CAPÍTULO - 58 (I)

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Por muy irónico que pueda llegar a sonar, pelearte con alguien es demostrarle que realmente te importa — Red Rose.


El frío volvía a estar presente en los días de Inglaterra. Se colaba por los resquicios más inadvertidos, haciéndonos tiritar y obligándonos a ajustar aún mejor nuestras bufandas y pesados abrigos de invierno hasta resguardarnos en las casas o en los edificios acondicionados.

Aquella tarde del nueve de noviembre de dos mil quince pintaba ser más fría que las anteriores. Lo noté en cuanto puse un pie fuera de mi oficina y un aire helado envolvió a mi rostro desabrigado, que quedó congelado en una mueca mezcla de fastidio y cansancio. Emprendí la marcha hacia la parada de autobús de la factoría a una velocidad ligeramente superior a la que solía hacerlo; después de todo, el frío parecía darnos fuerzas para caminar de la misma manera que el calor nos desproveía de ellas.

Una vez estuve resguardada del exterior, bien cómoda en mi asiento del autobús, dejé que mi mente exhausta vagase un poco al son de los húmedos y verdes campos de Liverpool conforme estos iban formando parte del paisaje que recogía mi visión desde la ventana del vehículo, como si estos conformasen un bonito cuadro de acuarelas digno del Museo del Prado. Me entretuve con la gran nube en forma de cruasán que también podría confundirse con una majestuosa canoa; parecía estar aguardando a sus vikingos para surcar las aguas del cielo.

Sabía que estaba dejando volar mi imaginación a propósito con tal de dejar a mi mente en paz durante un rato más. El trabajo era la perfecta distracción que se encargaba de disolver el caos arremolinándose entre mis pensamientos los días pasados.

No quería pensar, pero eso nunca se me había dado del todo bien. Tal vez estuviese siendo un poco paranoica, lo cual sí que podría definirse como una de mis virtudes.

"Y egoísta, eres una completa egoísta".

Inspiré profundamente, tratando de no dejarme llevar por el pánico. A pesar de ser jueves, no estaba de humor, y ni siquiera tenía ganas de llegar a casa; sabía lo que iba a encontrarme y lo que no, y ninguna de ambas situaciones me provocaba regocijo alguno. Harry estaría inmerso en sus estudios, sin levantar la mirada de sus libros de Medicina, y apenas me dedicaría un abrazo y un beso fugaz, como si su leve contacto hubiera resultado fruto de mi imaginación desmedida, del mismo modo que tiene lugar una aparición fantasmal. Estaba tan acostumbrada a su especial atención y a formar parte del centro de su mundo, que aquella actitud de chico extremadamente estudioso estaba logrando hacerme sentir menos querida, celosa de sus libros y exámenes, a pesar de que no fuese así, tal y como me demostraba cada noche cuando me abrazaba como si fuese a escaparme de un momento a otro.

Sabía que era ridículo pensar en la posibilidad de que me estuviera olvidando, de que me estuviese sustituyendo por los estudios, pero no podía evitar sentir un vacío en mi pecho cuando no me dirigía sus encantadoras sonrisas tan a menudo como antes, o cuando sus charlas quedaban reducidas a cero durante la cena, o incluso cuando no me pedía que le acompañase en la ducha como el novio plasta y empalagoso que demostraba ser a veces. Su cabeza flotaba entre las nubes desde que había comenzado con su rutina de estudios, y eso era algo palpable en prácticamente todo lo que hacía.

Pero, ¿acaso no me había comportado yo así también cuando estudiaba?, ¿evadiéndome de todo y de todos, incluido del chico de las esmeraldas?, ¿permitiéndome incluso comportarme mal con él a pesar de sus cuidados? Hasta ahora, él no había mostrado malhumor o enfado, eran simple seriedad y evasión, lo cual me hacía sentir invisible la mayor parte del tiempo, y tenía que admitir que escasas sensaciones podían llegar a resultar tan frustrantes como aquella.

Mi sueño, mi vida || Harry StylesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora