CAPÍTULO - 52 (I)

159 11 32
                                    

¿Para qué preocuparnos por el futuro que está por venir si tenemos un presente por disfrutar y vivir? — Red Rose.


Queridos Raquel y Harry:

¿Cómo va todo por la húmeda y fría Inglaterra? Espero que maravillosamente bien y que estéis cuidando el uno del otro. Yo aún estoy tratando de asimilar el giro inesperado que ha dado mi vida gracias a vosotros.

Raquel, pequeña, mi hija está preciosa con ese vestido tan bonito y tan elegante. Deberías ver su cara radiante de felicidad. Tiene diecisiete años, pero parece una niña a la que le han regalado el vestido de su princesa Disney favorita. Cuando se lo probó tardó dos horas en quitárselo, y sus hermanas ya le han tomado fotos desde todos los ángulos, ¡no sé qué van a dejar para el día en que se gradúe! Maria y yo no tenemos palabras para agradecerte este regalo que nos has hecho a todos, no sólo a mi hija Sarah.

Por otra parte, Harry, debes querer mucho a Raquel. Quiero decir, no es lo común que el novio de una chica a la que tan solo acompañas a casa en un taxi te regale un Mercedes Clase E —buena memoria, Raquel, por cierto— y un cheque con 300,000$. ¡Estás completamente chiflado, joven!, ¡ni aún viviendo eternamente podría pagarte todo eso! La verdad es que cuando vi aquel coche aparcado en la puerta de casa y abrí el sobre que me entregaste junto a Maria —tal y como me pediste—, me eché a llorar como un niño pequeño sin consuelo. Creo que no puedes ni imaginarte lo que esto significa para nosotros.

Es como si la vida hubiese pasado de suponer un peso sobre nuestras espaldas a convertirse en unas alas que nos permitirán volar bien alto de ahora en adelante. La vida empieza a sonreírnos, y su sonrisa es casi tan bonita como la tuya, Raquel.

Harry, no permitas que la pierda nunca.

Cuidaos y quereos mucho.

Con todo el amor que podemos ofreceros,

Mark.

Releí la carta por la que sería la cuarta vez desde que había aterrizado en mi buzón aquella mañana soleada de julio. Era incapaz de no sonreír a medida que mis ojos recorrían las líneas escritas en una caligrafía irregular aunque cuidada mediante la tinta de una pluma azul. Balanceé mis piernas, que colgaban del brazo del sofá, y bajé mis manos hasta mi abdomen, donde las apoyé dejando el papel bajo su peso pero con cuidado de no arrugarlo. Dirigí mi vista al frente, notando mi espalda amoldarse al asiento blando del sofá, y contemplé el techo del salón de mi apartamento de Manchester mientras pensaba en todo lo que había ocurrido desde que habíamos regresado de Los Ángeles, hacía unas dos semanas.

La más importante era sin duda la felicidad que Harry se había encargado de llevar a Mark y su familia, sin dudar ni un solo segundo en sus intenciones cuando terminé de relatarle todo lo que había vivido aquella noche en la que deambulé sola por las calles de la ciudad de las colinas verdes. Su arrepentimiento se mezcló con el miedo de lo que podía haberme ocurrido si Mark no me hubiese encontrado y cuidado, pero traté de restarle importancia al peligro al que me expuse porque no quería que se sintiese mal por algo que había hecho bajo mi propia irresponsabilidad.

Así, al día siguiente, Harry y yo nos dirigimos al McDonald's donde trabajaba Mark, porque desde la noche anterior yo ya tenía muy claro que quería ofrecerle el vestido tan bonito que había lucido en la gala y que no volvería a usar; sería perfecto para la graduación de su hija. Harry llevó su agradecimiento mucho más allá, regalándole un sobre que contenía nada más y nada menos que un cheque con 300,000$, sin contar con el Mercedes que se encontraría cuando llegase a su casa. El hombre no supo nada mientras nosotros estuvimos con él, pues Harry le pidió expresamente que esperase a llegar a casa para abrir aquel sobre.

Mi sueño, mi vida || Harry StylesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora