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Nota de la Autora: He estado algo ausente, lo lamento. Dejo las tres partes del capítulo 3 :)

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Mi primo, Óscar fue para mí como el hermano mayor que nunca tuve. Se encargó de mí desde que era un pobre infeliz que se hacía en los pantalones cada vez que veía una chica bonita. Fue el que me enseñó que la confianza en uno mismo es lo que importa, que si uno se siente superior y tiene autocontrol, puede conquistar el mundo, que nunca hay que enamorarse y que las mujeres existen para que uno pueda divertirse a lo bien. Óscar, a su vez, era pupilo de mi padre, quien dejó bien impartida su enseñanza para que llegara a mí y no ser él mismo el responsable directo.

Todos jugamos el partido según como éste se presente.

Todo lo que sé, desde mis inicios, se lo debo a él. Y era sábado por la noche y Óscar estaba en la ciudad.

Virgen, estoy en la ciudad.

─No me digas virgen, pendejo. ¿Planes?

Estás hablando conmigo, por favor. Voy con dos amigas, nos encontramos en el bar que queda por tu casa. Lleva dinero.

─En media hora te caigo.

Positivo Juliancito. Y por favor, no me hagas quedar en ridículo.

─Jódete.

Si Óscar se tomó la molestia de pedirme que no lo hiciera quedar en ridículo, muy aparte de querer fastidiarme, sería porque sus amigas eran difíciles de obtener, así que dejé la barba intacta. Me puse una camisa azul marino y vaqueros negros ajustados. Un poco de perfume en cada mejilla, para envolverlas desde el momento en que me acerco a saludar. Perfume en el cuello para cuando estén en aquel lugar, en el pecho por si tengo suerte y es pequeña para que se derrita al bailar cerca de mí y en las manos para impregnarlas en el momento de…

Mi cabello ya pedía un corte, pero lo peiné y quedó apropiadamente en su lugar. Tomé las llaves y la billetera. La noche prometía.

Mi vida sexual era exactamente tan escandalosa como todos los que me conocían la pintaban. Me acostumbré muy pronto a disfrutar de las mujeres y para lograrlo, no debía repetir con ninguna, o sólo si el caso estrictamente lo requería. La mayoría de las veces no era un problema para mí, porque no encontraba en ellas lo que estaba buscando y porque me portaba como un cabrón y tampoco les quedaba demasiadas ganas de volver a verme.

Pero la excepción hace la regla.

Óscar ya estaba con sus dos amigas, que tenían un vaso frente a ellas. Me hizo de la mano para que me acercara y yo lo hice. Luego sirvió un vaso de la torre de cerveza que estaba en el centro de la mesa y me dio la bienvenida.

─Julián, esta es mi amiga Joyce.

─Hola, qué tal─ dije.

─Y ella, mi amiga Paola.

Óscar teníamos un gesto para repartirnos a las mujeres, así que cuando pasó el dorso del dedo índice transversalmente por su nariz, supe que Paola era para mí.

Y había sido apropiado porque Paola era una muy candente pelirroja. Senos grandes y cintura de avispa.

─Mucho gusto─ dije, y le sonreí de lado.

No me respondió, pero me devolvió la sonrisa y se colocó una onda de cabello detrás de la oreja.

La conversación fue fluyendo dentro de los primeros minutos, porque ambas muchachas eran agradables, a pesar de que Paola parecía intimidada.

─Óscar nos dice que eres el futuro médico de la nación─ dijo Joyce.

─Así es─ dije, orgulloso de mí mismo─. Estoy en los últimos años de la carrera.

Otra forma de musas imperfectas (TERMINADA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora