Capítulo 42. Orugas asesinas y amigas enojadas

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Capítulo 42. Orugas asesinas y amigas enojadas.

Camine hasta mi casillero sin mirar a los lados, no quería toparme con John y estaba hasta pensando en fugarme cuando llegara la hora de su clase, y es que no sabía qué hacer, en verdad, no podía creer nada de lo que estaba pasando, y más aún, las palabras de Lucy aún seguían haciendo estragos en mí, es que con solo recordar cuando lo dijo.

John es mi esposo.

Su esposo, ¿Cómo no lo supe? Es que todo era tan confuso, cuando Megan y yo lo espiamos y nos dimos cuenta que él solo tenía un perro y ya, pensamos que el camino era libre, ¿Cuándo salió ella de la nada a decir que era su esposo? No lo sabía, pero tenía que hablar con Edwin, él sabía esto, era tan obvio, cuando actuaba nervioso cuando le preguntaba por Lucy y su hija...

Dios, su hija, esa pequeña niña.

Los ojos claros, el cabello rubio y la piel blanca.

Era obvio de quien era hija, su padre... Por dios, ¡de dañado una familia! Cierro el casillero tan fuertemente que llamo la atención de algunas personas, pero no me paro a mirarlos sino a seguir mi camino y esclarecer mis dudas, necesito que alguien me diga que todo esto es mentira.

¿Cómo pude hacerle eso a esa niña? Meterme con su padre, cuando él estaba comprometido, pero yo no sabía.

Camine hasta el aula de puertas dobles y mire a los lados, entrando sin que alguien me viera me cole en el gimnasio, por suerte, no habían estudiantes a esta hora y cuando camine hasta la oficina de Edwin, pare en seco al oír unos zapatos adentro y unas voces, eran más de una como para considerar que él estaba solo.

Me pegue a la puerta, agudizando mi oído e intentando escuchar lo que decían.

—no puedo creer que ella hiciera eso de nuevo —dijo una voz, mi corazón se alteró al reconocerla fácilmente, es que era imposible no hacerlo, era tan clara y conocida para mí.

—Tienes que negarte a esa estupidez —el otro hombre dijo más fuertemente, lo reconocí como Edwin —ella no puede manipular los abogados de esa forma, John, tienes el derecho también.

— ¡pero es la madre! —un golpe en la mesa me hizo saltar de mi lugar, y sentí un apretón en el pecho —ellos siempre estarán a favor de ella.

—Tienes que dejarla —insistió Edwin, su tono era agrio —te hizo daño, mucho daño John, no puedes acceder a sus caprichos.

—no sé qué hacer.

Un par de pasos comenzaron a sonar por la oficina y me comencé a sentir alterada, ellos se estaban acercando a la puerta, mire a los lados sin encontrar ningún lugar donde esconderme, hasta que mis ojos captaron un punto, pero me negué.

Los pasos se hacían más cerca y yo estaba más nerviosa, no lo haría, eso era una locura, ¿verdad?

—debo volver a clase —John le dijo, con un tono de voz cansado y triste.

Yo reaccione tan rápido, que entonces lo decidí, tenía que hacerlo o ser descubierta por ellos dos, así que me acerque hasta el único tarro de basura tan grande como para meter un cadáver, y abrí la tapa metiéndome allí.

¡Me metí al basurero! Ven, ven lo que hacen cuando tus aptitudes de espías son nulas, pues resultas metiéndote en la basura, tape mi nariz y trate de ignorar toda cosa viscosa que sentía, hasta aquellas que se movían, escuche como la puerta se abría por fin.

— ¿Cuándo tienes de nuevo reunión? —le pregunto Edwin a John, yo me quede tan callada y quiera, no solo para que no me vieran, es que sentía que algo ahora mismo me caminaba por la espalda.

Imposible quererte, profesor I ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora