CAPÍTULO - 14

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El estridente sonido del despertador inundó mis oídos, haciéndome bajar desde mi maravilloso mundo de los sueños hasta la aburrida cotidianidad de la vida real de un solo golpe, desapareciendo así por completo la increíble capacidad de volar que había adquirido mientras dormía. Por un momento sentí que mi sueño era real e incluso pude notar cómo mis pies abandonaban poco a poco el suelo hasta estar levitando por completo. Todo había sido demasiado bonito, así que, cuando abrí los ojos y vi el techo azul claro de mi habitación en casa mis tíos, comprobé que, de hecho, era sólo un sueño. La dura realidad se imponía, y tenía que enfrentarme un día más a las ecuaciones diferenciales y las integrales imposibles para poder aprobar mis exámenes en apenas dos semanas.

Llevaba tres días sin salir, sin descansar y sin apenas comer. Se me estaba empezando a notar en el rostro y en el cuerpo el efecto que tenía el período de exámenes en mí. Intentaba con todas mis fuerzas que no me afectase tanto como lo hacía, de hecho, no estaba nerviosa ni estresada, pero mi cuerpo llegaba a convertirse en una máquina cuando de estudios se trataba, olvidándose por completo de que seguía perteneciendo a una chica humana que tenía que comer y dormir para así poder vivir. Odiaba tomármelo tan en serio.

A Ana, por el contrario, le ocurría todo lo contrario; sus ansias por comer se multiplicaban por cinco cuando estudiaba, mientras que yo apenas era capaz de llevarme comida a la boca. Anoche, sin ir más lejos, se comió el cuádruple de berenjenas que yo, añadiendo, además, la tableta de chocolate que se zampó ella solita como recompensa por "haber estado todo el día estudiando". Decía que ojalá fuese como yo para así adelgazar en vez de engordar.

Miré mi pálido y ojeroso rostro en el reflejo que me ofrecía el espejo; ¿de verdad querías ser como yo, Ana? ¿Tener la sensación de hambre pero llevarte la comida a la boca y notar como se cierra la boca de tu estómago? ¿Dejar intacta la mitad de la comida? ¿Sentirte débil? Si de veras lo pensases bien, tu opinión cambiaría radicalmente.

Hoy era el día en que quedaría con Harry, después de haberlo visto por última vez el día en que estuve visitando a su madre. Habíamos estado hablando por mensajes con el móvil estos días en que no nos habíamos visto, casi siempre por la noche, antes de dormir, así que tenía a Agatha Christie y a sus misterios más abandonados de lo que quería; aunque irme a dormir tras enviarme mensajes con el chico por el que he tenido un enamoramiento desde hace dos años y que ahora es mi amigo tampoco estaba mal.

Para mi sorpresa, cuando bajé a desayunar, Ana ya estaba allí en la cocina preparándose su desayuno.

-Buenos días, Bella Durmiente - me saludó, alegremente.

Fruncí el ceño, restregándome los ojos, y me acerqué hasta donde se encontraba arrastrando mis zapatillas de conejitos cual zombi. No era una persona de hablar por las mañanas.

-Son las siete y diez de la mañana, Ana; me acosté hace cinco horas y media, tampoco es que haya dormido mucho - me enfurruñé levemente.

-Tranquila, amiga. A veces no sabes pillar la ironía, ¿eh? - centró su mirada en mí, riéndose un poco -. Te lo decía porque tú eres la que se levanta antes siempre y hoy te he ganado.

Traté de sonreír pero sólo me salió una mueca; estaba un poco agobiada con todo lo que tenía que hacer y preferiría que nadie me hablase hoy, ni siquiera me tocase, no tenía humor ni para escuchar un saludo por parte de mi mejor amiga. ¿Que soy rara? No es la primera vez que lo escucho.

-¿Quieres que te prepare el desayuno? - Ana me sonrió suavemente tratando de simpatizar conmigo; ella me conocía mejor que nadie y en momentos como aquél todo lo que hacía era preguntarme a mí misma qué había hecho yo para merecer a alguien tan buena como ella.

Mi sueño, mi vida || Harry StylesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora