XVI.
"Ven acaríciame el pelo, / por favor, / que me pesa / demasiado / el corazón / y otra vez acabé besando a otras / después de mirarme en el espejo" – Soy la aguja de mi propio pajar.
El humo se desvanecía en capas cada vez más ligeras en el aire. Su color gris claro se iba haciendo blanco y más blanco a medida que ascendía y luego se confundía con la negrura de la noche. Mi pecho se sentía caliente y mi corazón latía rápido. Quise echarle la culpa a la nicotina, pero era inútil. Sabía lo que me había pasado.
Estaba acostado sobre la cajuela y no tenía más que cielo frente a mí. La noche estaba estrellada y si ignoraba la estruendosa música proveniente de la casa, podía escuchar el ronronear de los carros que pasaban a toda velocidad a esa hora por la carretera. De seguro más de uno iba camino a su fin. Pero eso en verdad no importaba, porque son las elecciones las que rigen el mundo, son las elecciones las culpables de que yo estuviera ahí, en ese preciso lugar y no en la ciudad, o en Santana, o con Raquel, o con cualquier otra mujer.
Estaba tan ensimismado, que demoré en notar que tenía compañía. Agradecí a los cielos no haber estado suspirando como una jodida adolescente.
─Me mandaron a buscarte, ¿todo en orden?
─Sí, Enrique. En un momento entro. Estaba uh... fumando, y no quería apestar el lugar.
─El tabaco es veneno.
No sería el primero y tampoco el último en conocer.
─Sé lo que vas a decirme, pero en verdad creo que necesito oírlo sólo una vez más.
─Dime.
─¿Tú también crees que Alba y yo somos el uno para el otro y que es cuestión de tiempo para que nos enamoremos y ese tipo de cosas?
Habría preferido que me encuentre suspirando que haber preguntado semejante estupidez de la forma en que lo hice.
─Vaya...
─Mejor olvídalo.
─No, no me lo tomes a mal. Y sí, es de lo que todos hablan, pero simplemente no lo veo.
─¿Ah?
─Alba es una chica muy dulce. Borracha empedernida como ninguna, pero muy, muy dulce. Es puro corazón detrás de ese repertorio de palabrotas y actitud. Yo que la conozco. Y no es como que te fueras a esforzar por ser el hombre que ella merece. Ella tiene un efecto especial en los hombres. Cuando la tienes cerca, no lo ves, pero cuando se va, es como si fuera indispensable y de repente la vida se te vuelve mierda porque ella falta. Pregúntale a Sergio. Ahora que no queda lugar para él en su corazón, quiere matarse porque ella estuvo tanto tiempo tras él, y ahora simplemente es tarde.
─No entiendo qué quieres decirme. Es como si me aconsejaras que luchara por ella, pero dices no ves que deberíamos estar juntos.
─Que sus tiempos nunca van a coincidir y que es mejor que te hagas a la idea antes de que sigan haciéndose sufrir. ¿Acaso no lo notas?
Mantuve el silencio. La colilla de cigarrillo empezó a sentirse cálida entre mis dedos y la boté al piso. Enrique me ofreció una botella de cerveza y la abrí en seguida. La bebí en tres sorbos.
─Pareces decepcionado. Como si esperaras que alguien más te diera su consentimiento para ir a actuar en algo que sólo tú sabes que debes de hacer.
─Tengo mucho en la cabeza, es todo.
─Entra a divertirte con tus amigos. Bebe hasta que se te olvide que la quieres, que probablemente coincida cuando pierdas la conciencia. Estaremos aquí para cargarte en peso hasta un lugar seguro.
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Otra forma de musas imperfectas (TERMINADA)
RomanceEsto no es sobre ella. Ni siquiera es sobre mí. Creo que es sobre las partes incompletas, las cosas que no se encuentran, la poesía y musas imperfectas.