una alfombra mullida de color beige acorde con la decoración. Me hizo darle la espalda y apoyarme sobre mis rodillas y manos, yo no le tenía mucha confianza a aquella postura pero como no habías velas ni nada lo deje ser.
Me embestía de una manera que hacia doler, mis gritos eran tanto por placer como por dolor, y él lo sabía a la perfección.
Aquella sensación se volvió más fuerte que yo y no pude evitar atorarme a lo que para liberarme me tomó del pelo tirando de una manera un poco agresiva y dándome una serie de nalgadas violentas las cuales provocaron que mis ojos se volvieran llorosos.
Su salvajismo en cierto modo me llamaba y sin dudas respondía a ese llamado.
Nos tumbó de lado y siguió feroz buscaba mis labios pero debido a que estaba muy entregada en mi sentir difícilmente los encontraba.
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¿Gigolo?
Teen FictionZamira Monte Cristo es una estudiante de medicina y una joven poco usual, con un carácter extremadamente fuerte e imponente últimamente se siente desubicada. no tolera a sus amigas, sus cinco estrellas de la suer...