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También tomé una ducha y salí vestido del baño porque el clima no daba para salir desnudo y en toalla. Como el baño estaba a la entrada de la casa, apenas salí, la vi arrimada al Monte Carlo.

─¿Qué haces ahí?

─Tendía mi ropa, y luego pensé en que dirías que habías dormido a todos y que eras el más duro del mundo. Y no puedo permitirlo.

─No creo tu nivel de ridiculez.

─Dime que estoy mintiendo.

─Ve a dormir, Alba.

─Ve tú primero.

─Un hombre debe cerrar las puertas y Diego ya pasó al coma hace rato. Nos quedaremos conversando si quieres, pero ya ve adentro. Debes morirte del frío.

Sin mencionar, claro, que lo supe por una vista rápida a los pezones bajo su blusa, que estaban erectos y apuntando hacia el frente.

─Te voy a estar esperando─ dijo, y me señaló con un dedo.

Luego entró a la casa y yo me sorprendí, contemplándola.

Pasados unos minutos, la busqué, como había quedado, para encontrarme con que dormía plácidamente en la primera habitación de la casa. Diego estaba en la terraza, en una de las hamacas y yo fui con una sábana para que se protegiera del frío. Eugenia y Enrique estaban en la habitación de las literas.

Entré a la habitación de Alba intentando hacer el menor ruido posible. En verdad, prefería observarla, que tener que enfrentar sus preguntas. La toalla estaba a un lado de la cama y su cabello caía a lo largo de su espalda. Por primera vez tenía un orden y se veía bonito.

Alba dormía boca abajo con una mano bajo la almohada y la otra extendida a un lado de su cuerpo. Su cabeza estaba girada del lado de la mano de la almohada y sus piernas se encontraban un poco flexionadas. Se la veía cansada, pero en paz.

Me metí en la cama con ella y remedé su posición para quedar justo en frente.

─La verdad, es que si te quiero─ susurré─, pero no soy hombre para ti, Albita. Ya llegará tu príncipe y yo me lamentaré hasta morir por no haber sabido hacerte feliz.

Besé su nariz y luego su frente. Mi corazón latía fuerte como la primera vez que había tenido sexo. Pero no tenía la necesidad de tocarle un pelo. Finalmente le di la espalda y pude descansar. Pero de verdad. Me dejé caer en el sueño más profundo que no había conseguido conciliar hacía ya meses.

Quisiera decir que sabía qué hora era, pero en verdad sólo era consciente de que el sol aún alumbraba el día. Provenientes de la sala se escuchaban risas y una conversación bastante encendida. Dudé si estarían tomando o no, ya que la borrachera del día anterior había sido bastante bizarra. Yo, por mi parte, no quería volver a saber de alcohol de aquí en un mes.

La puerta de la habitación estaba abierta. Y como ir al baño requería pasar justo por fuera de ésta, estaba seguro que todos nos habrían visto, y habrían pensado lo peor. Julián García, tirándose a dos amigas la misma noche. Ya no hay respeto. Si tan solo así hubiera sido.

Cuando fui consciente en su totalidad de mi cuerpo, vi que Alba estaba en la misma posición que cuando me acosté junto a ella, pero con el brazo de la almohada sobre mi pecho. Estaba muy en paz, y juraría que con una sonrisa en los labios. Se la veía rosada y preciosa a la luz del sol. Intenté salir de la cama sin despertarla y fui por mi cepillo de dientes para dirigirme al baño. Ahora bien, sabía que tendría que responder las mil y un preguntas, pero estaba listo.

Saludé a todos, quienes me ovacionaron de pie, y yo les di la señal del dedo del medio a medida que llegaba al baño. Estaba pensando que probablemente Eugenia habría desmentido que hubiera pasado algo entre nosotros, y en verdad esperaba que así fuera. Me aseé y cuando salí vi a Alba desparramada –porque no había otra palabra– en un sillón y con ambas manos sosteniendo su cabeza por la mandíbula. Imaginaba que tendría un chuchaqui de padre y Dios nuestro.

Otra forma de musas imperfectas (TERMINADA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora