CAPÍTULO - 49 (II)

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"La memoria del corazón elimina los malos recuerdos y magnifica los buenos; así, logramos sobrellevar el pasado" — Gabriel García Márquez.



—¿Estás con la señora Evans?

Confundida, sacudí la cabeza, a pesar de que ella no pudiese verme.

—No, Lily, ya son casi las siete y-

—No está. Ella no está aquí en casa — sollozó, explotando —. Ha desaparecido.

Me incorporé de un salto y Harry me imitó, con su cuerpo claramente guiado por el nerviosismo y la impotencia de no saber qué estaba pasando.

—¿Dónde ibais a pasear, Raquel? No se me ocurre otra parte en la que pueda estar.

Todo había sido tan desprevenido que el shock se había instalado en mis venas como si se tratara de escarcha. Además, la rapidez y la histeria con las que la mujer pronunciaba sus palabras no ayudaban en absoluto.

—Sólo íbamos a Heaton Park, eso es todo. No puedo pensar en otro sitio aparte de ese. Aún así me resulta extraño que haya salido sola...

—Lo sé, lo sé... Vale, pues mi marido y yo iremos hasta allí ahora. No hemos querido avisar a la policía todavía. Hace apenas una hora estaba sentada en el sofá como siempre.

—De acuerdo. Yo también voy para allá. Te veo ahora.

Colgué el teléfono y procedí a tomar una inspiración profunda antes de poner a Harry al corriente, quien me miraba con preocupación y confusión al mismo tiempo. Notaba la ansiedad escurrirse por mi sistema, con la venenosa lengua de la conciencia siseando en mi mente que ayer mientras estábamos en el parque yo ya había notado un cambio en el carácter ya de por sí peculiar de la anciana y, sin embargo, no le había dado importancia, y tampoco había informado a Lily sobre ello. Volvía a sentirme culpable por algo que no era capaz de controlar; era toda una masoquista en el terreno de la impotencia.

Sentí las manos de Harry frotar mis hombros, masajeándolos.

—Tranquilízate. No vas a conseguir nada alterándote. Además, no creo que Rose haya ido muy lejos, nunca ha salido sola...

—Por eso mismo estoy preocupada — le miré, con mi voz atenazada por el pánico —. Nunca sale sola, ¿cómo va a saber moverse por la ciudad?

Unos golpes en la puerta de la entrada hicieron que guardásemos silencio durante un breve instante en el que nos miramos con confusión.

—¿Esperas a alguien?

—No.

El muchacho se apresuró hasta la entrada y miró por el ojo de la puerta antes de abrir. Una sonrisa se hizo paso por entre sus labios y pude apreciar cómo su postura se relajaba sobremanera.

—Creo que tienes visita, Ray — dijo, lanzándome una mirada rápida antes de abrir la puerta.

La intriga que se había arremolinado en mi sistema rápidamente comenzó a disolverse en cuanto mi campo de visión abarcó aquella figura tan extremadamente familiar, cubierta por un vestido azul cielo de media manga que le llegaba a cubrir sus rodillas. Las hebras de su cabello ondulado, tan blanco como las perlas que adornaban sus orejas, se encontraban tan bien peinadas como siempre. Si hubiese que definir a la señora Evans con varios adjetivos, elegante sería sin duda uno de ellos; ella y la elegancia siempre iban de la mano.

Antes de acercarme hasta donde la señora se encontraba, procedí a llamar a Lily para que se tranquilizase; le dije que yo me encargaría de todo y que le llevaría de vuelta a casa.

Mi sueño, mi vida || Harry StylesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora