capítulo 20. crema de vainilla

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Capítulo 20. Crema de vainilla.

Estaba en mi casa, leyendo un poco del libro que nos había dejado el profesor de literatura, o eso fingía, no podía dejar de pensar en los mensajes con John, en su silencio y por qué evito mi pregunta, era tan extraño.

Pues, si no tenías ninguna novia ¿por qué motivo no lo dirías? Todo esto era tan raro, y, de todas formas ¿a mí que me importaba? Lo celos, todos esos momentos donde sentí que John era mío, wow, estaba traspasando la línea. Y tenía que recordar: esto era una simple apuesta, él era solo mi sexy profesor. Nada más.

Mi madre toco mi puerta, ella paso, tenía puesta una elegante ropa y un bolso en su mano.

—Saldré a una cita —me informo, yo salte de mi lugar impresionada. ¿Cita? Pero si mamá nunca salía a citas.

— ¿cita? ¿Con quién? —le pregunte acercándome, ella me miro un poco apenada.

—Solo alguien que conocí —sonreí, porque ella tenía esa cara que ponemos cuando, a pesar de querer disimular de que es algo sin importancia, no lo era.

—Bueno, bueno —me acerque a darle un abrazo —espero que no sea un idiota de los que tú siempre escoges.

—Yo espero también lo mismo —me beso en la frente antes de irse —John vendrá para las tutorías, por favor, nada de chicas mientras no estoy.

Rodé mis ojos, no olvidaba que ella todavía creía que era lesbiana, y tampoco haría nada para cambiarla de parecer, es más, desde que ella creía que soy lesbiana, no le importa dejarme con John a solas, hasta me dio el consentimiento de traer chicos.

—Claro mamá —antes de perderse en las escaleras le grite —y usa condón, no quiero hermanitos.

Escuche su exclamación de indignación desde la sala y me reí, amaba mucho a mi madre, ella y yo éramos más sueltas, ella me trataba como una amiga pero era una madre cuando tenía que serlo. Me acosté de nuevo en mi cama, tenía puesto unos chores cortos, unas medias hasta las rodillas y una camisa gigante con las inscripciones de AC/DC.

Seguí mirando hacia el libro, pero no quería enfrascarme en esa historia ahora, no quería historias de amor donde los personajes tenían un final feliz. Los finales felices solo eran reales en los libros, hasta en las películas.

Pero... ¿Cuándo había oído yo hablar de finales felices en la vida real? Nunca, siempre había baches, siempre había cosas que dañaban. Y la verdad, la aburrida historia de Elizabeth Bennett y el señor Darcy no eran de mi agrado ahora.

Baje a hacer algo para comer, antes de llegar a la cocina, escuche el timbre de la puerta por lo que pensé debería ser mi profesor, no me equivoque. Con una sonrisa John entro a mi casa y tenía su maletín con cosas para estudiar, le ofrecí una sonrisa cuando note su mirada en mis piernas.

Un breve rubor me cubrió al notar por primera vez lo corto que eran los chores, y que por más que las medias que llevaba cubrían hasta mis rodillas, aún era mucha piel la que se dejaba ver.

—Umm... lo siento —dijo él ruborizándose brevemente. Dios, mátame.

¡John se había ruborizado! Si han oído que las chicas se ven adorables ruborizados, no han visto a mi profesor, era increíblemente adorable y ahora mismo parecía un osito de caramelo, que yo quería morder. Quería acercarme hasta su mejilla y lamberlo.

¿Qué cosas pensaba? Lamber, a mi profesor. Ver esos hombres tan lindos sí que te daña la mente.

John sonrió y yo solté una risita, mi mente me decía que me fuera a cambiar. Pero estaba esa parte pervertida, que quería quedarse de esta forma solo para ver más cachetes rosados como esos en mi profesor.

Imposible quererte, profesor I ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora