─¿Acaso te volviste loco, maldito maricón?
─Ella sólo va a verte la cara. Mira que para meterse con la porquería de Víctor... y ni me digas que era engañada, porque todos saben el tipo de calaña que es ese hombre. Te estoy haciendo un favor, Julián.
Arturo no tenía cómo saber el último episodio entre Alba y Víctor, así que desconocía que eso ya se había acabado, y aunque había sido reciente, no le daba derecho de tratarla de esa manera. Pero ya me las arreglaría con él. No me iba a poner a discutir, porque con todo el alcohol que tenía en el cerebro, apenas me había dado cuenta que Alba estaba sola por esas no tan seguras calles y me rompía la cabeza intentando saber por qué se había ido de esa manera.
─No creas que he acabado contigo. Esta pendejada no te la perdono.
Doblé en las dos calles siguientes hacia la derecha, que era el camino para tomar los buses. El problema era que eran casi las once de la noche y Alba no iba a encontrar ninguno. Ojalá no hubiera tomado un taxi para entonces.
Estaba abrazándose a sí misma y a mí se me partió el corazón. Cuando la alcancé, la tomé por los hombros y ella se dio vuelta, cayó en mi pecho y empezó a sollozar.
La situación había sido de mierda, pero eso le enseñaba una lección: nadie es invisible, y debería ser más meticulosa con el tipo de personas con quien se dejaba ver. Sermón un poco moralista de mi parte.
─Por favor, Alba. Deja de llorar, perdóname. Arturo nunca se había portado así, por favor...
─¿Entonces piensas que estoy así por lo que dijo el imbécil de tu amigo?
¿Era algo que yo había hecho mal, entonces?
─Yo no sé...
─Que lo nuestro va a aburrirte tarde o temprano. Tú eres el hombre acción y si no tienes a la chica, te vas. ¿Me has visto?─ dijo, y luego colocó sus manos hechas puño sobre mi pecho─. No te va a gustar lo que hay debajo y te vas a ir.
─¡No lo dije por nosotros, Alba! Por amor a Dios. Lo dije por ese imbécil, que no supo valorarte.
Pero hice un retroceso de las palabras que había dicho, y era exactamente lo que le había dado a entender. ¿Qué me dio por ser tan idiota?
─Te quiero de una manera inimaginable, de una forma que me asusta. Porque no quiero quitarte el vestido ahora mismo, pero no porque no te desee, sino porque quiero vivirlo todo completo, porque me lo merezco, me lo dijiste, ¿o acaso era mentira?
Un nudo obstruyó mi garganta e intenté contener las lágrimas. Me sentía como mierda, por la situación, y por verla tan desconsolada. Me odiaba por causarle tanto dolor.
─No lo era. Pero es que... yo no voy a poder con esto. Mírame, no somos nada aún, y mira la magnitud de esta discusión. Súmale los celos, mi inseguridad. Súmale que siento que no voy a poder complacerte y que existe un listado de mujeres contra las que tengo que competir.
─Te estoy pidiendo disculpas por lo que dije, porque estuvo mal y te hice sentir mal, pero no hay necesidad de extrapolar las cosas, porque no tienen que ver una con la otra. Confía un poco más en mí, en ti y en lo que podemos llegar a tener.
─No sé si pueda─ dijo.
Y mi jodido corazón se partió en dos.
La subí en un taxi y la acompañé a casa. Quizás era mejor que las cosas terminaran así, antes de comenzar. Quizás mañana, cuando ya no hubiera borrachera, ella se daría cuenta que en verdad no quiso decir lo que dijo, pero de nuevo, los borrachos no mienten.
Quizás mañana mi corazón estaría como nuevo y yo elegiría hacer como si nada hubiera pasado y todo sería como antes de esa estúpida idea, pero seamos realistas, eso no iba a pasar. Yo iba ir a Santana y las cosas quedarían ahí, de la peor forma posible.
Cuando estábamos cerca de su casa, se apoyó en mi hombro. Lloró todo el camino de regreso y su rostro estaba húmedo y rojo. Me besó, una vez y dos y tres veces, mezclando mi saliva con sus lágrimas saladas. Yo también lloré, pero esperaba que ella no se hubiera dado cuenta.
Se bajó del taxi sin decir una palabra, y yo me quedé así, mudo. Hasta cuando llegué a casa y no le pregunté al taxista cuánto le debía, sino que le dejé un billete de diez dólares y me bajé antes de que me diera el cambio. Mudo, hasta cuando en mi habitación tiré las flores y la carta al tacho de la basura. Mudo, hasta cuando bajé del bus para Santana ese mismo sábado. Mudo, hasta cuando me fui a dormir y leí un mensaje suyo pidiéndome perdón.
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Otra forma de musas imperfectas (TERMINADA)
RomansEsto no es sobre ella. Ni siquiera es sobre mí. Creo que es sobre las partes incompletas, las cosas que no se encuentran, la poesía y musas imperfectas.