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VI.

"Hay momentos en los que la vida / te coloca a la misma distancia / de huir o quedarte para siempre" Doble o nada.

─¿Me quieres, Julián?

─Después de mi madre y mi hermana, más que a cualquier mujer en el mundo, Doris.

─Estás tan raro. Te conozco más de cinco años, y te ves tan... diferente.

─¿Crees que me gusta cambiar? Me asusta más que cualquier cosa. Me gustaría saber qué hacer.

─Tengo la solución para ti, pero ya sabes que seguir mis consejos siempre te ha metido en problemas.

─Como la vez que terminé detenido por creer que sería buena idea tener sexo contigo en la vía pública y tú me acusaste de acoso, o la vez que casi me matan porque me enredé con la amiga tuya esa que estaba casada con el policía. Por ilustrar unos cuantos ejemplos.

─Exacto.

─Te escucho.

─Rómpele el corazón. Comete algo verdaderamente estúpido como meterte con la mejor amiga o uno de esos dramas. Tú no eres hombre para nadie, Julián.

─Yo lo sé, pero Alba es difícil. Me he enredado con una amiga suya, pero a ella parece no afectarle. Es difícil para mí discernir si me quiere o si soy un capricho. Necesito tener eso claro y no puedo.

─Te va a doler.

─No creas que me agrada la idea. No quiero terminar solo, ella es importante para mí.

─Te escucho y no lo creo.

─No tengo dinero hoy, Doris.

Se desenredó de mí y me miró casi enojada.

─Nuestra relación está estipulada, no quieras cambiar las cosas.

─Me siento mal pagándote Doris. Eres más que mercadería para mí.

─Ya discutimos una vez mis términos, y eso no va a cambiar.

Doris se acercó a mí y me abrazó por la espalda.

─Siempre vas a tener mi apoyo, tesoro. Siempre te escucharé y te querré. Pero es lo mejor para los dos.

Alba tenía razón. Mis relaciones eran destructivas. Siempre buscaba personas con las que no había ningún futuro porque en el fondo temía miedo. Infundado en fábulas y leyendas que nunca me atreví a comprobar por cobarde.

─¿Harás lo que te sugerí?

─Probablemente. Aunque sea la peor idea de todas.

─¿Ella es más guapa que yo?

─Claro que no, Doris. No hay belleza que se compare con la tuya. Lo de Alba es más profundo que atracción física.

─No eres una persona convencional. No sé qué hay que poseer para atraparte.

─Tu problema es que me cobras─ dije, entre risas.

─Cierto.

Dejé a Doris con una sensación de tranquilidad en el pecho. Confundido aún como el infierno, pero un poco más en paz. Gracias al cielo existía Doris. Como cada día traía su propio afán, no me preocuparía por Alba al momento. Tenía que dejar de darle vueltas al asunto para que se fuera. Como debí hacerlo desde el principio y no dejarme llevar por la calentura del momento.

Además me vería forzado a hacerlo.

Cuando llegué a casa, mis padres estaban discutiendo acaloradamente y los gritos se escuchaban hasta la calle.

─¿Cómo es posible que no puedas traer a tu propia hija adolescente de las orejas?¿Acaso no tienes autoridad o qué?

─Ya quiero verte intentar hacerlo, Adrián. Con el buen ejemplo que le da tu hijo haciendo y deshaciendo. Ya quiero que tu calidad moral te permita decirle algo.

─¿Sabes en el peligro que pones a nuestra hija?

─¿Por qué la culpa es mía? Y no me cambies el tema. Ya quiero que me digas por qué son las doce de la noche y Julián no aparece.

─Ya estoy aquí─ dije, como el gran idiota que soy.

─¡¿Se puede saber dónde mierda estabas y por qué recién apareces a esta hora?!

Gritó mamá hecha una furia. Como cuando era un niño, me asusté terriblemente al escuchar su voz.

─Salí c-con unos amigos─ tartamudeé.

─Nunca contestas las llamadas que se te hacen, ni te preocupas en dar una explicación que no te haga quedar como un alcohólico de taberna sin remedio.

Quería decirle que cualquier problema que tuviera con mi padre no se desquitara conmigo, pero no me atreví.

─Así es todos los viernes, los lunes o todos los condenados días que no lo vemos. Se va a beber, a tirar, a dejarse llevar por los vicios de esta maldita ciudad. Cómo esperas que Astrid no crea que puede hacer lo que quiera si tú no mueves ni un dedo por corregir a tu hijo.

─¿Qué pasó con mi hermana?

─Que tu madre tiene tan poca autoridad que deja que tu hermana tenga novio y no conforme con eso, no la pueda sacar de su casa.

─¡¿Cómo?!

Me sentía indignado. Astrid tenía quince años. No era edad para que un asqueroso puberto la besara o la tocara, y peor aún, para que estuviera en su casa y mi madre no la pudiera sacar de ahí de una patada.

─Astrid se encaprichó porque tu padre furioso quiso ir a matar a su novio a golpes. Se encerró en casa de ese chico y no hubo fuerza humana que la saque. Empezó a llorar que tú haces lo que te da la gana desde que eras menor que ella y que nadie te molestaba, y tiene toda la razón, porque tu padre en vez de corregirte, te celebra cada tontería que cometes.

Estaban tan ensimismados en sus estúpidos problemas, que nadie se percataba de lo grave que era que Astrid estuviera con desconocidos, a dos horas y un montón de pueblos de distancia de su familia y que podría correr peligro.

─No puedo creer que estén perdiendo el tiempo─ dije.

Y como alma que llevaba el diablo tomé el Monte Carlo y me dirigí a Santana. Sobre mi cadáver mi hermana menor iba a pasar la noche en un hogar que no fuera el suyo.

No solté el acelerador ni un momento y no sé cómo no me maté, porque en menos de una hora llegué. Antes de buscar la casa de este tipo, debía analizar varias cosas. Era muy tarde. Todo lo que estaba pasando era mi culpa. Debía prestar más atención y obedecer un poco más a mamá. Debía preocuparme por otras cosas y especialmente por algo que no fuera yo mismo. Mi familia estaba es una crisis y yo no podía hacerme de la vista gorda.

Otra forma de musas imperfectas (TERMINADA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora