Realidad y una triste historia...

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Stefan

Estaba muy abrazado a Zamira como si no quisiera dejarle ir nunca, estaba casi amaneciendo cuando mi móvil comenzó a tonar.

Era América lo cual me extraño un mundo, contesté y lo que dijo me dejó más de piedra que Ash Ketchum del pueblo paleta el maestro pokémon cuando en la primera película se vuelve de piedra y todos lloran y de la nada renace. Está bien Stefan deja la pajarería.

Me dijo sin más que mi madre había muerto súbitamente y que estaba asustada y no sabía qué hacer.

Debía regresar cuanto antes debía ir junto a mi madre.

Dejé a Zamira desganado incluso pensé en despertarle pero se veía tan placida, además era mi problema no el suyo.

Fui por los chicos y nos marchamos dejándolas a todas solas, y vaya que nos costó lo nuestro dejarles. en especial a Raven hablaba de una tal Nai como si fuese la única mujer de su mundo. Según él nunca lo había pasado también.

Es raro pero para esta noticia deberíamos todos estar llorando pero en su defecto estábamos muy tranquilos, conforme nos fuimos acercando a casa se asomaban mis nervios quizá porque no creía que fuese real hasta no ver el cuerpo.

En la entrada estaba el auto de Max su médico de cabecera entonces supe que era más real de lo que creía.

Todos nos miramos al bajar del auto y al adentrarnos en la casa supe que había llegado el momento que tanto había temido.

Subimos y allí estaban Marta, América, George y la mayoría de la servidumbre.

Me dejaron el espacio para acercarme y con un temblor casi imperceptible me senté a su lado.

Aquella mujer era mi madre la que siempre había confiado en mí por alguna extraña razón, a la que le di la espalda y dejó de ser mi mejor amiga al comenzar a trabajar para Camile.

La había desplazado de mi vida sin motivo aparente, me sentía triste pero no con ese tipo de tristeza extrema ya sabía que ella se iría de mi lado, hace cinco años que lo sabía y justamente el día que me dijeron que no había marcha atrás me puse la borrachera de mi vida y termine trabajando para Camile.

Quería pasar por alto que la perdería, que mi mejor amiga se iría de mi lado para siempre y me alejé para que me fuera menos el dolor de perderle.

En el fondo yo sabía que ella sabía por qué había cambiado tanto, para que aferrarse a lo que ya se marcharía.

Todos salieron de la habitación lentamente.

Me recosté a su lado poniéndome a su altura mientras lagrimas rodaban por mis mejillas, sentía dolor pero no a un grado demoledor.

En poco tiempo habían venido por ella para prepararla, los chicos me animaban un poco y a pesar de todo apreciaba que ellos estuvieran aquí.

Había amanecido y nisiquiera me dispuse ver a Liam no quería verlo, no me sentía preparado para eso ya que al verlo sin la presencia de mi madre significaba que todo lo que había construido de mi vida se perdería.

Llamé a Zamira pero se dio por aludida, nisiquiera se porque me nació necesitarle en ese momento pero no pude evitarlo.

Me dejé caer en el sillón del despacho, media hora después ya habían llegado las coronas y el féretro con mi madre no quise que le sacaran todo así que solo le inyectaron formol, de todas formas no dudaría tanto en casa.

¿Gigolo?Onde histórias criam vida. Descubra agora