─Tengo otra chica en la mira ya. Pero creo que mejor no te digo nada. No vaya a ser que me la quites, como no respetas nada.
─¿Vas a seguir con eso mucho más tiempo? Porque ya me estoy cabreando de tu actitud de princesa.
─¿Con qué calidad moral vienes a reclamarme? ¿Acaso te olvidas que...?
─No me olvido de nada. Pero un hombre que se respeta no se mete a pelearse con un amigo por un culo.
─¿Te haces llamar amigo?
─¿Cuánto más vas a seguir con lo mismo? Porque sólo has conseguido aburrirme.
Inesperadamente, recibí un contundente derechazo de Diego en la mejilla izquierda. El dolor fue agudo e insoportable. De todas las peleas que había tenido en mi vida, jamás había estado tan en desventaja y desprevenido. El coraje de Diego era tal, que ni siquiera me dio la oportunidad de levantarme del suelo y cuadrarme para defenderme, sino que me siguió cada paso para sacar de mí cada golpe que pudo.
─¡Eres un cobarde, Diego!
Y sólo lograba enfurecerlo más.
─¡Por Dios, déjalo!
Alcancé a escuchar a la distancia. Alba llegó corriendo hasta donde nos encontrábamos y empezó a sujetar a Diego por los hombros, aunque en vano, porque él era sustancialmente más grande y fuerte.
─No hagas algo de lo que te arrepentirás, Diego, detente por favor.
Pero Diego seguía lanzando golpes, e insultando. Yo me sentía impotente, porque nada de lo que intentaba funcionaba para mí. Y ya estaba bastante cansado. Había perdido la cuenta de cuántos golpes había recibido.
Diego, por cansancio, o por las súplicas de Alba finalmente se retiró de mí y se fue del lugar aún hecho una furia. Por suerte, nadie más había sido testigo del espectáculo y la verdad me sorprendía que Alba nos hubiera encontrado y venido a mi rescate.
Alba estaba temblando y con los ojos llorosos.
─¿A ti qué te pasa?
─N-nada─ dijo, secándose las lágrimas con el dorso de su mano.
─¿Qué pasa?
─Vamos, ayúdame a pararte Julián.
─¿Vas a hablar?
Mi tono rayaba en haberle gritado. Es que estaba furioso, por haber sido aplastado como una lagartija, por no haberme podido defender y porque una niña hubiera tenido que llegar a salvarme el trasero. Furioso porque Alba tenía el corazón roto quién sabe por cuántas razones, de las cuales veinte de cada diez eran culpa mía. Que fuera tan tonta como para preocuparse por mí a pesar de todo.
─Nunca había visto una pelea tan de cerca. El crujido de tu piel y de sus huesos. La rabia en la mirada de alguien. El dolor de los golpes y ver que a tu mejor amigo casi lo mata otro de tus amigos.
Su piel estaba fría y sus brazos no me daban la estabilidad que necesitaba porque ella no paraba de temblar. Sus lágrimas tampoco podían dejar de caer. En vez de estar siendo tan duro con ella, debía agradecerle, ser cariñoso. Pero no me salía, porque soy un tremendo imbécil. Las palabras "mejor amigo" me atravesaron en dos como una lanza directo en el corazón.
¿Por qué me devolvía la ofensa de ser tan cruel con ella?
─Estaré bien. El infeliz de Diego no me dio oportunidad de defenderme, no fue una pelea justa.
─Me alegra de corazón que eso sea lo único importante para ti. Tu maldito orgullo, que puedes doblarlo en cuatro y metértelo por el culo, Julián.
Palabras mayores y llenas de indignación. Me las merecía. Y callé porque en verdad no había nada más que tuviera que decir al respecto.
Me llevó hasta una farmacia para comprar antisépticos. Curó mis heridas. En lugar de tirarme la botella de alcohol por los pies y marcharse, me curó con tacto y dedicación. Yo tenía todos mis sentimientos hechos un nudo que no empezaba ni acababa. No tenía para nada claro qué sentía por mí o por ella en esos momentos.
Finalmente regresábamos a casa en el bus público, y en silencio.
─Siempre puedes decir que peleaste con un ladrón.
─Mamá igual me retará.
─Creo que es preferible que te rete por eso, a que te reproche las malas decisiones que tomas respecto a las mujeres con las que te enredas, y a que odie a Diego de por vida.
─Yo no tengo la necesidad de cubrirle las espaldas a ese pobre hijo de perra.
─No te pongas en ese plan, Julián. Diego y tú van a arreglarse. Es un problema que resolverán.
─Yo no pienso perdonarle esto─ dije, señalando mi rostro─, que se haya venido en mi contra por una mujer. Eso es imperdonable.
─Tú lo empezaste.
─Nada le costaba a él terminarlo. Era innecesaria toda esta mierda.
─Nadie experimenta en cabeza ajena...
Dijo, citándome.
Cuando me bajé delbus, me despedí con un "gracias" frío e impersonal. Y me habría encantadoentender por qué. Por qué se me hacía tan difícil acercarme, darle un beso ydejarme querer.
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Otra forma de musas imperfectas (TERMINADA)
RomanceEsto no es sobre ella. Ni siquiera es sobre mí. Creo que es sobre las partes incompletas, las cosas que no se encuentran, la poesía y musas imperfectas.