CAPÍTULO - 52 (II)

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Coloqué mi mano sobre la frente a modo de visera y achiné los ojos para enfocar mejor la mirada en la orilla situada a varios metros de nuestras hamacas, por la que los dos hombres llevaban ya paseando de un lado a otro casi una larga hora. Fruncí el ceño, deseando poseer el agudizado oído de Toby para oír aquella profunda —y al parecer divertida— conversación que estaba teniendo lugar sin la necesidad de levantarme y quemarme los pies con la arena blanca y caliente.

—¿Pero de qué crees que están hablando? — volví a insistirle a la mujer que siempre parecía encontrarle respuesta a todo.

Ella no se inmutó, supuse que harta de mi repetitiva pregunta, y siguió con los ojos fijos en su más reciente libro de las aventuras del Capitán Alatriste, aunque no tardó en responderme. A nuestro lado, Gemma y mi hermana Lidia se divertían jugando a las cartas; no entendía cómo podían llevar así una hora cuando yo no aguantaba ni una sola partida.

—Cariño, es tu padre, podría hablar durante horas sobre el libro de instrucciones de una lavadora. No le des más importancia.

—Ya, ¿pero incluso en inglés?

Me dirigió una mirada escéptica, alzando una ceja.

—¿Crees que un idioma va a suponer un impedimento para él?

Suspiré, sabiendo que tenía razón; mi padre no era precisamente un hombre de pocas palabras.

Aún así, estaba intrigada; ¿qué podían tener en común un muchacho inglés que casualmente era una estrella del rock conocida en todo el mundo con un hombre de cincuenta años amante de la música clásica y alérgico a las guitarras eléctricas?

Volví a concentrarme en las páginas de mi libro de aventuras, entre las que se describía la historia de un muchacho que se embarcó con la intención de encontrar un tesoro en una misteriosa isla.

—Voy a darme un baño, a ver si arrastro a tu padre y deja a tu chico en paz de una vez.

—Son tal para cual, mamá. Harry también habla por los codos, ¿no le ves?

Observé cómo mi madre se levantaba de su hamaca situada bajo el sol y se dirigía hacia la orilla, donde intercambió un breve saludo con Harry antes de tomar del brazo a mi padre para entrar a las calmadas aguas del Mediterráneo; recordé con nostalgia cómo hacía exactamente un año había estado en aquella misma playa con mis amigas y con Harry, con el que apenas había iniciado una bonita y peculiar amistad. También me acordé de cómo sufrí la depresión de mi hermana Lidia, ahogándome en mis peores pensamientos cuando me encontraba sola, sin la compañía del chico inglés. Sin embargo, ahora, doce meses más tarde, me hallaba aquí, con mis padres, mi hermana, tan sana como una rosa fresca, Harry, sus padres y su hermana Gemma. Me sobrecogió todo lo que había ocurrido en tan poco tiempo y cómo mi vida había cambiado de forma radical.

Mis pensamientos se vieron interrumpidos en cuanto mis ojos captaron el cuerpo tonificado de mi chico acercándose hasta la sombrilla bajo la que me encontraba, y no me molesté en disimular el recorrido que mi mirada realizó por su piel blanca y adornada por algún que otro tatuaje en su brazo izquierdo, además de las alas de su clavícula. Para cuando llegué a su rostro, me percaté de la burla impregnado en el mismo.

—¿Acaso me estás dando un repaso, Pérez? — me preguntó una vez se encontraba a escasos metros.

—Pues sí — admití, alzando las cejas —. Me gusta lo que veo.

Observé cómo relamía sus labios y sonreía, pícaro. Se paró justo a mi lado y procedió a ponerse en cuclillas sobre la toalla que se hallaba extendida al sol justo al lado de mi hamaca para que así nuestros rostros quedasen a la misma altura.

Mi sueño, mi vida || Harry StylesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora