CAPÍTULO - 30 (II)

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"Para Adán , el paraíso es donde estaba Eva" — Mark Twain.


Todo lo que mi cerebro podía registrar en aquel instante era lo calentita y lo cómoda que estaba. El colchón bajo mi cuerpo se amoldaba perfectamente a mi silueta, e incluso podía jurar que se movía ligeramente al son de mi respiración, haciendo mi sueño aún más placentero.

Volví a la consciencia cuando sentí un leve peso en mi espalda, que estaba lejos de ser desagradable. Moví mis párpados y la cabeza, apoyando la barbilla sobre el colchón, demasiado duro a mi parecer. Confusa, abrí los ojos, encontrándome con el cuello de Harry a menos de un centímetro de distancia. Entonces, me di cuenta de mi situación: mi cuerpo no estaba descansando sobre el colchón tal y como yo pensaba sino que estaba, literalmente, sobre Harry, es decir, encima de él. En ningún momento fueron imaginaciones mías el hecho de que el colchón se moviese, todo lo que había sentido era el pecho de Harry subiendo y bajando regularmente al compás de su respiración, haciendo que mi cuerpo se moviese junto al suyo al estar sobre él.

Sus dos manos se hallaban sobre mi espalda en un abrazo — de ahí que estuviese tan calentita — y su cabeza estaba girada, apoyada en la almohada sobre su perfil izquierdo.

La vergüenza inundó mi torrente sanguíneo y el calor hasta ahora agradable se convirtió en una llama agobiante que amenazaba con consumirme. ¿Cómo iba a salir de la jaula que habían formado sus brazos sin que se diese cuenta?

Me armé de valor y apoyé como pude las manos sobre el colchón a cada lado de sus costados y me impulsé un poco con el fin de incorporarme. Noté cómo su respiración cambió ligeramente, moviendo su cuerpo un poco y apartando las manos de mi espalda mientras levantaba los brazos y los posaba finalmente sobre la almohada.

Sonreí ante la imagen de un Harry despreocupado, con expresión serena y tranquila, durmiendo pacíficamente como un bebé. Sólo podía ver su perfil derecho, pues el otro descansaba sobre la almohada, y no pude resistir inclinar mi cuerpo un poco hacia él, sosteniendo mi cuerpo con mis manos, y depositar un beso en su mejilla sonrosada. Fue un beso fugaz pero pude sentir la suavidad de su piel imberbe — a pesar de que él dijese lo contrario.

Me levanté rápidamente y, tras entrar en el baño, preparé el desayuno para los dos.

Hoy era sábado, así que no tenía que ir a cuidar de la señora Evans, si es que podía usar ese término. Más que cuidar, me dedicaba a observar delicadamente todos sus movimientos para tratar comprender su curioso comportamiento de una vez por todas.

Estaba terminando de calentar los vasos de leche cuando empezó a sonar el móvil de Harry, que se lo había dejado anoche en el salón. Cogí el aparato entre mis manos y vi que se trataba de su madre, ya que la el distintivo de llamada era "mummy". Sonreí ante el apodo cariñoso y descolgué.

—Buenos días, Anne.

—Oh, ¡buenos días, Raquel, cariño! — me saludó alegremente la mujer —. ¿Qué tal estás?

—Muy bien — sonreí, volviendo a la cocina y terminando de preparar el desayuno con una sola mano —, estoy preparando el desayuno para tu hijo y para mí.

—¿Sí? ¿No te está ayudando? — me hizo gracia el tono enfadado de Anne.

—Le he dejado durmiendo, anoche nos acostamos algo tarde.

Escuché una risita y un "oh" con el que quería expresar ternura y la sangre subió a mis mejillas al darme cuenta de que cualquiera que escuchase la conversación desde fuera pensaría que Harry y yo llevábamos casados más de veinte años.

Mi sueño, mi vida || Harry StylesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora