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El Monte Carlo estaba en el parqueadero de la universidad. Era un día bastante caluroso. Bajamos los asientos, y siguiendo el ejemplo de Alba, me acosté con el volante tras mi cabeza. Alba estaba del lado opuesto, con los pies subidos en el tablero.

Empezamos a hablar de esas cosas que están de más, pero que uno siempre quiere saber, y viendo que ella era sincera conmigo, intenté devolverle el favor.

─¿Qué pudo hacer sido tan malo, que no quieras repetir en voz alta?─ le pregunté.

─Comparado con las cosas que suelo hacer, es muy malo. Quizás un día que tenga varios tragos de más y quieras y te acuerdes de preguntar, te cuente.

No me intrigaba mucho más, porque de seguro no sería nada grave, pero le di el beneficio de la duda, y lo dejé en la lista de pendientes.

─Me haces acuerdo─ dije, riendo.

Ella hizo una mueca y rió sarcásticamente.

─Entonces tu año pasado fue todo Sergio, introducción en el tabaco, cerveza, ron y todo lo demás.

─Más o menos, en algo tienes razón: Sergio me enseñó a fumar. E imagino que el tuyo fue todo: mujeres, alcohol, juerga y más mujeres.

─Algo así, el año pasado también hubo alguien… una amiga.

─¿Me dices que no soy la primera?─ dijo, con fingida indignación y reímos.

─¿Esperabas que lo fueras?

─Tonto…

─Bueno, el asunto es que ella era muy dulce y sumisa.

─Suena como tu perfil…

─No, para nada. Era bastante fea la chica. Pequeña, flaquita, y nada agraciada. Pero era puro corazón.

─Ya me está dando pena de mí misma pensar qué dirás de mí en futuras referencias.

─Nunca faltaré a la verdad. En fin, ella se enamoró de mí porque siempre se enamoran del chico malo y yo fingí que no lo sabía porque ya era suficientemente mala la mirada de lástima de “pobre chica fea que se fija en alguien imposible” que todos los que se habían dado cuenta de la situación le daban. Intenté hacerle ver de mil formas posibles que yo no era el tipo indicado para ella, pero no hubo remedio.

─Imagino cuánto habrá sufrido la pobre. Yo he estado antes en su lugar.

─No lo puedo saber. Pero nos llevábamos muy bien. No quiero ver bajo la piedra de “las peores cosas que he hecho en mi vida”, pero estoy consciente que no le hice ningún bien tampoco. Lo correcto habría sido alejarme de ella, pero la necesitaba y ella a mí.

Alba me miró, perpleja.

─Yo atravesé una fase en la cual me agradaba que hicieran todo por mí, y peor aún, disfrutaba manipulando a las personas que iban a hacerlo.

Ver su mirada de decepción me confundía. Por una parte sabía que me lo merecía y que era terapéutico sacar este tipo de cosas fuera de mí, pero por otra parte, era incómodo que justo ella me juzgara de la manera que sabía lo estaba haciendo.

─Me lo imaginaba─ dijo al fin, luego de un momento de silencio─. Intentaste hacer lo mismo conmigo cuando empezábamos a conocernos.

─Bueno, uno aprende de sus errores.

Si Alba era inteligente, que sé que lo era, entendería lo que quería decirle. Uno: que no quería ilusionarla porque no quería absolutamente nada con ella. Yo me tomaba muy en serio la amistad, y no podría darme el lujo de perder a alguien como ella. Y dos: que no le convendría jamás fijarse en mí.

Otra forma de musas imperfectas (TERMINADA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora