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XVII.

"Hay mujeres / que abren tus ojos con un soplido de magia / y en el siguiente truco desaparecen, / como la suerte" – Una cien veces.

La vida regresó a lo que consideramos normal, con notas del parcial, las últimas clases, mujeres y muchas borracheras. Quisiera poder generalizar el tiempo y pasarlo como una revisión rápida, pero en verdad las acciones que llevaron al desenlace de esta etapa fueron importantes. En retrospectiva, recordaba las palabras que me había dicho Diego: en hechos concretos, y con mi manera tan estúpida, persuadía por conquistarla.

Le comenté a Doris los últimos acontecimientos, desde lo de Raquel, mi regreso de Santana y la ida a la playa. A pesar de que Doris jamás le había tenido buena voluntad a Raquel, me condenó por haber sido tan cruel al ilusionarla y romper su corazón. No importaron las razones que le di excusándome, me acusó de ser el peor hombre que existía en el mundo. Pero eso yo ya lo sabía. Con respecto a Alba, se reservó sus comentarios.

─A veces pienso que crees que ninguna mujer me calza, y estoy seguro que la razón sólo son celos.

─¿Me culpas? Raquel era una mojigata que dejaba que la manejaras a tu antojo, y Alba es una inestable que está jugando con tu cabeza y lo peor de todo el asunto es que estás tan confundido, que estás permitiendo que lo haga.

─No hables de esa manera de ella. Si tanto crees que eres la mujer perfecta para mí, deberías darme una oportunidad y todo esto acabaría.

─Tampoco soy mujer para ti, no seas tonto.

─Entonces no entiendo tus arranques de celos y de mujer histérica. Mejor quítate la ropa antes de que empiece a darte tus nalgadas.

─¿Ves por qué me encanta buscarte el lado salvaje? Te pones en tu punto─ dijo, entre risas.

─Cómo me usas, mala mujer.

Doris era muy buena inventando excusas, pero yo era mejor descifrándolas. Estaba celosa de que me acercara de a poco a Alba, que me atreviera a buscar cosas nuevas. Sin embargo, la única con la potestad de acabar con esa situación era ella, pero no lo hacía por razones que sólo ella conocía. A fin de cuentas, la metí en la cama y la hice mía.

Una vez que hube terminado con Doris, fui a tomar algo de aire al balcón. Mi teléfono vibró sobre la mesita de noche y volteé a ver. Como dejó de sonar, supe que era un mensaje. Doris yacía plácidamente dormida y parecía un ángel.

¿Recuerdas si el doctor Acosta dijo sobre alguna referencia bibliográfica para el trabajo del viernes?

Era Alba.

Las tengo anotadas en mi cuaderno, pero... no estoy en casa ahora.

No después de mucho, obtuve una respuesta.

Son doce y tres, Julián. ¿Dónde estás metido?

De inmediato, le respondí.

De combate. Mañana te ayudo.

Esperé su respuesta.

¡Esa es tigre! Péguese uno en mi nombre.

Tuve que tallarme dos veces los ojos por si acaso estaba leyendo bien la respuesta y no era el cansancio que estaba haciéndome alucinar.

El primero lo fue, pero ya se me rindió. Dijo que fui muy exigente con ella esta vez.

Me frustraba de sobre manera que de repente ella fuera tan varonil y suelta de palabras. Que no se comportara como una dama, y en lugar de ignorarme, me siguiera el juego. Porque me hacía cuestionarme cuáles eran mis razones para sentir siquiera algo por ella. Luego me preguntó si había podido correrme.

Es una experta. Vaginismo, búscalo en internet.

Respondió:

No soy ninguna ignorante, Juliancito. Considérate afortunado de encontrar a tu chica ideal. Te dejo para que sigas divirtiéndote. Por favor, pasa por mí a tiempo. Un beso.

Puse el celular de vuelta en la mesa y acompañé a Doris en la cama. Aún dormía. Sus facciones delicadas se veían divinas cuando ella descansaba. La cabellera roja bajaba por sus hombros hasta sus pechos desnudos. Doris era un monumento de mujer, y en cierta forma, era mía. Afortunado, esa era la palabra para mí.

El día siguiente no tuvo mucho de interesante en la mañana, salvo que yo me sentía descansado y muy dispuesto. Casi a las cuatro de la tarde, en vísperas de la última clase en el hospital, Alba y yo dábamos una vuelta por la ciudad.

─¿Sabes qué no como hace tiempo?

─¿Un hombre?─ respondí entre risas.

─No soy efectiva como tú, que tiraste anoche, pero tengo mis culos. Déjame en paz.

Reí.

─Dime entonces.

─¿Has probado los helados de yogur? ¡Son deliciosos! ¿Me llevas?

─No.

─¡Julián!

─Sabes que voy a llevarte de todas formas. Vamos, pero tú invitas.

─Dale.

El postre que probé ese día era verdaderamente delicioso. Lo disfruté cada segundo tanto, que ordené otro.

En los últimos tiempos, y con todo lo que estaba sucediendo en nuestras vidas, la mayor parte de nuestras conversaciones se desviaban al tema, sexo. Ya habíamos hablado de ciertas posiciones, de moteles y el tópico que había surgido aquella vez era: chongos(1).

Habíamos llegado a ello porque estábamos hablando de mi grupo de amigos, de los cuales dos Alba ya había tenido la oportunidad de conocer.

─Siempre me he preguntado cómo lucirá uno por dentro. Supongo que a las mujeres no las dejan entrar.

─No, si no trabajas ahí. No tiene lógica que a una esposa furiosa la dejaran entrar, ¿no crees?

─Claro. Mi helado de yogur favorito es el de vainilla.

─Anotado.

─Bueno, ¿cómo son por dentro, entonces?

─Hay tres que son los más importantes, y curiosamente están situados, uno al norte, otro al centro y otro al sur de la ciudad. Al del sur ya no voy, por una terrible experiencia que me sucedió hace poco.

Le conté lo de la calle dieciocho y cómo casi termina en algo lamentable.

─Fue el día que nos peleamos, ¿cierto?

─Uno termina aprendiendo que las desgracias nunca llegan solas.

─Lo lamento, Julián.

─No seas tonta, ya pasó. Bueno, el del norte es mejor que el del centro porque hay prostitutas que son más bonitas, y obviamente, más caras. Sin embargo, el del centro tiene una mejor infraestructura que el del norte.

─¿Cómo así?

─Bueno, el del norte consiste en la barra, que está a un lado de la puerta principal, un tubo central, donde las chicas bailan y sillas para los espectadores. Fuera de un radio de más o menos un metro, se encuentran las habitaciones y se acabó el lugar. En cambio, el del centro tiene más tubos y mesas en la parte más anterior. Luego sigue una puerta que separa de las habitaciones y que tiene corredores y pasajes. Es como más entretenido, no lo sé.


Chongos; prostíbulos.

Otra forma de musas imperfectas (TERMINADA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora