CAPÍTULO - 23 (II)

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"Aferrarte a la ira es como agarrar un carbón ardiendo con la intención de tirárselo a otra persona; tú eres quien termina quemado" — Buda.


Quince minutos más tarde, salimos del apartamento dispuestas a avisar a Harry pero nos dimos cuenta de que éste se encontraba fuera, en la calle, manteniendo una conversación por teléfono. La camisa blanca que acompañaba a sus pantalones negros característicos le daba un aspecto juvenil y le daba una forma triangular y esbelta a su espalda. Sus rizos estaban meticulosamente peinados hacia detrás y vi cómo su hoyuelo izquierdo se asomaba cada vez que esbozaba una sonrisa. Cuando giró su vista hacia nosotras, que nos dirigíamos hacia él, alzó la mano en forma de saludo y despidió a quien quisiera que fuera la persona con la que estaba hablando.

Cuando su vista se posó sobre mí, una sonrisa involuntaria ocupó sus labios y yo aparté un poco la vista antes de dirigirla hacia él de nuevo, algo avergonzada. Me di cuenta de que seguía mirándome sólo a mí cuando al fin le alcanzamos. Agradecí que Mica rompiese el embrujo que sus ojos parecían tener sobre los míos.

—Qué elegante, Harry. Se nota que eres inglés.

—Oh, gracias — rio, mirándose a sí mismo —. Estáis muy guapas... — me miró durante un instante que me pareció eterno — todas.

Las chicas sonrieron a modo de agradecimiento y Ana empezó a explicarnos la zona por la que ella solía salir cuando viajaba aquí en verano. Pasamos varios pubs y alguna que otra discoteca y conforme íbamos avanzando nos dimos cuenta de que había más y más gente.

—Espero que nadie note la presencia de Harry aquí; hay mucha gente y podría volverse peligroso si empiezan a acosarle con fotos y autógrafos — me comentó Ana.

—La mayoría de las fans son más jóvenes, aquí sólo hay gente mayor de dieciocho, no creo que tengamos muchos problemas.

De reojo, me percaté de que Isabel estaba hablando con Harry en un inglés mediocre y sonreí con superioridad al ver cómo cambiaban las cosas de un día para otro; prácticamente ayer aprovechaba la más mínima oportunidad para insultarle, tanto por su físico, como por su supuesta forma de ser, y ahora, parecía querer comerle con los ojos.

Nunca tires nada para arriba, porque volverá a caerte encima.

Hablé con Mica entretenidamente hasta que Ana se paró frente a la puerta de un local señalizado con luces de neón, con una gran puerta de madera encabezada por lo que supuse que sería el nombre: "Roseling". Dos grandes y fornidos guardias de seguridad vestidos de negro y con gafas oscuras — a pesar de ser de noche — vigilaban la entrada al local, que parecía ser bastante exclusivo.

—No pensarías que iba a traer a Harry a un cuchitril, ¿verdad? — me dijo Ana, por encima del ruido ambiente.

Una vez hubimos mostrado nuestros documentos de identidad y Harry su tarjeta de identificación (no existen los DNI como tales en Reino Unido), pagamos la entrada y el señor que se encontraba en las puertas nos permitió el paso y uno a uno fuimos entrando en la discoteca.

Era enorme y estaba a rebosar de jóvenes sudorosos, bailando como si no hubiese mañana; no creo que permitieran la entrada a muchos más. El calor era casi insoportable y prácticamente podía sentir la humedad en el ambiente provocada por la evaporación del sudor de los cuerpos que se movían sin parar al son de la música — si es que a aquella melodía monótona, arrítmica y con una letra sin sentido alguno podía llamársele como tal.

Justo al lado de la entrada por la que habíamos accedido se encontraba la barra con las bebidas y, un poco más hacia delante, vislumbré, tanto en el lado izquierdo como en el derecho de la enorme sala, dos escaleras que llevaban hacia un piso superior.

Mi sueño, mi vida || Harry StylesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora