CAPÍTULO - 43 (III)

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"El amor no necesita ser entendido, sólo necesita ser demostrado" — Paulo Coelho.


—¡Feliz cumpleaños, Harry! — dije con entusiasmo sobre la piel de su hombro, acariciando parte de su espalda desnuda con mis manos.

Di un pequeño grito cuando el chico me alzó en sus brazos por sorpresa hasta que mi rostro quedó a la altura del suyo. Me agarré mejor a sus hombros y le coloqué un mechón de su pelo tras la oreja bajo su atenta mirada, que desprendía a partes iguales sorpresa y felicidad.

—Esto es surrealista... — murmuró, embelesado, aún conmigo entre sus brazos —. Raquel Pérez, ¿qué diablos haces en Japón?

Eché mi cabeza hacia detrás debido a la risa y noté cómo su mano se posaba en mi nuca, enredándose entre los cabellos rizados de mi melena. Ejerció un poco de presión sobre mi cabeza, eliminando la distancia entre nuestros rostros y acogiendo dulcemente mis labios entre los suyos. Cerré los ojos prácticamente al instante y me deleité con su sabor dulzón, mientras las intrépidas y curiosas yemas de mis dedos recorrían el camino imaginario que se trazaba desde sus hombros bien formados hasta sus brazos fuertes y suaves al mismo tiempo. El chico se inclinó un poco hacia delante, besándome con algo más de intensidad, y volví a posar mis pies sobre el suelo, obligada a arquear un poco mi espalda para darle pleno acceso a mis labios. Mi cintura y mi espalda quemaban bajo su tacto — a pesar de llevar varias capas de ropa — y mis rizos danzaban con regocijo entre los dedos del muchacho contentos de recibir de nuevo sus mimos.

Nos separamos cuando empezamos a quedarnos sin aire, y posé una mano en su pecho con tal de ganar un poco de estabilidad; nunca había consumido drogas antes, pero estaba casi segura que el efecto podría llegar a ser muy similar al que sacudía a mi cuerpo cuando Harry me besaba.

Unos pasos rápidos y ligeros sobre la moqueta del pasillo nos hizo girar la cabeza en la dirección de donde provenían y rápidamente Harry tiró de mí hacia dentro su habitación, arrastrando también mi maleta consigo, supuse que para tener algo más de intimidad. Cerró la puerta y me aprisionó contra ella, obligándome a apoyar la espalda sobre la madera. Tomó la toalla alrededor de su cuello y la lanzó a un pequeño mueble situado justo a la derecha, apoyando a continuación sus manos a cada lado de mi cabeza, sobre la puerta, dejándome así ver los tatuajes de las alas que yo había diseñado sobre sus clavículas. Inconscientemente, llevé mis manos hasta ellos y deslicé mis dedos sobre el plumaje grabado en tinta, recordando el momento exacto en que hice aquel dibujo y pensando en cuán importante había llegado a ser en mi vida; jamás habría podido imaginar que aquel trazo irregular y para nada artístico fuese a estar plasmado sobre la piel del chico al que amaba.

Observé cómo su piel se erizaba bajo mi tacto y sonreí al comprobar que no era la única de los dos que sentía aquello cuando nuestras pieles se rozaban. Sus manos pasaron a acunar mis mejillas y conecté mis ojos con los suyos, que lanzaban chispas de un sentimiento que no sabría muy bien cómo describir. Sonreí cuando sus labios volvieron a acercarse a los míos, y me entretuve con sus cabellos húmedos mientras tenía lugar un beso cargado de ternura.

—Este cumpleaños es el mejor que he tenido en la vida — murmuró sobre mis labios, dejando después un beso casto en ellos.

Solté una risita algo nerviosa, mareada por la cercanía de su torso desnudo, y mis dedos encontraron distracción en el pequeño colgante en forma de cruz que caía sobre su pecho; sin duda aquella pequeña perlita de diamante quedaba muy bien al lado de la plata. Jugueteé con ambos colgantes mientras notaba mis mejillas sonrojarse más y más al ser consciente de que sus ojos verdes me miraban atentamente derrochando amor y ternura.

Mi sueño, mi vida || Harry StylesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora