CAPÍTULO - 26 (II)

130 15 6
                                    

"Perdona a tus enemigos, pero nunca olvides sus nombres" — John F. Kennedy.


Probablemente me arrepentiría de esto por el resto de mi vida pero también sabía que necesitaba descargar mi ira contra él para sentirme bien conmigo misma.

Él tenía la vista fija en su teléfono móvil por lo que no me vio cuando me senté a su lado en el banco, a una distancia prudente de él.

—Hola, Carlos. Qué de tiempo — le miré, sonriendo, como si fuese un viejo amigo al que me alegraba de ver.

El rostro del chico se tornó pálido en el instante en que despegó la vista de su móvil y la levantó hacia mi rostro; obviamente me había reconocido, alguien no podía olvidar una cara tras unos meses.

Él había estado en mi casa.

Él había comido en mi casa.

Él había dormido en mi casa.

Él.

El tipo que había arruinado la vida de mi familia.

—¿Qué tal estás?

Nunca había estudiado arte dramático pero apuesto a que nadie era capaz de actuar mejor que yo en situaciones cotidianas. Ahora mismo, la sonrisa cálida de mi rostro y mis ojos brillantes mostraban a una chica feliz y pacífica; sólo yo sabía que detrás de la calidez de mi sonrisa y el brillo de mis ojos se escondía la maldad de siete infiernos y la crueldad de ocho demonios.

—E-eh, b-bien, supongo — tartamudeó.

Genial. Estaba nervioso; eso era un punto a mi favor.

—¡Oh, genial! Me alegro — reí suavemente a lo que él trato de corresponderme con una sonrisa que más bien se pareció a una mueca —. ¿Sabes quién no está bien?

Mi sonrisa perdió un poco de intensidad, pero no desapareció del todo; la diversión sólo acababa de comenzar. Su expresión, en cambio, lucía más allá de atemorizada y mi yo irracional, aquel al que no le importaba estar teniendo esta conversación con un chico de diecisiete años, estaba dando volteretas de la emoción.

Dejó de mirarme y empezó a juguetear con su móvil, nervioso, concentrando sus ojos en él.

—Yo te lo diré — mi tono sonó divertido de forma siniestra —: mi hermana.

El chico siguió guardando silencio por lo que decidí continuar hablando.

—Me refiero a la chica a la que has arrastrado a un infierno junto conmigo y mis padres, ¿te suena ya o sigo refrescándote la memoria? Tengo toda la tarde libre — la sonrisa había abandonado mi rostro por completo y mi voz sonó monótona e indiferente.

—Mira, no tengo la culpa de que tu hermana siga queriéndom-

—No oses a continuar esa frase — mi timbre de voz, frío, lento y amenazador, interrumpió su tono inmaduro, cortándolo como un verdugo hace con la cabeza de un condenado.

El silencio se instaló entre nosotros durante varios segundos y perdí la noción del espacio y del tiempo; podíamos haber estado en la luna o inmersos en una marea de gente, nada me importaba. Mis ojos se mantenían fijos al frente, mirando atentamente las personas que deambulaban por el parque, dando su paseo de la tarde. A la vista de los demás, sólo éramos dos jóvenes compartiendo un banco, pero para nosotros dos, o al menos para mí, era como una batalla que tenía que ganar a toda costa si quería irme con mi mente totalmente despejada a Inglaterra.

—Mira, voy a ser rápida y clara; lo mío son las matemáticas, no la literatura enrevesada y ardua.  — mi mirada continuó al frente, sin inmutarme si quiera, notando cómo mis nudillos no podían estar más tensos sobre mi regazo, donde mis manos estaban hechas puños —: quiero que te alejes de ella. Quiero dejes de salir en el grupo con el que ella acostumbra a salir. Quiero que la dejes aunque te diga lo contrario. Y sobre todo, no quiero volver a ver tu maldita cara de nuevo — pronuncié mis palabras fríamente; era como si la parte de mi cerebro que se dedicaba a las emociones hubiese dejado de funcionar de forma abrupta —. No sé si hay algo que tu cerebro mono-neuronal no haya sido capaz de captar o entender con la suficiente claridad — giré mi cabeza lentamente hacia él, dirigiéndole la mirada más helada que jamás le haya dirigido a nadie jamás.

Mi sueño, mi vida || Harry StylesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora