CAPÍTULO - 40 (III)

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"El corazón tiene razones que la razón no entiende" — Blaise Pascal.


Tragué saliva una vez más, viendo como el que había sido mi ídolo durante dos años y amigo durante siete meses, se escapaba de mi alcance, cruzando el marco de la puerta de la cafetería, saliendo hacia las frías calles de Manchester, sabiendo que, aquella vez, no iba a volver.

[Es casi obligatorio que reproduzcáis 'If I could fly' de One Direction mientras leéis el capítulo. No he podido ponerla en multimedia porque la canción original no está en Youtube]

Aún en trance, agarré mi abrigo y mi bolso y crucé la puerta por la que segundos antes Harry había pasado, llevándose con él toda mi alma y ser.

El frío de la calle ni siquiera me hizo estremecer, pues parecía que fuese mi cuerpo el que actuaba de forma mecánica, estando mi mente muy lejos de allí, siendo incapaz de ordenar el cerebro las actividades o sensaciones que mi cuerpo debería realizar o sentir, tales como estremecerse al sentir el frío de diciembre.

Poco a poco, el dolor se fue haciendo un hueco en mi pecho, materializándose en calientes y saladas lágrimas que empezaron a desparramarse por mis mejillas de forma descontrolada mientras mis pies se movían sin rumbo a través de mi querido Heaton Park, que se hallaba apenas a dos minutos de la cafetería. La tarde se había vuelto extremadamente fría y húmeda, anunciando la pronta presencia de lluvia. Supongo que esa era la principal razón por la que el parque se hallaba completamente solitario.

El dolor que había sentido estas semanas atrás no era nada comparado con el que me acechaba ahora, el cual parecía no tener piedad con mi frágil y ya quebrado carácter. El frío entumeció cada parte de mi cuerpo una vez me embauqué en el helado y solitario camino serpenteante que tantas veces había recorrido con Harry durante las cálidas tardes de verano, que ahora parecía otro completamente distinto, rebosante de nieve a sus lados y acechado por los árboles ya sin hojas, que se asemejaban a los del bosque encantado que la chica más hermosa del Reino una vez imaginó en su estado más aterrorizado. Y así era cómo me sentía en aquel momento, como la bella Blancanieves, atemorizada y completamente sola, vagando por el inmenso, helado y desértico parque.

Nunca había temido a la soledad hasta aquella tarde del día seis de diciembre, cuando decidió rebelarse contra mí en su estado más salvaje y acorralarme sin darme siquiera oportunidad para defenderme de ella. Incluso me había quitado a mi mente, que parecía haberse apagado desde que Harry desapareció tras la puerta de la cafetería. Jamás pensé que fuese a echarla de menos.

Estaba completa y tristemente sola.

O eso fue lo que creí.

Una voz ronca y grave, impregnada de rabia, se hizo sonar a través del aire seco y helado, haciéndome dar un respingo y girando mi cabeza hacia detrás, donde tenía su origen.

—¡Eh!

La alta figura de Harry se encontraba a menos de diez metros de mí, de pie, enfundado en su abrigo negro, con las mejillas sonrosadas por el frío y sus manos convertidas en puños a cada lado de sus costados. Su expresión seria y dolida al mismo tiempo hizo que más lágrimas se escapasen de mis ojos.

—¿Eso es todo? ¿Te da exactamente igual que me vaya a América así sin más, después de todo lo que hemos pasado juntos?

Ni siquiera me molesté en limpiarme las lágrimas, ¿qué más daba? Estaba segura de que mis sollozos podían escucharse en todo Manchester. Ya nada importaba.

Mi sueño, mi vida || Harry StylesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora