CAPÍTULO - 21 (I)

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Una sensación que me era extraña invadió cada una de mis terminaciones nerviosas, enviando una paz y tranquilidad hacia mi mente y mi cuerpo, haciéndome cerrar los ojos durante un momento y que un leve suspiro saliese de entre mis labios. Miré hacia el cielo azul completamente limpio de nubes y le sonreí, aunque pareciese una desequilibrada mental entre las decenas de estudiantes que se movían de un lado a otro, algunos sonriendo y otros casi llorando.

Era libre.

El período de exámenes había concluido, lo cual significaba que mi infierno particular había llegado a su fin tras pasar tres intensas y agobiantes semanas que prefiero no recordar en este momento. Dentro de una semana se harían públicas las calificaciones y vería cuántas había aprobado con éxito y cuántas no, pero no quería pensar en eso en aquel momento tan feliz y liberador.

—¡Raquel!

La voz chillona de mi amiga Ana me hizo girar rápidamente la cabeza y vi su cabeza oscura como el azabache avanzando entre la multitud de chicos que se agolpaban en las escaleras localizadas en la puerta principal de entrada a la Universidad. Alcé la mano y la ondeé en el aire para que me viese mejor. Lo próximo que sentí fue sus brazos alrededor de mi cuello y yo le correspondí entusiasta.

—¿Qué tal te ha ido? — dijo con sus ojos achinados debido a la intensidad de su sonrisa, permitiéndome ver sus dientes blancos.

—Pues creo que bien, he dejado en blanco dos porque no estaba segura, pero las veintiocho restantes me las sabía todas.

Los exámenes tipo test eran muy engañosos; parecían fáciles porque sólo tenías que marcar con cruces las preguntas correctas y ya está, no era necesario que desarrollases teoría ni tenías que memorizar todo al completo; sin embargo, era necesario estudiar la lección y comprenderla perfectamente, de lo contrario, te surgirían miles de dudas a la hora de marcar la opción correcta. Era preferible dejar una pregunta sin contestar que arriesgarte a contestarla y equivocarte, pues mientras que en lo primero no te restaban puntuación, en lo segundo, sí.

—¡Segurísimo que estamos aprobadas! Yo me he arriesgado un poco al final pero creo que he llegado al cinco de sobra. ¡Tenemos que celebrar esto, chica!

—Claro que sí — la tomé del brazo y empezamos a caminar fuera de aquel tumulto de estudiantes —, ¿se te ocurre algo?

Pero Ana no estaba prestándome atención en ese momento; movía su cabeza de un lado a otro, disgustada.

—Agh, por favor, que se duchen o algo, ¿habéis pensado que tal vez esa es la razón por la que no os aprueban? — hizo un gesto gracioso con su nariz respingona, disgustada con el olor proveniente de los chicos de nuestro alrededor —. Qué asco de tíos, en serio.

—¡Ana! Baja la voz, vas a conseguir que nos peguen el último día del semestre — reí por lo bajo, tirando ahora de su brazo con más intensidad.

—Es que apestan, ¿no saben de la existencia de este líquido pulverizado con olores agradables también conocido como desodorante?

—Probablemente no. Además, este calor sofocante también hace muy difícil el trabajo del desodorante, aunque lo lleven. Los hombres huelen un poco más fuerte. Salgamos de aquí rápido, por favor.

—Los hombres apestan — musitó mi amiga, tapándose la nariz nada disimuladamente.

Y pensaba que yo era la persona con el olfato más delicado del mundo.

Una vez nos hubimos alejado de aquella multitud, nos fuimos andando hacia nuestros respectivos pisos de estudiantes, situados a media hora a pie de la Universidad, aproximadamente. A pesar de la temperatura cálida, no teníamos ganas de usar el transporte público hoy; necesitábamos saborear nuestra libertad un poco.

Mi sueño, mi vida || Harry StylesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora