CAPÍTULO - 28 (II)

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"La ley de la gravedad no es responsable de la gente que se enamora" — Albert Einstein.


Me arrepentía de haber hablado con Carlos y, sobretodo, de haberle amenazado. Esa había sido la primera vez que había amenazado a alguien en mi vida, y lo hice con el único fin de sentirme superior a esa persona, creyendo que así podría estar más tranquila en Inglaterra, sabiendo que ese tipo no volvería a acercarse a mi hermana. Sin embargo, en lugar de sensación de poder, más bien sentía una opresión en el pecho que no me había permitido conciliar el sueño durante las noches que llevaba en Manchester. Cuando había hablado con mis padres, todo parecía estar igual que estos meses atrás, con mi hermana metida en ese extraño y destructor mundo que su propia mente había creado, pero no me dijeron una palabra acerca de Carlos, ni notaron ningún cambio en mi hermana, por lo que supuse que el chaval no se había ido de la lengua. Aún así, mis pensamientos estaban sumergidos en una preocupación constante que sólo se atenuaba o incluso se esfumaba cuando pasaba tiempo con Harry y me distraía con sus ideas y su forma de ser.

Harry Styles me hacía más bien del que alguna vez estaría dispuesta a reconocer.

Unos fuertes golpes en la puerta de entrada me hizo dar un sobresalto del sofá, donde navegaba por las redes sociales en mi portátil.

—¡Ray, corre, abre la puerta!

La voz de Harry, algo distante y ahogada al encontrarse fuera de la casa, me hizo fruncir el ceño y entreabrir los labios, extrañada de su urgencia. Por su tono, supe que no se trataba de nada malo por lo que rodé los ojos a medida que avanzaba hacia la puerta de la entrada; nunca podía predecir cuál sería el próximo movimiento del chico y quería ver qué era lo que tramaba ahora.

Me encontré a un Harry jadeando, abrazado a un enorme objeto enfundado en una tela de color negro, de tamaño rectangular.

—Harry, ¿qué...?

—Mira lo que he comprado.

El chico tenía una sonrisa feliz y entusiasmada en su rostro, como un niño al que le regalan su más preciado juguete el día de Navidad. Avanzó y entró al interior del apartamento, cargando esa enorme cosa que no tenía ni la más remota idea sobre qué podría tratarse y la apoyó en el suelo del salón, dejándolo recostado sobre una pared. Luego, se giró hacia mí y cruzó los brazos sobre su pecho, dirigiéndome una mirada divertida.

—Si adivinas qué es veremos la película que tú elijas esta noche, si no, veremos El Rey León.

—No, Harry, por favor, sabes la pena que me da esa película.

—¡Lo sé, pero es una de mis películas favoritas y nunca podemos verla porque te da pena! — se quejó el chico, extendiendo sus brazos.

—Pero podríamos ver-

—No — dijo rotundamente, acusándome con el dedo índice —, otra vez Frozen no, me niego. Estoy harta de ese estúpido muñeco de nieve que canta.

—¡No oses insultar a Olaf! — alcé la voz, enfurruñada —. Es el muñeco de nieve más adorable del mundo.

—"Estúpido" no es un insulto — dijo poniendo una voz graciosa, que me recordó a un niño pequeño enrabietado —, es sólo un adjetivo negativo que describe la conducta absurda de alguien.

—¿Ahora te has tragado un diccionario? — alcé una ceja, cruzándome de brazos, deshaciendo los puños que no sabía que mis manos habían formado.

Harry suspiró, desviando su mirada hacia el techo y, de forma involuntaria, dejó escapar una leve risa, que fue seguida inmediatamente por la mía, percatándome de cuán absurda era la situación.

Mi sueño, mi vida || Harry StylesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora