capítulo 27. enfermedad estomacal.

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capítulo 27. enfermedad estomacal.

Mierda. Esto era una gran y completa mierda, y no me refería a la que le había inventado a John para salir de alli corriendo.

¡Estúpida! Estúpida Aria, ¿Cómo se te ocurrió decirle eso? Ahora mi profesor pensaría que yo era alguna rara persona, cuando llegue a la cafetería que estaba llena intente disimular la vergüenza de mi cara, y logre visualizar a Megan y Leila en una mesa, me acerque a ellas que hablaban animadamente. Al verme, Leila frunció su ceño y me pregunto:

— ¿todo bien? —Sentí, me senté al lado de ellas y solté un suspiro — ¿en serio, Aria? Pareces...

—Idiota —termine por ella —hice la mayor idiotez de todas las idioteces.

Megan me miro preocupada y Leila estaba mirando sin entender, entonces comencé a contarles lo que había hecho con John, el mensaje que había enviado y luego, la corrida que había pegado, les conté hasta de la niña pequeña que buscaba un pandacornio, y luego, sobre cómo había intentado esconderme tras un periódico, y al final, la estupidez que había dicho.

Decir que tenía diarrea. ¡Diarrea! De todas las enfermedades del mundo, yo decía la más asquerosa, hasta hubiera preferido decirle a mi profesor que tenía sida, eso no hubiera sido tan vergonzoso.

— ¿Qué? —se echó a reír Megan, yo rodé mis ojos, bueno, no resultaba gracioso cuando eso te sucedía a ti.

—Oh cielos —exclamo Leila tapándose la boca para no reírse — ¿Cómo le dices eso? Eso... eso.

Y no pudo aguantar, Megan y Leila se rieron de lo estúpida que había sido, yo solo rodé mis ojos y puse mi cabeza en la fría mesa, este día había sido terrible. De un momento a otro, el sonido se dejó de escuchar y me pareció extraño que ellas dejaran de reír, levante mi cabeza para mirarlas pero antes de hacerlo, unos ojos burlones me miraban.

— ¿diarrea? —pregunto con sorna, antes de que se volvieran a escuchar las carcajadas de mis amigas y él.

Edwin se sostuvo el estómago, hasta que se logró calmar y me miro con gracia, Leila sabia de él, nosotras le habíamos contado todo, cuando él me señalo a Leila para poder hablar asentí para que él supiera que ella sabía, así que se sentó en la mesa ignorando las miradas que le daban algunas estudiantes.

—Así que serás el nuevo profesor —menciono Megan, yo no dije nada, ya lo suponía, Edwin asintió.

—La verdad es que yo soy ingeniero informático —le explico él —pero supe que su profesor de deportes se había dislocado un hueso, solo lo remplazare mientras él esté bien.

— ¿también iras al viaje? —esta vez fue Leila, yo la mire sin entender ¿viaje? ¿Qué viaje?

—Si —le sonrio, Edwin era muy guapo, solo que a veces –siempre –era un verdadero capullo.

— ¿Qué viaje? —tres pares de ojos me miraban como si yo fuera algún insecto asqueroso. ¿Qué? No había escuchado lo que había dicho el director, la culpa era de John.

— ¿no escuchaste lo que dijo el director? —pregunto Edwin con una sonrisa. ¿Por qué siempre tenía que sonreír?

—Estuvo comiéndose a su profesor con la mirada todo el tiempo —silbo Megan con una sonrisa —ya imaginaras que clase de cosas pensara de él.

— ¡oye! —exclame a Megan, yo no pensaba nada... bueno, para que vamos a mentir, pero eso no se lo diría a ellos.

—bien, bien —se rio Megan —el director dijo que iríamos a marte el sábado.

Imposible quererte, profesor I ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora