CAPÍTULO - 61 (II)

60 7 26
                                    

           

Las manecillas del reloj de pared de nuestra lujosa habitación de hotel marcaban las nueve y veinticinco de la noche de aquel domingo seis de diciembre. Nuestro vuelo había llegado lo bastante temprano como para que pudiésemos salir a cenar y a pasear por los jardines junto a la Torre Eiffel. Nunca había visto nada tan hermoso, excepto tal vez el río Támesis bañado por la luz de la luna, con el imperial Big Ben reinando junto a Tower Bridge en un paisaje de ensueño. Sin duda, Londres y París eran los grandes reyes de Europa.

El calor que me transmitía su pecho apoyado en mi espalda me hacía temblar más que el frío de aquella noche, en la que apenas se podían ver un par de estrellas y un esbozo difuminado de la luna bajo el espeso manto de la niebla helada que cubrían los cielos parisinos. Sus manos jugueteaban con las mías, colocadas sobre mi abdomen, de forma que sus brazos me envolvían desde atrás, protegiéndome de mi miedo a las alturas. La terraza de nuestra habitación tampoco estaba muy alta, pero mi fobia podía llegar a ser bastante grande si mi mente así lo decidía.

Y allí estábamos, en la ciudad de la luz y del amor, contemplando cómo la majestuosa Torre Eiffel se imponía entre las luces de los edificios de una metrópolis más que impresionante.

—No quiero pensar en lo que ha debido de costarte esto — murmuré, interrumpiendo el silencio de aquella estampa para el recuerdo.

Con mi carrera profesional también podría aspirar a permitirme lujos como aquel, pero no a los veintidós años cuando recién acababa de terminar la Universidad y apenas ganaba mil libras mensuales.

Sus dedos ejercieron presión sobre los míos, entrelazando nuestras manos sobre mi estómago. Sentí cómo su cabeza bajaba hasta mi hombro, buscando la piel de mi cuello con sus labios a través de mis cabellos. Subió hasta mi oreja e inspiró antes de besarme el pelo con cariño.

—Es que no es algo en lo que tengas que pensar — susurró en mi oído, llenando cada rincón de mi ser con su timbre grave y áspero —. De hecho, no deberías estar pensando en absoluto cuando puedes perderte en estas increíbles vistas.

Sus dedos no paraban de trazar patrones irregulares en mis manos y la piel de mis muñecas; encontré extraño que en las pocas horas que llevábamos en París, Harry pareciese ligeramente intranquilo. Él se caracterizaba por su parsimonia y su paciencia a la hora de llevar a cabo casi cualquier tipo de acción; sin embargo, había algo que parecía inquietarle. Eran gestos como mover la pierna en un tic nervioso durante la cena, o apretar mi mano entre la suya a intervalos regulares, lo que lograban que pensase que el chico estaba internamente nervioso. Decidí no preguntarle al respecto, ya que el viaje estaba siendo maravilloso, y no quería que ninguna otra paranoia mía se interpusiese entre él y yo. Además, era normal que no se mostrase tan tranquilo como siempre; al fin y al cabo, conociéndole como lo hacía, estaría procurando por todos los medios que todo fuese perfecto y que yo estuviera pasando el mejor tiempo del mundo junto a él en nuestro primer aniversario.

Inspiró profundamente, llenándose los pulmones, y observé cómo el vaho de aire caliente escapaba por el lateral de mi cabeza cuando lo soltó por la boca, a la altura de mi oreja, contrastando notoriamente con el frío de la noche invernal.

—Gracias, Harry — respondí, girando mi cabeza en su dirección. Llevé mi mano hacia detrás para acariciar su mejilla fría —. Este detalle tan bonito... no sé cómo podría algún día prepararte algo como esto. Soy pésima para dar sorpresas y para organizar cosas que no sean apuntes de ciencias.

El chico rio con mis palabras y besó la punta de mi nariz.

—Tú tienes detalles así conmigo todos los días — sus ojos verdes brillaron al pronunciar aquellas palabras —. Cuando me preparas el desayuno los días que salimos de casa temprano y yo aún estoy remoloneando en la cama; o cuando vienes a darme mimos y a hacerme reír con tus ocurrencias cuando estoy estresado estudiando; incluso cuando veo que el frigorífico y la despensa están llenos de esas cosas que a ti no te gustan y a mí sí pero que los compras porque ya conoces mis gustos...

Mi sueño, mi vida || Harry StylesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora